Vol. 1 Núm. 3 (1924)

CUANDO se reflexiona sobre la maravillosa arquitectura del pensamiento griego, célula de donde se ha desarrollado el pensamiento europeo de veinticinco siglos y se pregunta uno por qué sucumbió esa raza en plena juventud, se inclina a buscar la respuesta en su falta de sentido místico.

El pueblo heleno vivió lo que sus dioses. A Sócrates, Platón, Aristóteles, a los poetas como Esquilo, a los artistas como Fidias, la Filosofía y el Arte les salvaron de la Muerte. Mas, la gran masa de los atridas que no pudo elevarse a la visión de un ideal nuevo, superior a las divinidades tradicionales, fué incapaz de impregnar de inmortalidad la arcilla de su carne que se deshizo en polvo en las luchas fratricidas.

No hay conciencia sin tragedia. No hay hombre inteligente que no se haya cerciorado con lágrimas que la dicha es engañosa, que a mayor capacidad para gozar corresponde una mayor potencia para sufrir, que hasta la copa de miel que nos brinda sonriente el amor ilusionado es un lazo que nos tiende el Dolor.

Publicado: 1924-06-01