Vol. 17 Núm. 185 (1940)

La muerte inesperada de Hernández Catá ha producido entre nosotros un hondo sentimiento de pesar. Las razones son muchas. No sólo le conocíamos a través de sus libros sino como persona humana. Vivió algunos años en Chile en el cargo de Ministro de Cuba. Más que todo en el papel de amigo cordial y de hombre de generosos pensamientos. Dejó aquí un núcleo grande y selecto de amigos. Hernández Catá fué un embajador - si hemos de usar la expresión tan traída y llevada - del verdadero espíritu. Se le quería y se le buscaba. En todas las reuniones de escritores y artistas estaba siempre presente animando con su charla el tono de la reunión. No había sitio en el cual se rindiera de algún modo homenaje al espíritu en el cual no fuera necesaria la presencia del autor de «Frutos Acidos».

Publicado: 1940-11-30