INTRODUCCIÓN
Las personas mayores de 60 años siguen aumentando a nivel mundial. En México, el censo reportado en 2020 indica que este grupo de población representa el 12%, es decir, 15 millones de individuos1. Para el año 2050 se estima que las mujeres de 60 años y más representarán 23,3% y los hombres constituirán el 19,5%. El 50,1% de los adultos mayores de sexo masculino vive con su pareja e hijos, mientras que 45,9% de las mujeres vive en hogares con otros familiares, lo que permite inferir que los adultos mayores viven en compañía de sus familiares, y esto puede tener un papel relevante en su salud física y emocional, especialmente en aquellos que requieren cuidados o apoyo a causa de una enfermedad2,3.
El envejecimiento es considerado como un proceso natural en el cual se asocian varias alte raciones estructurales y funcionales del sistema cardiovascular, que pueden contribuir al aumento de la presión arterial en este grupo etario4 .
Una de las enfermedades crónicas no transmisibles más común es la Hipertensión Arterial (HTA) que constituye una de las causas principales de morbilidad y mortalidad entre adultos mayores de países desarrollados y en vías de desarrollo y también es un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares5,6, afectando a un gran porcentaje de la población mundial, por lo que se debe tener en cuenta sus múltiples factores de índole económica, social, cultural, ambiental y étnica7.
La Hipertensión Arterial (HTA), en el año 2015, fue la responsable del 18,1% del total de muertes y el principal factor de riesgo de muertes prevenibles8 y en México, en el 2018, el 52,4% de los adultos mayores de sexo femenino reportaron tener hipertensión arterial y respecto a los hombres solo el 38,7%1. Anualmente se estima que son diagnosticados 581.000 casos nuevos en México9, lo cual constata que conforme avanza la edad el impacto que tienen las enfermedades es mayor, de tal forma que los adultos mayores, tanto hombres como mujeres, reportan una mayor prevalencia de ella10.
De acuerdo con la OMS11 el límite para definir a una persona como hipertensa es una cifra mayor de 140 mmHg en la presión sistólica o una cifra mayor de 90 mmHg en la diastólica. La American Heart Association y el American College of Cardiology emitieron nuevas guías de práctica clínica para la prevención, detección, evaluación y tratamiento de la HTA, con una nueva clasificación12 (normal= <120/80, elevada= 120-129/<80, hipertensión estadio 1= 130-139/80-89 e hipertensión estadio 2= igual o > 140/90), y los factores de riesgo, para el desarrollo de la hipertensión arterial, son la dieta con alto contenido de sal, ricas en grasa, no consumir frutas y verduras, obesidad, sedentarismo e ingestión de bebidas alcohólicas13.
La presión arterial aumenta con el proceso de envejecimiento, por el incremento de la rigidez de las arterias, cambios de los mecanismos renales y hormonales, por lo que se espera que se eleve su incidencia en los adultos mayores. Por ello, si queremos que el tratamiento sea efectivo y mejorar la calidad de vida de los adultos mayores, el abordaje de esta enfermedad debe involucrar tanto al paciente como a la familia o cuidadores, en la medida de lo posible14. Cada vez son más los adultos mayores cuya calidad de vida se ve afectada a causa de la hipertensión arterial y debe tomarse en cuenta para reducir la morbilidad y mortalidad15.
El funcionamiento familiar es definido como la capacidad que tiene la familia de mantener la congruencia y estabilidad ante la presencia de cambios que la afecten y pueden ser generadores de enfermedades en los miembros del sistema familiar16. Una familia funcional es un sistema que cumple mínimamente la tarea de procurar las mejores condiciones para que sus miembros puedan desarrollarse física, emocional, intelectual y socialmente, participa cada uno de sus integrantes, existe afecto, que es esencial entre los integrantes de la familia y la persona cuidada y, por último, tiene la capacidad de solucionar problemas que involucran el cuidado, los recursos económicos y el factor tiempo17.
En este contexto, se sabe que la demanda de cuidados en personas mayores con enfermedades como la HTA influye en el funcionamiento familiar y este, a su vez, se percibe como positivo y afecta la calidad de vida, lo que indica que la familia juega un papel fundamentad18,19).
Así mismo, en diversas investigaciones18,20-22 se ha encontrado que tanto el género, estado civil, el pertenecer a un grupo social y la religión, pueden impactar en el funcionamiento familiar, ya que este está relacionado, directamente, al estado de salud o enfermedad. Por su parte, la comunicación, afectividad, desarrollo, adaptabilidad, apoyo emocional y económico, van a contribuir positivamente en el mantenimiento de un estado de salud óptimo, favorecer la adherencia al tratamiento y a la prevención de enfermedades22. Todo lo anterior trae consigo una buena calidad de vida del adulto mayor.
En México existen un escaso número de estudios sobre la calidad de vida en adultos mayores, por lo que es necesario contar con instrumentos validados y confiables, ya que es imprescindible valorar la presencia del apoyo familiar y las enfermedades crónicas23. Respecto a la calidad de vida, en términos de salud, no necesariamente es ausencia de enfermedad, sino la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, el contexto cultural y sistema de valores en los que vive, en relación con sus objetivos, expectativas, normas, inquietudes, valores e intereses. Además puede estar influenciada por el estado de salud actual, alimentación, educación, trabajo, vivienda, seguridad social, vestido, ocio y los derechos humanos24-26.
Para el adulto mayor la calidad de vida adquiere gran significancia, al perder ciertas capacidades físicas, psicológicas que influyen en la misma. Mantener la autoestima, una visión positiva de sí mismo, la aceptación de cambios en el desarrollo de una vida normal y la adopción de estilos de vida saludables permiten tener una calidad de vida óptima y una mayor esperanza de vida27. Un inadecuado funcionamiento familiar puede traer como consecuencia una repercusión en la calidad de vida del adulto mayor que padece una enfermedad crónica como la hipertensión arterial, ya que se ve afectada su salud tanto física como emocional.
Por lo expuesto, el objetivo de este estudio fue analizar la relación entre el funcionamiento familiar y la calidad de vida en adultos mayores con Hipertensión Arterial.
MATERIAL Y MÉTODO
El estudio fue de tipo descriptivo, correlacional y de corte transversal, en una población de adultos mayores con hipertensión arterial pertenecientes al Centro Comunitario Las Culturas de la Jurisdicción Sanitaria III en Matamoros, Tamaulipas, México. Debido a que en esta jurisdicción no se disponía de un censo de población con hipertensión arterial, se hizo un cálculo de muestra para una población infinita con un nivel de confianza del 95% y una precisión absoluta de 0,085, dando como resultado un tamaño de muestra de 130 adultos mayores que fueron identificados a través de un muestreo por conveniencia, bajo el criterio de tener el diagnóstico médico de hipertensión arterial. Participaron todos los que acudieron a la consulta entre agosto y diciembre del 2019 y todos aceptaron participar en el estudio. La recolección de datos se suspendió cuando se completó el tamaño de la muestra, por lo que no fue necesario reemplazar sujetos de estudio.
Los criterios de inclusión fueron tener 60 años o más y vivir en su contexto familiar. Para evitar sesgos se corroboró que los adultos mayores pudieran responder coherentemente a los cuestionamientos, por lo que se hizo evaluación de orientación en persona, tiempo y espacio al preguntar el nombre, edad, fecha y lugar de residencia.
Se utilizó una cédula de datos personales para conocer las características de los sujetos de estudio. El funcionamiento familiar se midió con el Test de APGAR familiar desarrollado por Smilkstein (1978) 28, el cual es un instrumento que permite valorar de forma general el funcionamiento familiar, a través del grado de satisfacción de la persona encuestada, con su vida familiar y la percepción que tiene del propio funcionamiento familiar, por medio de 5 áreas o componentes (adaptabilidad, cooperación, desarrollo, afectividad y capacidad resolutiva), las cuales son evaluadas a través de cinco reactivos con opciones de respuesta de 0 a 2 puntos: 0= Casi Nunca, 1= Algunas veces y 2= Casi siempre. Se hace una sumatoria de las respuestas que oscila entre cero y diez puntos: Disfunción grave= 0-3; Disfunción moderada= 4-6; Funcionalidad normal= 7-10. La validez y confiabilidad que se ha reportado para este test es de 0,71 a 0,83 en diversos contextos y este es utilizado de manera rutinaria en pacientes con enfermedades crónicas para tener un panorama completo de la persona17.
La calidad de vida se midió con el cuestionario WhoqolBref de la Organización Mundial de la Salud29. Contiene 26 ítems, las dos primeras preguntas indagan la percepción general del individuo sobre la calidad de vida y su satisfacción de salud respectivamente, los 24 restantes evalúan cuatro dimensiones específicas de la calidad de vida: Física (ítem 3, 4, 10, 15, 16, 17 y 18), psicológica (ítem 5, 6, 7, 11, 19 y 26), Social (ítem 20, 21 y 22) y Ambiental (ítem 8, 9, 12, 13, 14, 23, 24 y 25).
Cada pregunta se valora en una escala de 1 a 5, mientras más alta sea la puntuación asignada, más alta será la calidad de vida. Se invierten los puntajes de los ítems negativos (3, 4 y 26) y los puntajes totales obtenidos se convierten en una escala de 0 a 100 para poder establecer comparaciones entre los dominios, ya que éstos están compuestos por un número desigual de reactivos. Para la puntuación de la percepción de la calidad de vida y la salud de los adultos mayores, se clasificó en Deficiente cuando la puntuación se encontró entre 0 y 2,99; Aceptable de 3 a 3,99 y Alta entre 4 y 529. Se ha reportado que el alfa de Cronbach para cada dimensión es de: Físico= 0,82, Psicológico= 0,81, Mental= 0,80 y Social= 0,6830,31.
De manera inicial se solicitó la autorización para el trabajo de campo a las autoridades correspondientes de la Jurisdicción Sanitaria III. Posteriormente, se acudió al Centro Comunitario Las Culturas, para presentarse con los directivos, se identificó a los adultos mayores en el momento de la consulta, se les hizo la invitación a participar en el estudio, se aclararon dudas y se agendó una cita para visitarlos en su domicilio y ahí realizar las entrevistas correspondientes. La recolección de datos se realizó mediante técnica de entrevista, donde el investigador se encargó de leer todas las preguntas al adulto mayor, lo que permitió asegurar que no se presentara pérdida de datos. Al finalizar la entrevista el investigador verificó que todas las preguntas se hubieran respondido.
El estudio fue aprobado por el comité de ética e investigación de la UAMM-UAT, con el registro 090. Este trabajo se apegó al reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Investigación para la Salud32 y a los lineamientos éticos para el desarrollo de la investigación en el área de salud. En todo momento se cuidó la integridad física y psicológica de los adultos mayores y se contó con consentimiento informado.
Los datos se procesaron y analizaron en el paquete estadístico SPSS versión 21 para Windows, se aplicó la prueba de Kolmogorov Smirnov con Corrección de Lilliefors y en función a los resultados se optó por emplear estadística no paramétrica a través de la prueba de Correlación de Spearman y U de Mann Whitney; se consideró significancia estadística cuando p valor fue menor o igual que 0,05.
RESULTADOS
De los 130 adultos mayores con hipertensión arterial que participaron en el presente estudio, el 76,2% (99) correspondió al género femenino, el 58,5% (76) reportó vivir con su pareja marital, solamente el 20% (26) indicó que pertenece a grupos sociales y el 86,2% (112) practica alguna religión. La Tabla 1 señala promedios en variables sociodemógraficas, Funcionalidad Familiar y Calidad de vida. Destaca que la dimensión de la calidad de vida más afectada fue la ambiental (Media= 53,31).
En relación con el funcionamiento familiar, el 85,4% (111) presentó una funcionalidad familiar normal, el 8,5% (11) funcionalidad familiar moderada y el 6,2% (8) funcionalidad familiar grave.
Respecto a la salud el 33,8% (44) resultó con satisfacción alta, el 51,5% (67) media y el 14,6% (19) baja. El 42,3% (55) refirió una calidad de vida alta, el 52,3% (68) aceptable y el 5,4% (7) baja.
Con la prueba de correlación de Spearman se encontró que la edad está relacionada con la calidad de vida física (rs= -0,407; p= 0,000), psicológica (rs= -0,397; p= 0,000), social (rs= -0,182; p= 0,038) y ambiental (rs= -0,207; p=.018); y la escolaridad únicamente relacionó positivamente con la calidad de vida física (rs= 0,260; p= 0,003).
En la Tabla 2 se puede apreciar que la funcionalidad familiar se relacionó con la psicológica (p= 0,008), social p= 0,010), ambiental (p= 0,001) y calidad de vida global (p= 0,011) (Tabla 2).
Adicionalmente se hizo un análisis de diferencias con la prueba de U de Mann Whitney. No se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre el género y la funcionalidad familiar (U= 1458,500; p= 0,654), percepción de salud (U= 1493,000; p= 0,804), calidad de vida global (U= 1499,500; p= 0,832), calidad de vida física (U= 1389,000; p= 0,425), psicológica (U= 1514,500; p= 0,912), social (U= 1310,000; p= 0,215) y ambiental (U= 1264,000; p= 0,138); es decir, tanto la funcionalidad familiar como la calidad de vida de los adultos mayores con hipertensión arterial se comportan de manera similar en mujeres y hombres.
En relación con el estado civil, los que reportaron vivir con pareja marital presentaron mejor calidad de vida en las dimensiones psicológica (U= 1295,000; p= 0,000) y social (U= 1452,500; p= 0,004); no así en la funcionalidad familiar (U= 1816,500; p= 0,230), satisfacción de salud (U= 1798,500; p= 0,189), calidad de vida global (U= 1792,000; p= 0,173), calidad de vida física (U= 1722,50; p= 0,118) y ambiental (U= 1871,500; p= 0,392), donde no se observaron diferencias estadísticamente significativas.
Se identificó que los que pertenecen a algún club social manifestaron mejor satisfacción con su salud (U= 852,500; p= 0,001), mejor calidad de vida global (U= 906,500; p= 0,004), mejor calidad de vida física (U= 856,000; p= 0,004), psicológica (U= 763,500; p= 0,001), social (U= 806,500; p= 0,001) y ambiental (U= 764,500; p= 0.001); no se observaron diferencias significativas en la funcionalidad familiar (U= 1282,500; p= 0,660).
Finalmente se hizo un análisis en relación con la práctica de religión y se encontró que los que practican alguna religión percibieron una mejor calidad de vida a nivel global (U= 680,000; p= 0,014) y calidad de vida ambiental (U= 486,500; p= 0,000) en comparación con aquellos que no practican; no se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la función familiar (U= 838,500; p= 0,217), satisfacción con su salud (U= 839,500; p= 0,213), física (U= 821,500; p= 0,207), psicológica (U= 770,000; p= 0,105) y social (U= 933,500; p= 0,612).
DISCUSIÓN
El análisis de las características sociodemográficas de los participantes, en la presente investigación, permitió evidenciar que un alto porcentaje correspondió al género femenino. Situación similar fue encontrada por García et al.33 al estudiar a adultos mayores de una región de Colombia y además, variables como el acompañamiento marital y grados variables de escolaridad, se configuran como elementos que guardan similitud entre ese estudio y los hallazgos del presente estudio. Posiblemente la explicación al hallazgo de la participación femenina mexicana es que la mujer, socialmente la encargada de los aspectos de la salud de la familia, es quien acude con mayor frecuencia a los centros comunitarios cercanos a su entorno para consulta o para aclaración de dudas.
Respecto a la edad, a medida que se envejece aumenta la incidencia de condiciones crónicas no transmisibles como la hipertensión arterial34, lo que guarda correspondencia con los resultados y datos descritos que confirman las prevalencias señaladas en México35.
Por otra parte, respecto a las asociaciones que guardan concordancia con los hallazgos descritos en esta investigación, respecto a la relación estadísticamente significativa entre la calidad de vida y factores como la edad y la escolaridad, Cardona et al.36 evidenciaron que a medida que aumenta la edad, disminuye la salud física, psicológica, social y ambiental; así mismo, aquellas personas que presentaban una mayor escolaridad, tenían mejor calidad de vida en la dimensión salud física. La relación edad, escolaridad y calidad de vida en estos estudios permite visualizar la importancia de actuar con urgencia en etapas tempranas de la vida para mejorar los resultados en la vejez. Estos autores también lograron establecer que los adultos mayores que tenían pareja marital, tenían una mejor calidad de vida en las dimensiones salud física, psicológica y social.
Continuando con los factores asociados a la calidad de vida de los adultos mayores, los resultados de este trabajo dan cuenta de que la calidad de vida es similar en mujeres y hombres, situación que difiere de lo descrito en un estudio realizado con adultos mayores de una región de Chile37, en donde la valoración general de la calidad de vida mostro mejores resultados en las mujeres, al ser comparada con la de los hombres. Posiblemente las diferencias encontradas son por la mayor participación de mujeres en la mayoría de los estudios, por lo que es difícil determinar en esta relación.
En el estudio de Troncoso y Soto38 se establece que la calidad de vida de aquellas personas que cuentan con apoyo social como amigos o la propia comunidad, mejora la calidad de vida, especialmente en la dimensión psicológica y otros autores como Silva et al.39 consideran que las creencias y prácticas religiosas de los pacientes con enfermedades crónicas son fuentes de apoyo social que se relacionan con mejor calidad de vida. En este sentido, esta investigación coincide con estos resultados, al encontrar que los participantes que pertenecen a algún club social manifestaron mejor satisfacción con su salud y mejor calidad de vida.
Así mismo, los adultos mayores que profesaban alguna religión percibieron una mejor calidad de vida a nivel global y en la dimensión salud ambiental, en comparación con aquellos que no profesaban, similar a lo reportado por otros autores, quienes encontraron que la religiosidad impacta favorablemente en la calidad de vida de los adultos mayores40, lo que puede explicarse en que al realizar las prácticas religiosas, el adulto mayor puede socializar, aceptar su enfermedad y conectar con su ser supremo, lo que favorece la percepción positiva de su contexto y por ende su calidad de vida.
Finalmente, respecto a la relación entre el funcionamiento familiar, la calidad de vida y otros factores de interés, Cardona et al.41 encontró que la funcionalidad familiar se asocia con características como la felicidad, lo que redunda en un mejor bienestar y percepción de la calidad de vida, coincidiendo así con los hallazgos de este estudio.
Aunque los datos se recogieron mediante autorreporte, se verificó la orientación, tiempo y espacio de los participantes y no se observó complicaciones propias de la enfermedad que pudiera interferir en las respuestas, los resultados deben tomarse con cautela debido a que al tratarse de un estudio en el que no se empleó un muestreo probabilístico que permitiera una muestra heterogénea, los resultados no son concluyentes. Por tanto, no disponer de un censo de esta población que permitiera emplear un muestreo probabilístico se convierte en una limitante, situación evidente al tener una participación menor del género masculino, donde la apreciación del funcionamiento familiar y calidad de vida podría ser diferente, por lo que se recomienda cuidar este aspecto en futuras investigaciones.
CONCLUSIONES
Se encontró que a mayor funcionalidad familiar mayor calidad de vida global, psicológica, social y ambiental. Además, se observó que la calidad de vida fue diferente de acuerdo con el género, escolaridad, estado civil, pertenecer a club social y practicar alguna religión.
Por otra parte, la evidencia disponible en relación con los factores que se asocian a una adecuada funcionalidad familiar y la percepción de calidad de vida en este colectivo es diversa, esto hace necesario que se propongan nuevos abordajes investigativos que den respuestas a los vacíos sociales, teóricos y disciplinares que aún existen.
Finalmente, es importante considerar que las variables estudiadas, así como los factores que intervienen en ellas, podrían afectar el curso de la enfermedad, generar complicaciones y afectar una adecuada aceptación y el logro de una salud diferenciada en esta población.