Calles Cortadas
Resumen
La obra de Mariela Leal trabaja remarcando límites. Los lindes extremos o demasiado sutiles que sostienen y estorban el trabajo de la memoria, pero también los que subrayan y, al mismo tiempo, desvanecen las fronteras del espacio de la representación y los contornos de la subjetividad. Todos ellos son límites pulsionales, ambiguos: suponen el planteamiento de una línea que demarca las posiciones y, simulta?neamente, una tendencia a transgredir la divisoria, de cruzarla de ida y vuelta. O de concebirla borrosa e inestable. ¿Qué distingue lo que ocurrió realmente de lo que sólo fue imaginado o soñado, de lo que pudo haber ocurrido, de lo que tuvo que suceder y no se cumplió? La memoria necesita tanto retener como olvidar. Implica un dispositivo de corte, un mecanismo capaz de agrandar y reducir los objetos, de deformarlos, sustituirlos. Olvidarlos.
En cuanto remiten a juguetes, los peluches levantan una escena familiar sosegada por infantiles ternuras. Pero toda alteración en ese mundo construido, y como tal, contingente, disloca los sentidos y cambia el signo de lo expuesto. Lo más cercano resulta propicio a convertirse en principio de lo más extraño. Una otredad que, en cuanto est´a próxima y no se muestra, actúa como el paradigma de la amenaza. Es lo siniestro, lo Unheimliche freudiano, lo cercano-ajeno que se muestra más inminente en cuanto no logra ser localizado e identificado. Es la advertencia de un peligro sin lugar y sin nombre, diferido siempre en su presencia imposible: sin tiempo.
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