v. 26 n. 286 (1949)

LA leyenda bíblica nos cuenta que Caín mató a Abel en un rapto de ira. Según esa misma leyenda no existían entonces armas para combatir, pero ya el hombre llevaba dentro de su corazón el odio y esta pasión obscura contenía la fuerza necesaria para mancharse las manos con la sangre del hermano. No existían en el principio del mundo, luchas religiosas, ni cerradas beligerancias doctrinarias. Ni se habían desencadenado las luchas de predominio comercial, ni era el espacio vital la excusa que se daba para lanzar a los países a la guerra, o sea a la destrucción, a la desventura y a la desesperada angustia de no ver por ningún lado un horizonte que ofreciera la gracia plena de una paz sin sobresaltos.

Publicado: 1949-04-29

Crítica de Arte