Vol. 5 Núm. 10 (1928)
UNA HORA CON EUGENIO D'ORS. En la piscina de un club, en las proximidades de la Plaza de la Concordia, encontré por primera vez al filósofo. Estaba casi desnudo, y nadaba. Obligado a permanecer frecuentemente en París, para seguir, como representante oficial de España, los debates del Instituto de Cooperación Intelectual. Eugenio d'Ors no puede ni quiere permitirse llevar aquí la existencia libre y dispersa de un turista. Consagra toda la mañana a sus trabajos ordinarios. Sin embargo, como conserva en todas partes la costumbre española del almuerzo tardio, le queda aún una buena hora al mediodia para los ejercicios corporales y para ese "placer de desnudarse" que es, en él más que una higiene, casi una moral.