INTRODUCCIÓN
México ha venido aplicando en las últimas décadas una política de apertura y liberaliza-ción económica, que le ha permitido contar en la actualidad con 11 Tratados de Libre Comercio (TLCs) con 46 países, 33 Acuerdos de Promo ción y Protección Recíproca de las Inversiones (APPRIs), y 9 acuerdos de alcance limitado en el marco de la Asociación Latinoamericana de Inte gración (ALADI), posicionándose como el país con el mayor número de tratados comerciales del mundo (Secretaria de Economía, 2015).
En 1986, México pasó a formar parte del Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), lo que dio lugar a la apertura comercial en el país. Pero fue en 1994 con la firma del Tra tado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, NAFTA en inglés), que se complicó la situación, ya que se produjo una reducción de las barreras arancelarias, sin una política de apoyo a los sectores primarios, en particular el agrario, con serios problema para enfrentar una dinámi ca internacional. Este tratado específico mostró la asimetría económica de México con Estados Unidos y Canadá, lo que dio como resultado una serie de negociaciones con una clara desventaja (Girón, 2015).
Otro factor importante para la agricultura mexicana conforme al mercado internacional, fue la privatización y el cierre de la mayor parte de las empresas estatales y los organismos que da ban apoyo al sector agropecuario, ya fuera en la parte de la producción (como Fertilizantes de México y el Banco Nacional de Crédito Rural) o en la comercialización (como la Compañía Nacional de Subsistencias Populares) llevado a cabo en 1995 (Chávez y Macías, 2007). Comparativamente, la evolución del gasto en los diversos programas de apoyo al productor mexicano aparecen relativa mente estáticas, dadas las magnitudes involucra das.
La introducción del Programa de Apoyos Di rectos al Campo (PROCAMPO) a finales de 1993, creó una visión diferente al enfoque antes men cionado. Este programa dio inicio a un proceso de entrega de apoyos directos a los productores, lo cual implicaba, hasta cierto punto, dar marcha atrás al enfoque de eliminación de apoyos plan teado por las políticas públicas. De cualquier manera, fue visible el repunte registrado con la introducción de PROCAMPO. Por otra parte, los pagos directos pueden no compensar suficiente mente a los productores ante el descenso de los precios, lo que dio lugar a la creación de instru mentos complementarios alternativos como el de Apoyo y Servicios a la Comercialización Agrope cuaria (ASERCA) y el de Alianza para el Campo en 1991 (Trujillo et al., 2005).
En este contexto, el estado de Sinaloa ha sido una de las regiones de México que ha transformado su dinámica agrícola, lo que ha generado un nuevo entorno para este sector. En términos generales, Sinaloa ha tenido un incremento en la productividad del sector agrícola; sin embargo, durante el periodo 1995 a 2012, el sector primario cada vez tiene menos importancia en el Producto Interno Bruto (PIB), particularmente a partir de la creación del TLCAN y a raíz de políticas agrícolas posteriores.
Mientras que en 1995 el sector agropecuario representaba el 18,1% del PIB, para el 2012 representaba sólo el 11,8% (INEGI, 2015). Como se puede apreciar, la economía sinaloense depende cada vez menos de la producción de bienes rela cionados directamente con los productos agrope cuarios y es progresivamente menos importante como pilar de la economía. Aunque la producción agrícola no crece, sus precios han aumentado en los últimos años, lo que ha generado incrementos en los precios al consumidor.
A pesar que en los últimos años el peso del sector agropecuario de Sinaloa está disminuyen do, aún es uno de los principales productores del país, ocupando el tercer lugar por detrás de Jalis co y Veracruz; estos estados junto con Michoacán, Sonora, Chiapas y Puebla representan 50% del valor de la producción agropecuaria mexicana (FAO, 2012). La producción agrícola del estado contribuyó en el 2012 con el 96% de la produc ción nacional de berenjena (Solanum melongenea), 71% de garbanzo en grano (Cicer arietinum), 43% de pepino (Cucumis sativus), 37% de jitomate (Ly-copersicum esculentum), 24% de chile verde (Capsi cum frutescens), 19% de papa (Solanum tuberosum), y 17% de maíz en grano (Zea mays) (SIAP-SA-GARPA, 2015a).
Sin embargo, derivado de los procesos de apertura de mercados, en el año 2011 se dejó de producir arroz (Oryza sativa) en Sinaloa, debido a que era más barato comprarlo en el exterior. Si bien no era una producción cuantiosa, provocó una situación de dependencia total de la importación del grano. Para el caso del trigo (Triticum spp.) también hubo una disminución pero no se dejó de producir totalmente. Por otro lado, algu nos cultivos no tradicionales se vieron beneficia dos por las nuevas condiciones del sector, tal es el caso del agave (Agave tequilana weber azul), que se empezó a producir en 2003, y el caso de hortalizas no tradicionales como el baby back choi (Brassica rapa var. chinensis), boi choi (Brassica rapa var. chi-nensis), choi sum (Brassica rapa var. parachinensis), daikon (Raphanus sativus), gailan (Brassica oleracea var. alboglabra), yu-choy (Brassica rapa var. parachi-nensis), kohirabi (Brassica oleracea var. gongyloides) y el napa (Brassica rapa ssp. pekinensis), que si bien su producción no es tan cuantiosa, en los últimos años ha venido en aumento (SIAP-SAGARPA, 2015b).
Algunos estudios previos han analizado la dinámica del sector primario en México y sus cambios estructurales. Escalante y Catalán (2007) realizaron un estudio del PIB Agropecuario y no Agropecuario de 1994 a 2007, encontrando inci dencias de estacionalidad y volatilidad en torno a la producción agropecuaria de México; al igual que fuertes fluctuaciones a lo largo del periodo de análisis (1988-2006), destacando además la im portancia económica que han venido cobrando las hortalizas después de la creación del TLCAN.
De Grammont (2010) por otro lado, examinó la evolución de la superficie sembrada y cosecha da de los principales grupos de cultivos en Méxi co, durante el periodo 1980 a 2006, encontrando que los cultivos de cereales han disminuido la superficie sembrada y cosechada, mientras que los cultivos de forrajes, hortalizas y frutas han ido en aumento. Analizó también el valor de la producción de los mismos grupos de cultivos, en contrando que los forrajes, hortalizas y frutas son los más rentables, lo que explica la dinámica de la superficie destinada hacia estos cultivos.
Existen otros análisis que se enfocan a deter minar la autosuficiencia alimentaria de México. Rivera et al. (2014) examinaron las importacio nes y exportaciones a nivel nacional durante el sexenio 2006 al 2012, al igual que la superficie sembrada y cosechada de maíz, frijol (Phaseolus vulgaris), caña de azúcar (Saccharum officinarum), trigo, sorgo (Sorghum vulgare) y soya (Glycine max), encontrando que México cuenta con una balanza comercial deficitaria para el periodo de análisis, y enfatizan que la política nacional debe estar enfocada a disminuir la interdependencia de los productos básicos pasa satisfacer así la de manda interna.
Dado lo anterior, es de suma importancia el estudio de la relación de la política federal con el sector agropecuario, históricamente uno de los más estratégicos y de mayor incidencia en el desarrollo económico y social del estado de Sinaloa. Por lo anterior, el objetivo del presente estudio fue analizar la evolución de la estructura productiva agrícola del estado de Sinaloa a partir del TLCAN para determinar su incidencia en el desarrollo del sector.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se efectuó un análisis descriptivo comparati vo de tipo multidimensional. A partir de las variables identificadas en la revisión bibliográfica, con la información disponible se diseñó una base de datos teniendo en cuenta la información re portada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (INEGI, 2015), proyecciones de población del Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2015), e información de la Secreta ria de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP-SAGARPA, 2015), teniendo como variables de estudio las indicadas en la Tabla 1.
Las variables de superficie sembrada, cose chada y volumen de producción, están asociadas a los cultivos de cereales, forrajes, frutales, hor talizas, industriales, legumbres secas y oleagino sas. Para cada grupo se tuvo en cuenta el total de cultivos de 1995 a 2012 de la siguiente manera: 1) Cereales: arroz, maíz grano, trigo grano, ave na (Avena sativa); 2) Forrajes: sorgo grano, pastos (Dichantium annulatum, Panicum maximun y Cynodon dactylon), sorgo forrajero (Sorghum vulgare), alfalfa (Medicago sativa), maíz forrajero (Zea mays), zempoalxochitl forrajero (Tagetes erecta), rye grass (Lolium multiflorum Lam) y garbanzo forrajero; 3) Frutales: mango (Mangifera indica), coco (Co cos nucifera), ciruela (Spondias purpurea), sandía (Citrullus lanatus), naranja (Citrus sinensis), limón (Citrus aurantifolia), papaya (Carica papaya), lichi (Litchi chinensis), toronja (Citrus paradisi), man darina (Citrus reticulata), blueberry (Vaccinium spp.), durazno (Prunus persica), aguacate (Persea americana), tamarindo (Tamarindus indica), jaca (Artocarpus heterophyllus), nanche (Byrsonima crassifolia), guayaba (Psidium guajava), fresa (Fraga ria vesca), pitahaya (Hylocereus undatus), arrayan (Myrtus communis), guanábana (Annona muricata), lima (Citrus limetta), manzana (Malus domestica), melón (Cucumis melo), plátano (Musa paradisiaca), uva (Vitis vinífera), zapote (Casimiroa edulis); 4) Hortalizas: tomate rojo, chile verde, tomate verde (Physalis ixocarpa), calabacita (Cucurbita pepo), pe pino, ejote (Phaseolus vulgaris), berenjena, cebolla (Allium cepa), chícharo (Pisum sativum), nopalitos (Opuntia spp.), calabaza (Cucurbita máxima), apio (Apium graveolens), brócoli (Brassica oleracea var. itálica), coliflor (Brassica oleracea var. botrytis), haba (Vicia faba), huazontle (Chenopodium nuttalliae), jícama (Pachyrhizus erosus), lechuga (Lactuca sativa), rábano (Raphanus sativus); 5) Industriales: agave, caña de azúcar, algodón (Gossypium herbaceum), cebada grano (Hordeum vulgare), tabaco (Nicotiana glauca); Legumbres secas: fríjol y garbanzo grano; 6) Oleaginosas: cártamo (Carthamus tinctorius), ajonjolí (Sesamun indicum), cacahuate (Arachis hypogaea), girasol (Helianthus annuus), soya; 7) Tu bérculos: papa y camote (Ipomoea batatas).
Nota: Las variables cuantitativas continuas están asociadas a la distribución probabilística normal y las cualitativas al modelo multinomial.
Para el procesamiento estadístico de los datos se empleó el Modelo Lineal General (GLM), in corporando el análisis multivariado de la varianza MANOVA con contraste canónico ortogonal (Montanero, 2008), estableciendo la dimensionalidad de la comparación multidimensional, por medio del criterio de máxima verosimilitud ob servando el mayor valor propio significativo (in corporando 144 datos para cada tema evaluado); se aplicó adicionalmente análisis de componentes principales método Q (Meyers et al., 2009), ano tando que las variables activas eran de naturaleza cuantitativa asociadas a distribuciones probabilísticas de tipo normal; dicho método se utilizó para generar factores a partir de una combinación lineal que explica la máxima variabilidad, lo que permitió establecer que cultivos son los de ma yor importancia para cada variable. El análisis se complementó por medio de estadística descrip tiva de tipo unidimensional con el objetivo de establecer media aritmética, desviación típica y coeficiente de variación para cada tipo de cultivo (Meyers et al., 2009). Para el análisis estadístico se utilizó el paquete estadístico SAS University Edi tion Virtual Application (SAS Institute Inc., 2015)
RESULTADOS
En relación a la superficie sembrada, se en contró una evolución creciente en cereales y frutales, con diferencia estadística a lo largo del tiempo (p < 0,05); mientras que para los cultivos industriales se observó una disminución del pri mer al segundo sexenio, manteniéndose hasta el tercero (p < 0,05). Los cultivos de forrajes, legum bres secas y oleaginosas se mantuvieron estables, no detectándose diferencia estadística (p > 0,05) entre sexenios (Tabla 2).
La superficie cosechada de cereales, forrajes, legumbres secas y oleaginosas, se mantuvo constante a lo largo del periodo, ya que no presenta ron diferencia estadística (p > 0,05). Los cultivos frutales sin embargo, tuvieron un aumento (p > 0,05), durante los tres sexenios (Tabla 2).
En lo que respecta al volumen de la produc ción, sólo los cereales y tubérculos tuvieron un crecimiento durante el primer sexenio con respec to al segundo (p < 0,05), mientras que el resto de los cultivos se mantuvieron estables (p < 0,05) a lo largo de los 18 años de referencia (Tabla 2).
El análisis multivariado de la varianza MANOVA permitió detectar diferencias altamente significativas para la superficie sembrada y cose chada (p < 0,0001), al evaluar de manera simultánea todos los cultivos (la técnica multivariada MANOVA incorporó 144 datos en su procedi miento, para cada tema evaluado); no se detec tó diferencia para el volumen de producción (p > 0,05). Al efectuar el contraste canónico de tipo ortogonal, la diferencia se estableció para la su perficie sembrada entre los tres sexenios, para la superficie cosechada la diferencia se dio entre el sexenio 1 respecto a los demás sexenios evalua dos, para el volumen de producción no se detectó diferencia entre los periodos evaluados (Tabla 3).
Al evaluar el coeficiente de variación de los cultivos, se puede observar homogeneidad en la superficie sembrada relacionada con forrajes, fru tales, hortalizas y tubérculos a lo largo del tiempo evaluado. En lo pertinente a la superficie cosecha da se detectó similitud entre sexenios referente a la dinámica de homocedasticidad para frutales y tubérculos (Tabla 4).
Fuente: Elaboración propia, 2015.
Letras distintas indican diferencia significativa entre sexenios para cada grupo de cultivos, en cada una de las variables (p < 0,05).
Fuente: Elaboración propia, 2015.
Letras distintas indican diferencia significativa entre sexenios para cada una de las variables (p < 0,05).
El análisis de componentes principales esta bleció que en el estado de Sinaloa los cultivos de mayor relevancia en cuanto a superficie sembra da son cereales, frutales, industriales, legumbres y tubérculos. La superficie cosechada tuvo en general una similitud con la sembrada, salvo que los cultivos industriales desaparecen del primer componente. En cuanto al volumen de produc ción, los cereales, frutales, forrajes, tubérculos y oleaginosas son los de mayor importancia en Si-naloa (Tabla 5).
La dinámica del PIB agropecuario de Sinaloa y México tienden a ser muy afines a lo largo del periodo, destacando únicamente que para el caso del PIB agropecuario sinaloense las variaciones son más abruptas pero en general la dinámica es similar. Se puede observar también que durante el periodo comprendido de 2007 a 2012, existe una disminución en el ritmo de crecimiento del PIB agropecuario, tanto de Sinaloa, como de Mé xico (Fig. 1).
Haciendo la comparación del aporte del PIB agropecuario sinaloense al PIB nacional, se observa un ligero aumento en la participación de 1995 al 2008; sin embargo, a partir de la crisis económi ca del 2009 se generó un descenso en la participa ción, como se puede apreciar en la ecuación de la gráfica en ese periodo.
Fuente: Elaboración propia, 2015.
SS = Superficie sembrada; SC = Superficie cosechada; VP = Volumen de producción.
Fuente: Elaboración propia, 2015.
Nota: las celdas marcadas con gris para el Factor 1 de cada variable indican los grupos de cultivos que recogen la ma yor proporción posible de la variabilidad original; las celdas marcadas con gris para el Factor 2 de cada variable indican los grupos de cultivos que recogen la máxima variabilidad posible no recogida en el Factor 1.
Al analizar la dinámica individual de los gru pos de cultivos, se pueden destacar tres aspectos importantes: por un lado, los cultivos de oleagi nosas tuvieron un incremento considerable a raíz de la crisis mundial del 2009, todo ello derivado del aumento de la producción mundial de esos productos en la etapa de crisis; segundo, los culti vos de cereales y forrajes fueron los que se vieron más afectados en este periodo, disminuyendo su cultivo considerablemente; y tercero, la dinámica del resto de los cultivos ha tenido un comporta miento similar a lo largo del periodo analizado. (Fig. 2).
DISCUSIÓN
Los resultados de este estudio indican que con excepción de los cereales y frutales, el área sem brada en Sinaloa tuvo una decrecimiento a partir del TLCAN, lo cual representa un cambio en la estructura de producción agrícola y en la dispo nibilidad de productos para el consumo de la po blación, lo que coincide con los reportes de otros autores (Loría y Salas, 2014).
Al respecto, otros estudios han encontrado que los procesos de globalización han generado cambios en el sector agropecuario, ajustándose a la demanda del mercado internacional (Escalan te y Catalán, 2007); sin embargo, autores como Ghosh (2009) plantea como una de las consecuen cias de la apertura comercial, la reducción de los ingresos de los países que dependen de la agri cultura para su desarrollo económico.
En el caso específico de los frutales, las trans formaciones generadas a partir del TLCAN parecen haber tenido el efecto deseado, por cuanto productos como durazno, limón, toronja y man darina, han logrado aumentar su producción y exportación considerablemente. Todo ello deri vado de los nuevos patrones mundiales de con sumo y de la alta rentabilidad de estos cultivos (Cruz et al, 2013).
Por otro lado, el comportamiento de los cerea les obedece principalmente a las demandas del maíz para el consumo interno, ya que este culti vo en Sinaloa representa alrededor del 95% de la superficie sembrada de cereales, reemplazando áreas sembradas en el pasado con arroz y trigo. Este aumento está relacionado con la dinámica nacional, ya que el maíz en México es el cultivo más importante, con un área sembrada de 8 mi llones de hectáreas, que representan el 39% de la superficie agrícola nacional (Luna et al., 2011).
También responde a un nuevo paradigma mundial, donde el aumento es impulsado principalmente por la generación de biocombustibles, el aumento de la población y los cambios de hábi tos alimenticios, resultado del aumento de los in gresos y la urbanización de las economías emer gentes (Rosegrant y Msangi, 2009).
Cabe destacar que específicamente para Sinaloa, a pesar del aumento en la producción de maíz, este cultivo tuvo un decrecimiento atípi co debido a las heladas ocurridas en febrero del 2011, donde si bien la resiembra de 300.000 hec táreas de este cultivo mitigaron el impacto en ese año, para el 2012 hubo una caída en la producción debido a la incertidumbre que enfrentaron los productores por las condiciones climáticas adver sas para el cultivo (Ayala, 2013).
En cuanto a los cultivos que presentaron una disminución de la producción durante el perio do de estudio, se puede observar que los cultivos industriales y los forrajeros fueron los más afectados, contrariamente a lo que se pudiera pensar dado que los forrajes han ido en aumento debido al crecimiento de la ganadería extensiva. En lo re ferente a los cultivos industriales, coincide con la dinámica sinaloense, y destaca los resultados del análisis de componentes donde se observa como a pesar de que los cultivos industriales se encuen tran en el primer componente para la variable de superficie sembrada, en lo que a volumen de producción se refiere, aún está lejos de los demás grupos de cultivos, por lo que aparece en el se gundo factor para la variable de producción.
En relación a la superficie cosechada, se pue de apreciar que siempre es menor a la superficie sembrada, por lo tanto aún existe una pérdida considerable en las cosechas. Para los cultivos de cereales, hortalizas y legumbres se destaca la gran pérdida en la superficie cosechada el año 2011, que como se planteó anteriormente fue un año de fenómenos climatológicos atípicos, contraria mente a lo que ocurrió con las oleaginosas y los frutales, donde la superficie cosechada aumentó considerablemente después de ello. Por su parte, los cultivos industriales y forrajes fueron los que tuvieron un mayor decrecimiento en el periodo analizado.
En lo referente al volumen de la producción, se destaca que en los cultivos de frutales y oleaginosas se ha venido generando un crecimiento considerable. Estos resultados concuerdan con los planteamientos de otros autores, quienes ar gumentan que tienen relación con las políticas instrumentadas para mejorar la especialización de las unidades productoras a fin de aprovechar las ventajas comparativas (Escalante et al., 2005). La gran diferencia en el crecimiento del volumen de producción entre tipos de cultivo, radica en que los países subdesarrollados como México, de acuerdo con lo planteado por Ratcliffe et al. (2011), ya no cuentan con una política de ajuste estructural como apoyos al crédito y la comercia lización para los cultivos de subsistencia como el frijol y el maíz, abandonando a las localidades rurales.
Por otro lado, si bien tanto el PIB agropecua rio de Sinaloa como el nacional han tenido perío dos de estancamiento, el ritmo de crecimiento si gue al alza. En lo referente a esto, algunos autores como De Grammont (2010) aseguran que a pesar del debilitamiento de la política orientada al sec tor primario, el crecimiento de la productividad agrícola ha sido notable gracias al fortalecimiento de las cadenas productivas y de la agricultura por contrato.
Sin embargo, el desarrollo de los subsecto res locales se ha venido marginando a partir de la apertura comercial, por lo que lejos de lograr un desarrollo local ha generado un sistema de agricultura polarizada (Rello y Saavedra, 2013). A pesar que las reformas al mercado estaban destinadas a mejorar el desarrollo del sector y la producción de alimentos, el resultado fue la cre ciente dependencia de cultivos importados, como lo señala el estudio de Moseley et al. (2010), en el cual se evidencia que la eliminación de subsi dios y disminución de barreras arancelarias, trajo consigo una oleada de productos extranjeros a los mercados locales.
La agricultura por lo tanto, ha venido cam biando de ser un medio de subsistencia a un sistema similar a la manufactura, donde se ante pone la utilidad que generan ciertos cultivos (en su mayoría de exportación) a la satisfacción de la demanda interna de alimentos. Si bien este es un paso importante, la política nacional debe cen trarse en los aspectos positivos de esta dinámica. Por lo tanto, como lo plantea Mahony (2012), la política pública debe ser un regulador de la inver sión extranjera directa en materia de agricultura, ya que en la actualidad el sector público se está reduciendo y reorientándose a crear un entorno favorable al sector privado, favoreciéndolo en lugar de generar un verdadero desarrollo (Lugo-Morin, 2007).
CONCLUSIONES
El análisis de la evolución de la estructura productiva agrícola de Sinaloa a partir del TLCAN muestra un crecimiento de la producción de frutales y oleaginosas, es decir, los cultivos con vocación exportadora, en detrimento de los culti vos de economía campesina. El crecimiento de los productos básicos de la canasta alimentaria del estado, si bien ha sido constante, no es suficiente para cubrir todas las necesidades del mercado in terno, lo cual genera una crisis para satisfacer una parte de la demanda nacional, que se cubría con los excedentes de producción.
Si bien la aplicación de este tratado (TLCAN) buscaba generar crecimiento y mejorar la distribución del ingreso para las regiones de produc ción primaria, el resultado fue todo lo contrario, generando una polarización del sector, acentuan do aún más la desigualdad entre los productores capitalistas y aquellos que producían para auto consumo, resultando en una situación desfavora ble para la población de bajos ingresos.
Por tanto, es necesario una política focaliza da a este sector que integre un desarrollo rural y regional, incorporando la política pública para mitigar las particularidades de un sector tan hete rogéneo y complejo. Asimismo instrumentar ac ciones más eficaces para asegurar la producción y los activos agropecuarios, que son factores funda mentales en el desarrollo del sector.