Núm. 5 (2013)

Proyecto ADN, Máximo Corvalán Pincheira. Museo de la Memoria, 2012. Fotografia: Jorge Brantmayer.

Este quinto número de Alzaprima aspira a seguir mante- niendo su idea inaugural en torno al desarrollo de la investigación en las Artes Visuales, visibilizando y expandiendo de manera sería y comprometida los procesos de escudriñamiento con méritos para su difusión hacia centros especializados de nivel nacional e internacional. Aspiramos a que los artículos publicados sean un aporte a la indagación en torno a las prácticas artísticas para la producción de saberes enraizados en el acontecer regional y en la ciudad que nos determina.

En este contexto, la ciudad de Concepción y su entorno regional, se erigen sometidos a tensiones naturales y sociales de gran envergadura; en tanto nuestro devenir se ancla en una cosmogonía fundacional atenta a los designios de su tectónica y a la confrontación de culturas, imprime un sino trágico que dificulta la conservación de la memoria y del patrimonio local. Así, la fragilidad del territorio y de la convivencia social pareciera determinarnos a una especie de constante y triste signo de olvido, omisión, o depresión colectiva, en torno al natural impulso de toda ciudad por cuidar y destacar su historia.

El reciente y tristemente espectacular incendio del Mercado Central de Concepción, en mayo del 2013, no hace más que reforzar esta idea al develar de entre los escombros el notable hito de una arquitectura moderna que siempre le caracterizó y, que pocas veces vimos producto de la invisibilización que le imprimió el tráfago comercial determinado por un interminable conflicto de intereses económicos. Removidos los escombros y cenizas se develó, en medio del barrio histórico, una plataforma en precarias condiciones pero rica en cuanto fuente y soporte de nuestro patrimonio vivo. Un espacio de convivencia que el uso, como muestra de vida, fue cubriéndolo de capas, vitalizando sus espacios pero a la vez llenándolo de ruidos y conflictos hasta convertirlo de alguna forma y, para un segmento importante de la población, en un no lugar. Entonces ¿Cómo recuperar? ¿Qué reconstruir? ¿Cómo evitar que vuelva a construirse un otro nuevo no lugar de convivencia social? ¿Cómo reedificar tomando debida cuenta de que la propia dinámica de este proceso de recuperación irá agregando capas culturales que funcionarán como fieltro transformador de este espacio-trama del patrimonio? ¿Qué se recupera cuando un incendio, o un terremoto, se lleva la vida y la historia de un lugar? ¿Cómo se puede evitar que el fuego de la desidia no olvide qué hemos ido siendo?

Hace dos años el Magister de Arte y Patrimonio del De- partamento de Artes Plásticas de nuestra Universidad viene desarrollando reflexiones en torno al patrimonio local con énfasis en su condición de cultura viva y en cruces con el arte como un exponencial sustantivo del campo de estudio. A nivel regional y nacional, Concepción despierta a una discusión que propone en tomarle el pulso a nuestro patrimonio como eje de identidad y desarrollo local. Rasgar el muro social del espacio urbano nos permitirá traducir las adiciones y sustracciones que han ido conformando el material de carga simbólica de la ciudad y vitalizar las relaciones e interacciones humanas en sus distintos contextos. Si bien es cierto que el arte posee esta esencia relacional en su gesto primario, hoy en día vemos intenciones reveladoras en sus prácticas y discursos que afirman y tensan ese espacio de lenguaje desde la perspectiva de los objetivos estéticos, culturales y políticos que se ponen en juego y relacionan. Así el artista se presenta como un puente vital que permite transformar el contexto desde un mundo sensible y conceptual mediante visualidades y funciones de las épocas y contextos que le corresponden.

Publicado: 2020-09-07

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