Pinturas de Viaje
Resumo
La experiencia, entonces, opera como una estrategia necesaria para que la práctica artística sea honesta.
“Enfrentado tantas veces el viento en la costa chilena del Pacífico (que a veces casi me arrancó el pincel de la mano) [...]
Haber observado rocas azotadas por el rugiente Mar de Tasman (pintando un día de lluvias torrenciales y tormentas desde la ventana abierta del motorhome, arrodillado en el estrecho pasillo, arregl´ándomelas para no manchar nada con pintura); haberme quemado bajo el sol abrasador de Licia donde el calor casi te corta la respiración.
Haberme calado los huesos en las mañanas gélidas de la Patagonia (una y otra vez para pintar las escarchas sobre el pasto, la nieve bajo un cielo gris y pesado), haberme deslizado en kayak durante 10 días y 150 km por las aguas plácidas de los ríos y lagos de Polonia, envuelto en una sinfonía de silencio y canto de pájaros; haber caminado descalzo en la arena mirando como el sol tarda eternos 3600 segundos para caer en el horizonte del Mar Báltico; mis pinturas ya no son reproducciones de fotos. Mis vivencias me posibilitan reproducir mi imagen interior.”
Las obras aquí presentes son signos vivos de la experiencia, del viaje como distancia y también como profundidad. Es el lenguaje de la pintura en su desafío de traspasar la materialidad para transformarse en vibración y conocimiento, en huella y patrimonio, en disciplina que resiste descansando en los fundamentos permanentes del arte: su relación orgánica con el hombre, su historia y su sensibilidad.
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