v. 5 n. 8 (1928)
SOBRE EL DIVORCIO. No tengo la intención de divorciarme, como tampoco puedo afirmar que mi matrimonio no sea sumamente feliz. A pesar de ello, y quizás a causa de ella, soy partidario convencido del divorcio. La posibilidad de poder divorciarse es la base de toda felicidad en el matrimonio. Obliga a ambas partes a comportarse constantemente como en los días primaverales del primer amor (me refiero a las atenciones y consideraciones, a aquella conquista diaria del amor). El hombre es un animal de costumbre. Para que la vida matrimonial no se convierta en mero asunto económico o social, es preciso un aliciente: el temor de perder al ser querido, el divorcio.