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Acta literaria

versión On-line ISSN 0717-6848

Acta lit.  n.34 Concepción  2007

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-68482007000100008 

 

Acta Literaria N°34, I Sem. (129-139), 2007

RESEÑAS

 

La ola muerta de Germán Marín

Santiago de Chile: Random House Mondadori S.A., 2005, 379 pp.

 

Mariela Fuentes Leal
Universidad de Concepción, Chile E-mail: mariefue@udec.cl


 

La novela La ola muerta es el último volumen de la trilogía Historia de una absolución familiar de Germán Marín. De la misma manera que en los dos volúmenes anteriores, Círculo vicioso (1994) y Las cien águilas (1997), el escritor utiliza el procedimiento de encargar a su alter ego, Venzano Torres, el rol de crítico y editor del libro. Así, de manera paradójica, Marín concluye su proyecto literario, rizomático, intertextual y experimental. De partida, se hace evidente que sobre la escritura de Germán Marín sólo se puede escribir en términos experimentales, creativos y libres. Es difícil hacerlo en términos académicos y críticos tradicionales, pues éstos se validarían; pero se anularían las líneas trazadas rizomáticamente en el texto.
Por lo anterior, en esta reseña se analizará la novela de acuerdo a como se van presentando los hechos tanto en el plano de la realidad como en el de la ficción, identificando las distintas líneas de fugas que permiten una relación inacabada entre ellos y que, por lo tanto, evidencian el proyecto narrativo de Germán Marín, en cuanto a la configuración de un espacio literario abierto y sin líneas definidas.
Si bien es cierto, en el prólogo de La ola muerta, Venzano Torres analiza esta obra y señala que Germán Marín empleó los mismos procedimientos de los dos libros anteriores, también puntualiza una diferencia, la que radica en el carácter acabado de esta última, en la cual se cierra la historia familiar, con un protagonista que ha fracasado en la ficción y que ha envejecido en la realidad; sin embargo, el cierre conjuga los dos planos y vuelve, de algún modo, al origen de la historia. Además, Venzano Torres rescata la idea de formular una escritura como acto creativo, lleno de repliegues, cortes e intertextos, que anula la noción de género literario y donde el autor se valida a sí mismo en la categoría de crítico literario. Al respecto, señala:

Quizás en este último tomo resulta más evidente cómo la libertad del autor, sin salirse de madre, invade la crónica de su vida transformándola en un espacio literario abierto, más allá del género, donde el discurso campea por sí solo (p. 11).

Es decir, nuevamente, la escritura mariniana apela a un espacio de libertad literaria, donde domina la “fascinación” propuesta por Blanchot en su libro El espacio literario (1992), en la cual el escritor se sumerge en su obra, perdiéndose de la realidad cotidiana para, finalmente, convertirse en su propio crítico. Germán Marín cumple esta función a medida que fundamenta y explica su escritura sobre la base del conocimiento de la cultura, la literatura y, específicamente, las teorías posestructuralistas propuestas en un prólogo exhaustivo, cuya erudición respalda su proyecto literario, el que presenta una escritura inacabada, y que está siempre por hacerse o deshacerse y traza líneas de fugas hacia otros discursos, convirtiendo a la obra en un rizoma cuyas ramificaciones originan una especie de laberinto escritural configurado en múltiples intertextualidades en el propio libro. En otras palabras, se materializa el concepto de rizoma de Deleuze y Guattari, quienes señalan:

El rizoma conecta cualquier punto con otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite necesariamente a rasgos de la misma naturaleza… no está hecho de unidades, sino de dimensiones, o más bien de direcciones cambiantes. No tiene principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda (Deleuze y Guattari, 1997: 11).

Así, el proyecto literario de Germán Marín adquiere un carácter subversivo que anula las categorías totalizadoras del discurso moderno y convierte su escritura en un devenir a diferentes dimensiones, entre las que se encuentra su propia vida, como autor de la obra, contada desde el presente y reflejada en su Diario de Vida, la cual se intercala con la historia narrada del personaje Germán Marín, contada desde el pasado y que ocupa la mayor parte de la novela. En palabras de Venzano Torres:

La idea es proponer que su lectura sea el espejo donde el acto creativo se refleja de manera directa, sin ocultar en el texto los tropiezos y repliegues, incluso cuando el escriviviente tiende a censurarse (p. 11).

La ola muerta, al igual que los dos tomos anteriores, propone dividir la novela en dos planos: ficción y realidad, los que se intercalan en la estructura de la novela y devienen uno a otro para dejar en la incertidumbre al lector. Como ya señalamos, Germán Marín mezcla la historia narrada de su familia, en el pasado, con reflexiones sobre su vida y el proceso de escritura llevado a cabo mientras escribe La ola muerta. Es la vida que deviene arte, donde converge el tiempo de la escritura y la realidad, y por tanto, el proyecto literario mariniano se convierte en un proyecto de vida, ya que como postula Herrero Senés:

El arte es el habla en cuyo modo la realidad puede alcanzar su más plena expresión, hasta tal punto que cada uno de los polos (vida y arte) deviene y se confunde con el otro, y el acto comunicativo tiene presencia como un auténtico acontecimiento (Herrero Senés, 2002: 100).

En el plano de la historia narrada, La ola muerta retoma el proyecto de escritura de Germán Marín iniciado con la publicación de su novela Círculo vicioso cuyo “motor”, derivado del concepto deleuziano de máquina, comenzó a funcionar desde la narración del origen híbrido de su familia chileno-italiana contada por el padre de Marín, quien reconstruye los recuerdos de la memoria perpetuándolos mediante la narración oral a su hijo, el cual se hace cargo de la narración y los plasma en la escritura, desde Las cien águilas hasta La ola muerta, donde se presenta como un personaje inseguro y disconforme con respecto a su vida, a la cual califica como gris y rutinaria.
Así, en este plano de la novela, el autor legitima el conocimiento narrativo que postula Francois Lyotard en su libro La condición postmoderna (1984), donde señala la legitimidad del saber obtenido mediante el traspaso de las generaciones de los antepasados, y concluye que “el saber científico no es todo el saber, siempre ha estado en excelencia, en competencia, en conflicto con otro tipo de saber, que para simplificar llamaremos narrativo” (Lyotard, 1984: 22).
Por otra parte, en el plano de la realidad, en el Diario de Vida del autor, fechado el 25 de abril de 1985, éste se muestra preocupado por el avance de su escritura fragmentada:

He hojeado las páginas con que se inicia este libro y si las dejara intactas de cara al lector, sin corregir las lagunas que atentan a su comprensión, mi tozudez sería semejante a la del borrachín que insistía en saltar sobre su sombra. Hasta hoy, al menos mi maniobra no he podido lograrla… corregiré el principio de la novela anudándolo de manera más estrecha con los hilos de la anterior a fin de ofrecer al lector… referencias necesarias para el conocimiento del personaje (pp. 19-20).

Por lo tanto, Marín manifiesta en los dos planos de la novela, la ficción y la realidad, un malestar con su situación, la que refleja un afán de búsqueda de algo indefinible tanto para el personaje como para el autor. Tal vez en el Diario de Vida, como plantea Blanchot, siente la necesidad de conservar una relación consigo cuando vive en la vida cotidiana, ya que “la fascinación” de escribir una obra lo pierde en la ficción que lo lleva, constantemente, a resucitar el pasado, pues Blanchot concluye en El espacio literario que

para escribir un solo verso hay que agotar la vida en búsqueda del arte. Luego la otra respuesta: para escribir un solo verso hay que agotar el arte, hay que haber agotado la vida en la búsqueda del arte…el arte es experiencia, porque es una búsqueda, y búsqueda no indeterminada, sino determinada por su indeterminación y que pasa por el todo de la vida aunque parezca ignorarla (Blanchot, 1992: 81).

La búsqueda de Germán Marín comienza desde el inicio de La ola muerta cuando narra su propia vida, después de su expulsión de la Escuela Militar y dispone de tiempo libre para reflexionar sobre lo vivido y persistir en la idea de independizarse de su familia, producto del rechazo a sus normas: “El hecho es que en la medida aplicada por el caballero me tenía aprisionado, sujeto como un pájaro cuya jaula era el mundo” (p. 17).

El protagonista se siente prisionero y el sinsentido lo agobia hasta el momento en que la literatura y el cine se presentan en su vida; el primero, mediante préstamos en la Biblioteca Nacional y, el segundo, a través del Teatro Italia donde ve películas populares.

A partir de ese momento, la cultura de los años cincuenta pasa a ser materia de la literatura y se inserta en la narración, creando líneas de fugas en la historia del protagonista, que dirigen al lector a las notas explicativas e interdisciplinarias, insertas al final del libro, referidas a distintos campos del saber: político, cultural y social de aquella época.

La literatura y el cine, gradualmente, comienzan a involucrarse en la vida de Marín, quien genera comparaciones entre los planos de la realidad y la ficción; por ejemplo, se compara con personajes ficticios, como Jean Valjean de Los miserables y vincula su vida con la historia narrada en esa obra.

Más adelante, el lector adquiere información sobre la cultura de masas de la época, cuando la familia de Marín viaja al campo en el verano y éste comienza a entablar una relación amorosa y erótica con la empleada de la familia, Betty Catileo, figura central en esta novela, quien representa el prototipo de la cultura de masas, y dedicada a realizar los quehaceres del hogar mientras escucha los programas radiales en la Radio Yungay, conocida por su programación de boleros y rancheras, y que, además, lee el horóscopo en el Diario Las Noticias Gráficas, conocido por sus contenidos populares.

Mientras tanto, en el Diario de Vida fechado el 14 de junio, el autor se lee a sí mismo y, nuevamente, se plantea reelaborar la narración por parecerle confusa e imaginativa y corrige los episodios narrados y los complementa con nueva información.

En la ficción, el personaje femenino rescata al protagonista del aislamiento y de la soledad e incorpora un elemento poco común en la obra mariniana: el humor. Betty Catileo acepta la invitación del protagonista de salir del espacio de la cocina e incorporarse a los espacios destinados a la familia y romper la jerarquía impuesta sentándose a comer juntos en la mesa central. Desde el primer momento, la joven empleada le muestra al protagonista el mundo de la cultura de masas y anula los temas serios que plantea el protagonista para insertarlo en una cultura más superficial. Marín se siente cómodo con esta nueva forma de vivir y comienzan a surgir en él los deseos eróticos hacia la empleada. El protagonista, al igual que su padre en el tomo Círculo vicioso, hereda la idea de mujer como objeto de erotismo. De la misma manera que en el primer tomo de la trilogía Historia de una absolución familiar se cita a Jean Baudrillard para reafirmar, teóricamente, que la mujer no tiene cuerpo ni deseo propio, sino que se adhiere al deseo del otro, aquí, el autor de la novela reconoce que en él “está el hecho simbólico de mi parte de asumir a las mujeres en la ficción como meros receptáculos de placer” (p. 180). Betty Catileo entra en el juego del deseo del protagonista. Se desliga de sus deberes y experimenta la libertad, deja de usar su delantal blanco e irrumpe en los espacios íntimos de sus jefes, ocupando su vestimenta y su cama. Así, Betty Catileo se convierte en la dueña de casa, que sirve a los deseos del protagonista por el verano y concreta su libertad al aceptar la invitación al Teatro Italia junto a Germán. Más adelante, Betty se liberará completamente a través del robo de un juego de cubiertos. Por su parte, el protagonista olvida su aburrimiento y desgano por la vida, se siente feliz de compartir la libertad con alguien que disfruta la vida sin cuestionamientos. Al terminar el verano, la familia del protagonista regresa a su hogar; nuevamente se produce un rechazo tanto hacia su madrastra Antonieta, a quien califica como una gorda inútil, como hacia su pequeña hermanastra y a su padre, el cual le propone ingresar al Internado Nacional Barros Arana.

En lo relativo a la realidad, Germán Marín reconoce que no es fácil escribir sobre el pasado, tanto por el obstáculo de la memoria como por la transición del personaje. Entonces, en la historia narrada acude a la ficción para continuar con el relato.

Además, en el presente de la escritura, a través de los fragmentos del Diario de Vida del autor, éste no sólo se refiere al proceso de escritura de la misma novela, sino también a su vida cotidiana en el exilio en Barcelona, registrando tanto experiencias banales producto de su aburrimiento como su vinculación con la literatura a través de múltiples lecturas y proyectos editoriales a su cargo:

He continuado preparando, no sé aún para qué editorial, una antología nacida del título que una mañana, de improviso, me cruzó por la cabeza con la velocidad de un conejo, “cuentos para adultos que quieren ser niños”…hasta el momento he seleccionado los relatos “El dragón” de Vladimir Navokov, “El guardavía” de Juan José Arreola (pp. 46, 47).

Por tanto, la literatura es parte de su vida mientras escribe la novela, así como también, personajes reales vinculadas a ella; por ejemplo, Volodia Teitelboim, a quien relaciona con hechos presentados en la prensa, que hacen referencia al estado de la ideología socialista. Luego, la complejidad de la escritura lo inmoviliza para continuar con ella y se desvincula de ella a través de las películas vistas en la filmoteca, después del almuerzo.
En lo relativo a la ficción, el protagonista, después de aceptar la propuesta de su padre, ingresa al Internado Barros Arana, un liceo fiscal sin las reglas autoritarias que le impuso la Escuela Militar, aunque existe la disciplina, ésta no es tan rígida y permite al protagonista recuperar la individualidad perdida en el alcázar de Las Cien Aguilas. En este espacio público, Marín socializa con jóvenes de distintas clases sociales, interesados en política y que tienen proyectos similares, entre ellos el ingreso a la universidad. En este lugar, Germán Marín corrobora que es un sujeto excéntrico, que mantiene una distancia con los otros jóvenes al rechazar los proyectos de vida inculcados por los padres. Sin estudiar en demasía, aprueba el examen de bachillerato, aunque la respuesta a su futuro permanece incierta. Nada lo hace sentir conforme y en el afán de encontrar respuestas a sus inquietudes, acepta la propuesta de su padre para entrar a estudiar Arquitectura en la Universidad de Chile; sin embargo, prontamente, abandona la carrera al darse cuenta que sólo había ingresado para darle el gusto a aquél. Entonces, retoma sus visitas al Teatro y se desconecta de su apremiante realidad.

Después, cuando su padre descubre su deserción, Germán Marín provoca una nueva decepción para su familia que conlleva a la indiferencia y a la desvinculación con él. Incluso, al asistir a la inauguración de la casa del tío Alfonso, con una actitud distante y evasiva, Marín caracteriza al desfile de los personajes familiares, presentados en los tomos anteriores de la trilogía, como burgueses que exhiben su dinero en los mínimos detalles. En ese momento, se da cuenta que no pertenece a ese lugar:

Qué lejos estaba del mundo donde sucedían las cosas de verdad, mejor escribir, donde sucedían los hechos de los titulares. Estaba decidido a irme de Chile no sólo porque deseaba conocer el ritmo de la vida afuera, sino que, además, debido al rechazo que sentía al ser considerado un muchacho irresponsable, si bien evitaba por cobardía de plantearme claramente que, dentro de la familia, era visto como un fracasado y, en el entorno de las amistades, como un pije extraviado parecido a otros (p. 78).

En el plano de la realidad, el autor, al igual que el personaje, a través de su reflexión sobre su proceso literario rompe con la escritura tradicional y anula la noción de género literario al realizar una comparación entre su escritura actual y la empleada en los tomos anteriores a través de la intratextualidad, dándose cuenta que su escritura es relativa e inacabada:

Contrariamente al relato de la experiencia que viví en la Escuela Militar, escrito en Las cien águilas, éstos no tienen la estructura narrativa del anterior sino una suerte de discurso llano, parecido al de la crónica, a través del cual he ido dando cuenta de los hechos bajo un fluir independiente, ajeno a la servidumbre de obedecer a un centro de gravedad temático, que, como sabemos, absorbe todo en las obras temáticas (p. 55).

La fascinación del espacio literario provoca en Germán un desgano por el presente de la escritura, y por lo mismo constantemente está remitiéndose a la historia narrada en el pasado y le cuenta al lector, en su papel de narrador, que más adelante el joven Marín planea un viaje a Europa, influido por las lecturas de ese momento.

En la historia narrada, el protagonista de la novela consigue un poco de dinero con su tía Lina y emprende su viaje a Buenos Aires en 1956 con el fin de partir de ahí hacia Europa. Sin embargo, su estadía se prolonga por cinco años al enfrentarse a una realidad ajena a él, donde lucha por sobrevivir, vendiendo antenitas de radio en la Avenida 9 de Julio. Esta experiencia le parece humillante y fatigosa, pero gratificante en el momento de las ventas. Siente que jamás saldría de esa ciudad con las pocas ganancias de su trabajo. Hasta que se reencuentra con un músico chileno, Joaquín Prieto, con quien comparte su experiencia y más tarde le consigue un nuevo trabajo como discjockey en un lugar llamado “Rendez Vous”, donde establece una amistad con el administrador del local, un uruguayo llamado Cebeyro, misterioso y entretenido, el cual se convierte en la persona más cercana al protagonista y que le informa de conspiraciones en la política del país.

En el trasfondo de la vida del protagonista, Marín describe la densa situación política e histórica en Argentina, donde el gobierno de Perón está en declinación. En el Diario de Vida, el autor vincula los hechos narrados con lo ocurrido a Allende en el golpe de estado de 1973, lo cual también vincula con el presente en su vida, rechazando la visita de Edward Kennedy a Chile en 1986. Entonces, se reitera, en el proyecto literario de Germán Marín, una fuerte crítica al sistema capitalista norteamericano.

El protagonista continúa en la deriva de su vida hasta que un día encuentra una carpeta olvidada por uno de los visitantes de “Rendez Vous”. En ella se encuentran algunos apuntes de la universidad, que lo llevan a replantearse su viaje a Europa y, finalmente, ingresa a estudiar literatura en la universidad, en la mañana, mientras, en la tarde, se dedica a pinchar discos.

Marín conoce en su facultad a Maribel, una joven apuesta, callada y estudiosa, con quien entabla una relación apasionada que se ve interrumpida cuando se entera que ella se casará con su novio de años. Después de una pequeña crisis, restablecen su relación amorosa. En el intertanto, la literatura vuelve a ocupar gran parte del tiempo del protagonista al igual que en la época que visitaba la Biblioteca Nacional; sin embargo:

Notaba que me inclinaba de preferencia por los autores que estaban al margen de los programas. Sobre todo si eran contemporáneos pues me decían algo más. También le prestaba atención a los escritores argentinos entonces actuales, de los cuales recuerdo a varios, leídos más tarde con interés (p. 127).

Paralelamente a las reflexiones de sus lecturas, el protagonista reafirma la delicada situación política de Argentina, en la cual él comienza a verse, gradualmente, involucrado al participar, para ganar más dinero, en la venta clandestina de mercadería ilegal que le proporciona Cebeyro. El protagonista se inserta en los suburbios bonaerenses hasta el punto de faltar a las clases y distanciarse de su novia Maribel. Mientras tanto, en el país se produce la caída de Perón, lo que conlleva un cambio en las autoridades universitarias y profesores.

La situación argentina se convierte en una densa neblina de conspiración que alcanza al protagonista en el momento que la policía lo descubre y lo obliga a espiar a los compañeros de la universidad y entregarle un informe detallado de los pensamientos y acciones con referentes políticos. Esto ocurre a su regreso de su viaje a Chile, a donde había concurrido al entierro de su tía Lina. Además, se entera que descubrieron a Cebeyro y que es prófugo de la justicia en ese momento. Luego, se contacta con Hilda, la novia de aquél, con quien entabla una fuerte amistad. Sin embargo, la vida del protagonista se complica en demasía, queda sin trabajo, la familia de Maribel lo rechaza, reprueba algunos ramos en la universidad, y se ve obligado, por petición policial, a espiar a sus compañeros, sin saber hasta dónde tendrá que llegar.

Por otra parte, en el Diario de Vida del autor, el lector se entera, gracias a la correspondencia con Torres, que aquél, al igual que el protagonista de la ficción, se siente inquieto y a la deriva en su proyecto literario, a pesar de que su alter ego se lo recuerda en una carta:

He recibido unas líneas de Venzano Torres, escritas desde su México consuetudinario, en que me acusa de haber abandonado este tomo de la trilogía. Nada le he dicho que prosigo, bajo el silencio un tanto culpable de quien no está seguro adónde va ni para qué lo hace (p. 117).

Ciertamente, al avanzar la novela, el autor comienza a preocuparse por el título y la ilustración de su obra, lo que evidencia que La ola muerta está configurada sobre múltiples redes, en las cuales nada es azaroso:

Desde hace tiempo me inquieta el título que pondré a este libro y, tras pasar de uno a otro desechándolos, he quedado por el momento con el nombre de “La ola muerta”. Me atrae pues tiene, según pienso, la reminiscencia de aquel movimiento que se llamó en la crítica del cine La Nouvelle Vague. Fue una mirada original, desde ya, en particular la de Godard, que, a través de memorables películas, enseñó a noveles escritores a practicar la fragmentación, la intertextualidad, a introducir la cita literaria, y más que nada, a descubrir el mundo desde otra sensibilidad. Pero sobre todo me atrae ese posible título pues dicha bendita ola, junto con pertenecer a la sucesión ininterrumpida de la naturaleza, revela la nada que contiene (pp. 201-202).

de conservar el título “La ola muerta”, sugeriré a Venzano Torres que la portada lleve como ilustración La gran ola del pintor japonés Hokusai (p. 297).

(Podemos agregar, entre paréntesis, que, también, el título de la novela está en una sección del libro Tala de Gabriela Mistral, compuesta por seis poemas).

Por consiguiente, la escritura mariniana requiere un trabajo corporal, neomedieval, difícil, que se convierte en un objeto de culto y que contiene valor conocimiento, concepto propuesto por Taichi Sakaiya, en su libro Historia del futuro: La sociedad del conocimiento (1994): información especializada y detallada del proceso de escritura y de la cultura tanto de la década de los cincuenta (en el pasado) como en la de los ochenta (en el presente).

Finalmente, en la historia narrada, el protagonista vive una crisis en su relación con Maribel, pues cada vez se ven menos, sobre todo cuando ella se incorpora a un curso de azafata y queda seleccionada para viajar por el mundo. En ese momento, la madre de Maribel preocupada del futuro de su hija le ofrece dinero a Germán, quien lo acepta si ésta intima con él. Luego de concretar esa propuesta, Marín entabla una relación con Luisa, su suegra, que le atrae más que su antigua novia. No obstante, los problemas con la policía lo agobian a tal punto de replantearse su regreso a Chile, el cual se ve concretado con la ayuda monetaria que le proporciona su amante.

Paralelamente a la historia narrada, el autor tiene complicaciones para finalizar la obra, ya que el pasado hace avanzar la historia, y por tanto, duda llegar al presente. Cada vez se le dificulta llegar al punto de encuentro entre los dos discursos: la ficción y la realidad. De hecho, siente que está perdido, como si estuviera dentro de los pasadizos de una especie de laberinto:

Por más que saqué cuentas, me resulta difícil calcular, aunque fuese de manera aproximada la fecha de conclusión pues, a medida que avanzo en la obra, casi siempre a tropezones, siento que me voy perdiendo en una espesura cargada de repliegues, de consideraciones, de estupores, de donde no saldré nunca (p. 130).

Sin embargo, el autor en su Diario de Vida registra que, conscientemente, dejará el acto de escribir antes de regresar a Chile en 1989 en el presente, y la historia narrada en la década de los cincuenta:

La esperanza frustrada de un viaje largo, al otro lado del Atlántico, sino que, además, una sarta de fracasos de los que me costaría restablecerme. A pesar de las observaciones de Venzano Torres en una de sus últimas cartas, pienso que no debo seguir en el relato de la novela pues, a esta altura, se comprende que cada miembro de ella ya está libre de culpa al haber pagado quizá lo suyo. Amén (p. 350).

El proyecto literario de Germán Marín termina cuando reflexiona sobre sí mismo y sobre su escritura, la cual se convierte en un acto de resistencia ante el pasado, ante su familia, ante la tradición literaria; sobre todo, ante la condición de autoexiliado de los sistemas dominantes; incluso, en el presente actual, donde se automargina de la literatura chilena. En otras palabras, a la manera de Kafka, citado desde su Diario por Blanchot:

No me oculto de los seres porque quiero vivir tranquilamente, sino porque quiero morir tranquilamente. Ese trabajo es escribir. Se aparta del mundo para escribir, y escribir para morir en paz. Ahora, la muerte, la muerte contenta, es el salario del arte, es el objetivo y la justificación de la escritura. Escribir para morir tranquilamente (Blanchot, 1992: 84-85).

En su Diario de Vida fusiona el plano de la ficción y la realidad cuando, en víspera de regresar a Chile entra a un cine a ver una película en la que se desvanecen los límites entre los dos discursos mencionados. Entonces, la vida deviene escritura y ésta en una película, en la que aparece el Forryboat American Boy navegando sobre el río Imperial y transportando tanto a personajes reales como ficticios insertos en los tres tomos de la trilogía Historia de una absolución familiar, los que coinciden en una fiesta, donde, por ejemplo, Enrique Lihn invita a bailar a Betty Catileo. Es el arte que deviene vida.

Así, lentamente, el Forryboat American Boy de Círculo vicioso transporta a los personajes hacia el final inevitable de su viaje, donde desemboca el Río Imperial y la muerte termina con los personajes (vida), con la finalización de la película (imagen) y con el desplazamiento de la literatura (ficción).

 

REFERENCIAS

Blanchot, Maurice. 1992. El espacio literario. Buenos Aires: Paidós.
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. 1997. Rizoma. Valencia: Pre-Textos.
Lyotard, Jean-Francois. 1984. La condición postmoderna: Informe sobre el saber. Madrid: Cátedra.
Herrero Senés, Juan. 2002. La inocencia del devenir. Madrid: Biblioteca Nueva, S.L.
Marín, Germán. 1994. Círculo vicioso. Santiago de Chile: Planeta.
–––––––––––. 1997. Las cien águilas. Santiago de Chile: Planeta.
–––––––––––. 2005. La ola muerta. Santiago de Chile: Random House Mondadori S.A.
Sakaiya, Taichi. 1994. Historia del futuro, la sociedad del conocimiento. Santiago de Chile: Andrés Bello.

 

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