Vol. 26 Núm. 283-284 (1949)
AÑO tras año las puertas de nuestro primer establecimiento educacional se abren en el período estival para dar paso a las juventudes de América que, ansiosas de complementar su educación, buscan en nuestras aulas y en el prestigio docente de nuestros maestros la voz aleccionadora.
Decimos «juventudes de América» sin que nuestra expresión suene a hipérbole. En efecto. En cada nuevo curso el núcleo juvenil crece y se multiplica. Cada alumno, vuelto a su hogar al término de la tarea, es el mensajero verídico y el más útil de los propagandistas. De todos los rincones de América llegan hasta la casa de Andrés Bello y en sus aulas reciben el mensaje de saber y de cordialidad. Cada año ese núcleo es mayor. La Escuela de Verano es, sin duda alguna, una de las actividades que expanden por el hemisferio americano el buen nombre de Chile.