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Acta literaria

versión On-line ISSN 0717-6848

Acta lit.  no.64 Concepción  2022

http://dx.doi.org/10.29393/al64-2cplf10002 

ARTÍCULO

LA CONCIENCIA POLÍTICA DE LA MUJER CAMPESINA: VER I RETEN Y DARSTELLEN DE ADOLFINA EN UN DÍA EN LA VIDA DE MANLIO ARGUETA

THE POLITICAL CONSCIOUSNESS OF PEASANT WOMEN: ADOLFINA'S VERTRETEN AND DARSTELLEN IN UN DÍA EN LA VIDA OF MANLIO ARGUETA

Luis Alberto Farías Duque1 
http://orcid.org/0000-0002-4379-9145

1Doctorando en Literatura con mención en Literatura Chilena e Hispanoamericana de la Universidad de Chile Santiago de Chile alberto.fariasd@gmail.com.

RESUMEN

Resumen: La novela Un día en la vida (1980) de Manlio Argueta, es uno de los testimonios que, desde la escritura de ficción, describe mejor el contexto sociopolítico que precedió a la Guerra civil de El Salvador (1979-1992). Es además un texto que otorga -a diferencia de otros escritos semejantes publicados en América Latina durante el siglo XX- relevancia a los personajes femeninos. En este artículo se examinan los capítulos del libro en los que cobra protagonismo el personaje de Adolfina, con el objetivo de evidenciar en qué medida la representación que hace Argueta de la conciencia política que expresa este personaje entra en conflicto con la representación de las otras conciencias traumatizadas que circulan en los demás personajes femeninos. Utilizando como respaldo teórico la discusión que sostiene Gayatri Chakravorty Spivak respecto a la representación/vertreten y la representación/darstellen en su estudio "Can the Subaltern Speak?" (1998), se propone como hipótesis que en la representación que se hace de Adolfina se expresa la adquisición de una conciencia política y/o conciencia de clase.

Palabras clave: Un día en la vida; Manlio Argueta; representación; conciencia política; conciencia de clase

ABSTRACT

Abstract: The novel Un día en la vida (1980), by Manlio Argueta, is one of the testimonies that, from fiction writing, best describes the sociopolitical context that preceded the Civil War in El Salvador (1979-1992). It is also a text that grants -unlike other similar writings published in Latin America during the 20th century- relevance to female characters. This article examines the chapters of the book in which the character of Adolfina takes center stage, with the aim of evidencing to what extent Argueta's representation of the political consciousness expressed by this character conflicts with the representation of the others traumatized consciences that circulate in the other female characters. Using as theoretical support Gayatri Chakravorty Spivak's discussion of representation/vertreten and re-presentation/darstellen in her study "Can the Subaltern Speak?" (1998), it is proposed as a hypothesis that in the representation made of Adolfina the acquisition of a political consciousness and/or class consciousness is expressed.

Keywords: Un día en la vida; Manlio Argueta; representation; political consciousness; class consciousness

Introducción

Representar en literatura a quien ha sido categorizado y conceptualizado como un subalterno, ya sea por aspectos raciales, étnicos, socioeconómicos, de género, orientación sexual o creencia religiosa, puede resultar al menos problemático para quien asuma la ejecución de dicho quehacer epistemológico. Este problema que, en las ciencias sociales, encuentra su sustrato ideológico en la verticalidad academicista que comprende la relación de dominación producida entre la cultura occidental y el resto del mundo -en particular los países en vías de desarrollo y el tercer mundo-, no encuentra solución debido a que, en su conjunto, el discurso intelectual eurocéntrico no se ha inclinado por escuchar verdaderamente la voz de quien considera como el oprimido, sino que, por el contrario, ha diseñado un retrato sobre él, que se ajusta de forma inexorable a los marcos inamovibles de su propia epistemología colonizante. Respecto a esto último, viene al caso recordar como plantea Edward W. Said (2018) que [n]i el imperialismo ni el colonialismo son simples actuaciones de acumulación y adquisición. Ambos cuentan con el apoyo, y a veces con el impulso, de impresionantes formaciones ideológicas que incluyen la convicción de que ciertos territorios y pueblos necesitan y ruegan ser dominados, así como nociones que son formas de conocimiento ligadas a tal dominación: el vocabulario de la cultura imperialista clásica está cuajada de palabras y conceptos como "inferior", "razas sometidas", "pueblos subordinados", "dependencia", "expansión" y "autoridad". (p. 47)

Explicar, por lo tanto, cómo se ha construido desde occidente un relato sobre el subalterno y de qué forma ha sido representado por la historiogra fía europea, fue y sigue siendo el objetivo académico perseguido tanto por el Grupo de Estudios Subalternos (Ranajit Guha, Partha Chatterjee, Dipesh Chakrabarty, Gayatri Chakravorty Spivak) como por la teoría poscolonial (Frantz Fanon, Albert Memmi, Edward Said). Ahora bien, ¿qué ocurre cuando la representación de ese Otro la desarrolla también un subalterno? ¿Es decir, cuando quien simboliza, personifica o interpreta a un Otro también se encuentra subordinado por años de violencia sistemática? ¿Puede haber horizontalidad entre quien representa y el representado en literatura? ¿Cuánta verosimilitud subyace en dicha representación si, como escritura de ficción, la literatura encuentra su fundamento creativo en el mundo real? Las interrogantes son múltiples y las respuestas multiformes; no obstante, lo esencial para esbozar un estudio formal sería escoger un género y un texto literario ad hoc que permita adentrarse en la discusión sobre la representación del subalterno de manera inmediata y sin inconvenientes estructurales tanto en el "plano de la expresión (nivel fónico, nivel morfológico, nivel sintáctico, nivel léxico-semántico) como en el plano del contenido (ficción literaria)" (Fournier, 2002, p. 4). En dicho contexto, la narrativa de insurgencia de México y Centroamérica, que comprende los conflictos acaecidos entre el campesinado, los obreros y las oligarquías gobernantes y las fuerzas de orden, durante el siglo XX (Heriberto Frías, Mariano Azuela, Roque Dalton, Manlio Argueta, Miguel Ángel Asturias, Lizandro Chávez Alfaro, Elena Garro, Marco Antonio Flores, Sergio Ramírez, Carlos Cortés, Ernesto Cardenal, otros), emerge como un corpus de textos narrativos idóneo para estudiar el problema de la subalternidad en esta parte del mundo. Sin embargo, uno de los defectos que con más facilidad se puede observar en dicha narrativa es la exacerbada presencia masculina y patriarcal, en desmedro de una casi nula participación femenina tanto en la enunciación como en el enunciado literario. En este cuadro de acción, y como una excepción a la regla, se enmarca la figura de Manlio Argueta (1935), poeta, novelista y docente universitario salvadoreño, participante del Círculo Literario Universitario (1956) -"donde compartió esfuerzos y distinciones con autores de la talla de Roque Dalton García [(1935-1975)], Roberto Armijo [(1937-1997)], José Napoleón Rodríguez Ruiz [(1910-1987)], José Enrique Silva [(1930-2010)], Jorge Arias Gómez [(1923-2002)] y René Arteaga [(1928-1978)]" (Fernández de Cano, s.f., párr. 3)-; de la célebre Generación Comprometida -"que [,] influida claramente por los postulados filosóficos de [Jean- Paul] Sartre [(1905-1980)] e interesada por todas las circunstancias sociales, culturales y políticas de Centroamérica, englobaba a numerosos escritores activos durante la década de los años cincuenta" (Fernández de Cano, s.f., párr. 3)-; y una de las voces que desde el género novela ha tratado más seriamente los problemas sociopolíticos que ha enfrentado Centroamérica durante el siglo XX, en particular, El Salvador1. En relación con lo anterior, y para efectos prácticos del estudio, se ha seleccionado la obra Un día en la vida (1980), narración que, a diferencia de la gran mayoría de los textos que pertenecen a la literatura de insurgencia y contrainsurgencia latinoamericana, manifiesta la experiencia histórica de violencia y maltrato sistemático sufrido por la mujer salvadoreña.

En el presente artículo, se examinan aquellos capítulos2 del texto en los cuales toma protagonismo el personaje de Adolfina -nieta de Guadalupe Guardado (Guadalupe Mejía Delgado en la vida real), narradora protagonista de la novela-, con el objetivo de evidenciar en qué medida la representación que hace Argueta de la conciencia política que refleja el personaje de Adolfina, es problemática en relación con las otras concien cias traumatizadas (formadas a partir del miedo y dolor producidos por la violencia de las fuerzas de orden y seguridad en contra de los habitantes del Kilómetro) que circulan en los demás personajes femeninos de la obra. Lo anterior, partiendo de la base de tres elementos clave: 1) relación entre la voz y posición de enunciación del autor y lo enunciado, 2) conciencia política en Adolfina vs conciencia traumatizada en otros personajes femeninos y 3) representación paradigmática de dos modelos de identidad femenina enfrentados: mujer nueva e independiente vs mujeres dependientes de una ideología patriarcal. Usando como respaldo teórico la discusión que sostiene Gayatri Chakravorty Spivak en torno a la representación/vertreten y la re-presentación/darstellen en su estudio "Can the Subaltern Speak?" (1998)3, se propone como hipótesis del artículo que en la representación que se hace de Adolfina, a diferencia de lo que ocurre con otros personajes femeninos de la novela, en particular con Lupe, se expresa la adquisición de una conciencia política y/o conciencia de clase.

1. El problema de la representación según Spivak

En "¿Puede hablar el subalterno?" (1998), la teórica india Gayatri Chakravorty Spivak realiza una crítica al planteamiento que, emanado desde el posestructuralismo francés4, diseña una epísteme que postula como sujeto/tema de representación cultural un ser único (varón/blanco/occidental/ europeo) e ignora, ya sea consciente o inconscientemente, el discurso de un Otro (colonizado/no europeo/no occidental), relegándolo a una categoría de representación inferior, sobre todo si se trata de personas provenientes del tercer mundo, en especial de mujeres. Cabe aclarar que su argumentación se desarrolla a partir de las observaciones que realiza sobre una discusión mantenida por Michel Foucault (1926-1984) y Gilles Deleuze (1925-1995)5 en la cual [l]os participantes [...] hacen hincapié en las más importantes contribuciones de la teoría post-estructuralista francesa. [Para lo anterior] [,] [i] nsisten, en primer lugar, en que los entramados entre el poder/el deseo/ el interés son tan heterogéneos que su reducción a una narrativa coherente puede resultar anti-productiva y que lo que se necesitaría sería una crítica persistente. En segundo lugar, afirman que los intelectuales deben intentar arribar a la separación y el conocimiento del discurso del Otro en la sociedad. A pesar de esto, los dos interlocutores ignoran sistemáticamente la cuestión de la ideología y la manera en que ellos mismos están inmersos en la historia intelectual y económica. (p. 1)

Respecto a este último punto, se debe mencionar que Spivak se concentra a lo largo de su estudio, en manifestar que la producción de esta teoría posestructuralista, posee un peligroso impacto, pues potencia la soberanía de un sujeto europeo omnipresente y reafirma con fuerza el capitalismo neocolonial. A partir de dicha premisa, comienza a analizar el significante representación y los dos significados que posee esta palabra en el idioma alemán -1) vertreten/representación (hablar por otro en el nivel socio-político) y 2) darstellen/re-presentación (retrato que se hace de otro en el arte o en la filosofía)-, no sin antes deslizar otra crítica al posestructuralismo, que subyace en la escasa atención que esta corriente ha prestado a la connotación lingüística presente en cada una de las dimensiones semánticas del concepto en esta lengua:

Teorías de tal tipo no pueden darse el lujo de pasar por alto la categoría de la representación en sus dos sentidos. Esas teorías deben tomar nota de cómo la puesta en escena del mundo en tanto representación -es decir: la escena de la escritura (su "Darstellung") - disimula la elección de una necesidad de "héroes", de apoderados paternales y de agentes de poder (su "Vertetrung"). (p. 11)

Spivak concluye de lo anterior que, independientemente de cómo se lleve a cabo la representación del subalterno en la cultura, el problema de estos intelectuales es que conciben a ese Otro desde su posición dominante como europeos6, configurando, mediante una maquinaria científica, legal y económica (violencia epistémica), un sujeto subrepticio que en términos prácticos jamás puede hablar, cuestión que se agrava tratándose de una mujer del tercer mundo7, pues la noción de lo femenino y la de género en este escenario es prácticamente inexistente, quedando su voz relegada, ineludiblemente, al silencio:

Dentro del trayecto parcialmente borrado del sujeto subalterno, el surco de la diferencia sexual aparece doblemente desmarcado. No se trata, entonces, de una participación femenina en la rebelión, ni tampoco de las reglas básicas en la división sexual del trabajo, aunque para ambas cuestiones haya "evidencias palpables". La cuestión es, más bien, que, en ambos problemas, tanto como objeto de una historiografía colonialista y como sujeto de la rebelión, la construcción ideológica de género ["gender"] se presenta bajo el dominio de lo masculino. Si en el contexto de la producción colonial el individuo subalterno no tiene historia y no puede hablar, cuando ese individuo subalterno es una mujer su destino se encuentra todavía más profundamente a oscuras. (pp. 20-21)

2. La novela

Que alguien me diga si ha visto a mi esposo, preguntaba la doña, se llama Ernesto y tiene cuarenta años, trabajaba de peón en un negocio de autos, llevaba camisa oscura y pantalón claro, salió de noche y no ha regresado y no se ya qué pensar [,] pues esto antes no me había pasado.

Rubén Blades, "Desapariciones".

La novela Un día en la vida (1980), del novelista y poeta salvadoreño Manlio Argueta, se conforma como uno de los testimonios que han descrito mejor el contexto sociopolítico que precedió a la Guerra civil de El Salvador (1979-1992), conflicto bélico en el que se enfrentaron la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), desencadenando la muerte de "más de 80.000 [personas] y casi dos millones de desplazados, para una nación de sólo seis millones de habitantes y apenas 21.000 kilómetros cuadrados" (Villalobos, 2000, p. 157). Este conflicto concluyó con los acuerdos de paz de Chapultepec, firmados el 16 de enero de 1992, luego de la negociación iniciada en 1984 entre el Presidente de la República, José Napoleón Duarte Fuentes (1925-1990), y la dirigencia del FMNL, cuyas reuniones fueron mayormente presididas por la Iglesia Católica, mediante la moderación de monseñor Arturo Rivera y Damas (1923-1994), a través de cuatro diálogos: Ronda de la Palma, Chalatenango (15 de octubre de 1984); Ronda de Ayagualo, La Libertad (30 de noviembre de 1984); Ronda de Sesori, San Miguel (19 de septiembre de 1986); Ronda de Nunciatura Apostólica (4 y 5 de octubre de 1987), y la intervención de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 19898.

En cuanto a los aspectos literarios, Un día en la vida conjuga progresivamente la diacronía descriptiva característica del género crónica, la narración en primera persona como pivote articulador del procedimiento narrativo, la trama, argumento, ambiente, tiempo, diálogos, planos social e histórico definidos de la novela contemporánea, y una intención documental en pos de explicar al lector los hechos que condujeron, premunidos de mayor o menor verosimilitud, al conflicto narrado. No obstante, también posee -a diferencia de otros relatos, de estructura y temáticas semejantes, escritos en América Latina durante el siglo XX9- la virtud de otorgar protagonismo a los personajes femeninos en la trama. En palabras de Julián González (1984):

Una radiografía del mundo campesino en su superestructura social […] mediante el recorrido por la conciencia de una mujer […] [q]ue interioriza y exterioriza la visión de mundo de su pueblo, desde el alba hasta el ocaso, en una sucesión de instantes separados por el tiempo del reloj (5.30 a.m., 6.00 a.m., 2.00 p.m., etc.), dentro de los cuales se intercalan episodios cortos en boca y pensamiento de otros personajes (María Romelia, María Pía, Adolfina, La autoridad). Este día en la vida cotidiana de Lupe es la suma de todas las vidas de otros, así como el transcurrir de muchos años de la suya propia. (p. 1)

Respecto al género del texto, es significativo mencionar que Argueta toma características estilísticas tanto del realismo como del vanguardismo. Lo primero se aprecia en las "descripciones minuciosas del ambiente, costumbres, problemas y modo de vivir [que experimenta la protagonista y su círculo más cercano, viviendo en el Kilómetro], acompañadas por el uso de un lenguaje coloquial, que reproduce el habla común y cotidiana" [de Chalatenango] (Fournier, 2002, p. 15). Así se entera el lector del rancho de tigüilote donde viven Lupe y su familia, del nutrido río y de la vertiginosa corriente que, desde el cerro, baja hacia la quebrada, de sus plantas: chilito, limón, güisquil, pipián, zapote; de sus queridos y "molestosos" animales: gallinas que piden el maíz, pollos "con el buche hinchado", chanchos ávidos de machigua; de su compañero canino, el incondicional Pijiriche; de la tienda de don Sebastián en el desvío, del monte donde duerme Chepe, de los curas buenos y malos, de la perversa autoridad que asesinó cruelmente a su hijo Justino, de su otra hija, María Pía -quien sufre por la desaparición de su esposo y teme por la rebeldía que expresa su hija, Adolfina-, y de las aves: el Clarinero, el Pitorreal, la Tortolita, la Chiltota y el Cenzontle, que forjan con su canto un lienzo que, pese a su intenso colorido, oculta vívidas sombras y hondos padecimientos:

Café y tortilla tostada con sal para el desayuno. Así es nuestra vida y no conocemos otra. Por eso dicen que somos felices. Yo no sé. En todo caso esa palabra de "feliz" no me cuadra nada. Ni siquiera sé lo que significa verdaderamente. A veces estamos alegres, eso es otra cosa. (Argueta, 2008, p. 10)

En relación con el aspecto vanguardista de la obra, se destaca la estructura de la novela (cronología horaria de un día en la vida de Lupe Guardado), a modo de diario de vida; el uso de la corriente de la conciencia, técnica utilizada por Argueta para dar forma a las experiencias vitales de Lupe; la alternancia de diversos tipos de narradores (protagonista y omnisciente), y en consecuencia, la polifonía de voces observada al progresar el relato y el conflicto político que describe como tema, propio de la realidad social que experimentaron algunos países centroamericanos durante el siglo XX. Respecto a este último punto, es importante recordar, como señala Celinda Fournier Marcos (2002), que

[...] [aunque] el vanguardismo nació en Europa, también se difundió en América con características comunes, pero a la vez con ciertas diferencias, provenientes de su realidad histórica y de sus necesidades sociales. […] En las primeras décadas del siglo XX, los países latinoamericanos alcanzaron gran desarrollo económico debido a las exportaciones de origen agrícola y minera, y por la inversión del capital extranjero, especialmente de Estados Unidos. Se convirtieron en una gran fuente de materias primas para la industrialización en otros mercados. Sin embargo, con la crisis del 29, estos países sintieron los efectos negativos de la misma. Todo este panorama político, económico y social se vería reflejado en la literatura y en toda expresión del arte, con variantes de la vanguardia europea [,] aunque en el fondo eran similares. (p. 18)

3. Adolfina: entre la realidad y la ficción

Adolfina es el segundo personaje femenino de mayor relevancia en la novela; una cipota10 de quince años que evoca, a través del contenido de sus palabras y las principales acciones políticas en las que participa -la masacre de jóvenes producida en un autobús (relación con el personaje de María Romelia) y la ocupación de la Catedral Metropolitana de San Salvador (mitin organizado por ciento treinta campesinos)11-, el despertar de una conciencia política o de clase en la mujer campesina. Junto con ello, hay que destacar que con la historia de Adolfina, Argueta ofrece al lector una variedad de experiencias (en la ciudad, la represión, la organización, la muerte del abuelo) propias de aquellos campesinos, y estudiantes secundarios y universitarios, que fueron opositores a los gobiernos militares (1972-1977 y 1977-1979) del Coronel Arturo Armando Molina Barraza (1927-2021) y del General Carlos Humberto Romero (1924-2017), periodos reconocidos internacionalmente por una activa represión policiaca y hechos de terrorismo de Estado. En este contexto, uno de los acontecimientos más violentos fue la intervención militar de la Universidad de El Salvador en 1972:

La toma de la Universidad, de julio de 1972, fue brutal, violenta, con desplante de matonería. El campus fue tomado como que se llegaba a un cuartel. Los bienes fueron destruidos o robados. Hasta engrapadores y máquinas de escribir fueron sustraídos. Unos libros de una colección cara, sobre historia centroamericana, con libros valiosos fueron robados... microscopios, probetas, lentes, cámaras y todo lo que ayudara a la docencia fue dilapidado y sustraído. Llegaron los colaboracionistas de la derecha a dirigir la Universidad, más bien a cuadrarse frente a los ocupantes. Instalaron vigilantes con mentalidad de cuerpos de seguridad. [...] La intervención de la Universidad de El Salvador, en 1972, causó un daño irreversible al desarrollo de la educación universitaria, por eso digo que ese día se perpetró un zarpazo de lesa cultura. (Valle, 2016, pp. 20-21)12

Este y otros hechos como la masacre estudiantil del 30 de julio de 1975 -manifestación en las cercanías del Hospital Nacional Rosales en el que la policía asesinó a varios estudiantes, disparando a mansalva13-, el asesinato del sacerdote jesuita Rutilio Grande García, y de sus acompañantes Manuel Zolórzano y Nelson Rutilio Lemus el 12 de marzo de 1977 -"[al padre] [...] lo acribillaron con más de 10 balas en el cuerpo; salvo una, todas eran mortales. [...] El anciano y el joven presumiblemente fueron muertos para que no hubiese testigos" (Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 1978, párr. 48)-, el homicidio del padre Alfonso Navarro Oviedo el 11 de mayo de 197714 y la masacre de las gradas de catedral el 8 de mayo de 1979, acrecentaron la crisis social entre el Estado y la población salvadoreña, que explotó cuando el general Romero fue derrocado por un golpe de Estado el 15 de octubre de 1979, dando paso a la última guerra civil de ese país. Aunque en la obra no se detalla cada uno de estos hechos, el valor historiográfico que posee el personaje de Adolfina es indiscutible, ya que al desarrollar este una conciencia crítica sobre su realidad social, es capaz de aglutinar de forma verosímil los idearios de aquellos/as jóvenes, campesinos/as, sindicalistas y estudiantes que se opusieron a los regímenes militares que gobernaron El Salvador durante la década del 70.

No obstante, para comenzar con el análisis de la representación de este personaje, se debe aducir que la tipología del texto (narrativo/literario/no vela) influye necesariamente en la representación que se realiza de Adolfina, pues, pese a que gran parte de la trama se enmarca en la experiencia vital de Guadalupe Mejía Delgado y de su familia, esta adolescente y su participación en los hechos, podrían tratarse de una construcción íntegramente de ficción15, en cuyo caso, la dimensión del darstellen emergería con mayor fuerza que el vertreten, en el sentido de un "retrato artístico" que representa el discurso de Otro para visibilizar su historia de violencia y sufrimiento. Sin embargo, también podría indicar una relación asimétrica que posiciona la voz del hombre (autor) por sobre la de la mujer (personaje) y la cosifica para transmitir su propio discurso ideológico, lo cual reforzaría la tesis de que Adolfina no solo no existe, sino que tampoco en su representación ficticia puede hablar. Lo anterior, vendría a confirmar la hipótesis de Spivak acerca del silencio de las mujeres subalternas, problemática que, incluso, se reproduciría en la ficción literaria. En relación con ello, Argueta ha señalado que la creación de los personajes femeninos de la novela fue un hecho intuitivo, situación que le significó en su momento cuestionamientos por parte de algunas intelectuales feministas:

El éxito del tema de mi novela [Un día en la vida] en Holanda se debía, me decían, a que tocaba el tema de las mujeres, a que era un hombre que supo acercarse a la voz de las mujeres. Yo no sabía mucho de teorías del feminismo, y recuerdo que unas intelectuales feministas se molestaron conmigo, que cómo podía ser que un intelectual dijera que su acercamiento fuera sólo intuitivo. Después me esmeré: en esa época, principios de los ochenta, el tema de las discusiones feministas había entrado poco. Después me sale con más conciencia, aunque nunca escribo personajes femeninos siguiendo estrictamente un programa, me sigue saliendo con naturalidad. (Muslip, 2007, párr. 3)

¿Cuál dimensión predomina entonces y qué importa verdaderamente para la discusión planteada? ¿La representación/darstellen (retrato artístico), la representación/vertreten ("hablar en lugar de"), o contar la historia de Adolfina?16 Lo esencial, para defender la hipótesis del estudio, es entender que Argueta transmitió la historia de este personaje femenino: una adolescente, quien, a pesar de su corta edad, demuestra haber adquirido una conciencia política y/o de clase que le permite enfrentarse a la persistente violencia e injusticia social que la rodea.

4. Adolfina y la conciencia de sí

Si el producto del trabajo no pertenece al trabajador, si es frente a él un poder extraño, esto solo es posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador. Si su actividad es para él dolor, ha de ser goce y alegría vital para otro.

Karl Marx, El ser humano: alienación y conciencia de sí.

Lo que diferencia a Adolfina de los demás personajes femeninos de la novela es la comprensión de que el problema que la aflige como sujeto -las miserables condiciones de vida que produce el trabajo agrícola y los constantes abusos que experimentan los campesinos a manos de los dueños de la tierra- también afecta al colectivo social en el que ella está inmersa, y que para darle una solución, se deben llevar a cabo acciones políticas concretas. En este contexto, viene al caso recordar lo que plantea Marx (2013) respecto al concepto de enajenación del trabajo:

[...] [e]n su trabajo el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. (p. 83)

Son las condiciones de violencia, la explotación laboral y la degradación espiritual mencionadas por Marx, las que motivan la participación de Adolfina en el mitin del Banco de San Salvador, hecho que derivará posteriormente en una matanza de jóvenes a manos de funcionarios policiales. Narrado por el personaje de María Romelia (de trece años), este relato, en primer lugar, evidencia que Adolfina ejerce un rol relevante entre los manifestantes, pues organiza a los grupos para refugiarse de la policía:

Entonces nos vinimos, cuando sentimos el halicóptero (sic) que venía detrás de nosotros. [...] Entonces una compañera venía apiando (sic) por grupos en cada parada del bus. Y el halicóptero se detenía en el aire. Y la compañera apiaba a otro grupo. Arturo y yo nos tocaba apiarnos en la otra, pues así nos dijo la compa. (Argueta, 2008, p. 32)

En segundo lugar, el texto demuestra que estas jóvenes desde muy temprano en sus vidas estaban ya familiarizadas con las carestías y aprietos económicos propios de la clase campesina, inclusive sobre cuestiones que aluden al oficio de trabajar la tierra: "pues yo [explica María Romelia], verdad, participé cuando fuimos al Banco para tener respuesta para la rebaja de los insecticidas y los abonos, pero el banco estaba cerrado" (p. 31). La necesidad es enorme, pero esta no se repara con el silencio, ni quedándose de brazos cruzados por la humillación, sino saliendo a las calles a reclamar por justicia. Esto parece transmitir, inicialmente, el mensaje de María Romelia que, aparte de acreditar que la adolescente comprende las causas que originan la manifestación política en la que participa, al progresar su monólogo, expresa con precisión cómo se ejecuta la represión policiaca sobre los cuerpos de los manifestantes:

Entonces empezaron a tirar. Entonces nos metimos debajo del bus. Entonces nos tiraron allí abajo. Yo sentía cómo me zumbaban las balas cuando nos tiraban con sus fusiles. Entonces, entremedio de las balas, nos subimos de nuevo al bus. Entonces cuando nos subimos cerraron la puerta y mataron al señor que iba manejando el bus. Se habían metido todos al bus. Y sólo quedó un polecía (sic) afuera cerca de la puerta, apuntando con su metralleta. Entonces nosotros tirados, acostados, en el bus. Y los polecías (sic) nos dijeron que si nos movíamos nos íbamos a morir. Entonces tiraban a las ventanas sólo para quebrarlas que nos caían los guistes (sic). Recuerdo que mi primo Arturo no se movía para nada, más creo que estaba muerto. Entonces, en esos momentos sentí que me balearon la mano derecha. (p. 32)

Herida en su mano, María Romelia recibirá ayuda de Adolfina. Pero, en dicho proceso, esta última será arrastrada por la policía nuevamente hacia el bus, pese a que escapará hábilmente en cuestión de minutos:

En eso llegó otro polecía (sic) y agarró a la compa del pelo y la llevo para el bus. Y lueguito, con otros dos polecías le agarraron de la cintura y la aventaron por las ventanillas adentro del bus. Y la suerte que tuvo que ningún guiste (sic) la hirió, pues al rato venía para afuera como si nada y la ví (sic) que se tiró para un barranco. (p. 33)

Todos los pormenores de esta experiencia traumática desembocarán en la formación de un apretado lazo de amistad entre las mujeres, basado en la adquisición de una conciencia política. María Romelia y Adolfina son compañeras de una misma causa; un destino compartido y heredado, forjado por la miseria y alimentado por las tortillas y la sal: "[d]e pronto un silencio es aprovechado por Adolfina: "[s]upe que estás en la federación, es el camino: organizarse para que no nos golpeen; yo también estoy organizada con los trabajadores del campo" (p. 39). Viene al caso, por otra parte, advertir que la fortaleza moral que demuestran estas adolescentes se distancia mucho de la fatalidad, pesimismo y miedo al porvenir pregonado por la madre de María Romelia, lo que refleja no solo los diferentes caracteres de los personajes femeninos de la novela, sino que también podría sugerir dos modelos de identidad femenina y dos tipos de conciencia propuestos por Argueta en dichos personajes:

[…] [A]sí habla mi mamá [-relata María Romelia-], siempre quejándose y con esperanzas, la pobre. Y dale que dale: "[y]o creo que quizás ya viene el fin del mundo, tanta maldad solo puede tener esa explicación, fíjate, pues, lo que hicieron con tu tío Justino, una barbaridad y pensar que la Lupe tiene tanto coraje, dicen que ni siquiera lo lloró, siempre le admiré esas fuerzas a tu abuela, es única: porque en verdad qué puede hacerse sino aguantar y aguantar y confiar en que por lo menos ustedes van a conocer la tranquilidad, van a vivir en paz y sus hijos van a tener comida suficiente", no puede parar cuando se emociona y si se le contradice se enoja. La escuchamos atentamente. "Pobre mamá", pienso yo, mientras mi compañera tiene los ojos llenos de agua. (pp. 38-39)

La participación de Adolfina en esta concentración obligará a su madre, María Pía, a enviarla a la casa de su abuela Lupe para protegerla de posibles represalias. Cabe mencionar que la muerte de su tío Justino Guardado y la desaparición de su padre a manos de las fuerzas de orden, intensificará las muestras de preocupación de su madre sobre el futuro de la pequeña revolucionaria:

-lástima que no hay quien te acompañe. -No es necesario, me voy sola. -¿No será peligroso, hija?

-En peores cosas he andado, mamá, es lo cierto, yo sé cuidarme sola y no corro ningún peligro.

-Lo peligroso es que te quedés (sic) aquí. (p. 63)

Por añadidura, el asesinato de su tío impulsará una ocupación en la Catedral Metropolitana de San Salvador, en la cual Adolfina participará ayudando en labores de cocina junto a dos maestras. En esta ocupación, la joven dará muestras de su madurez, y conciencia sobre la situación riesgosa que atraviesa:

Ese día no sentí el tiempo. Nada más pensé en mi papá y mi mamá. En mi abuelo Chepe. Y pensé también en la abuela Lupe. Y mis tres hermanos: tengo uno de año y medio, otra, hembra, de 7 años y uno grande de diez. En mi papá no pensé tanto, es la verdad, pues él está desaparecido, que es como estar muerto, y yo tengo por principio no pensar en los muertos porque da mucha tristeza y la tristeza lo desinfla a uno. Mi papá se llama Helio Hernández. Era el sostén de la familia. Ahora soy yo. (p. 119)

Adolfina manifiesta una conciencia política y transmite una independencia en su comportamiento muy superiores a las de su madre y abuela, quienes, generalmente, aparecen representados como personajes que constituyen su lugar en la obra, a partir de la situación que atraviesan sus esposos: Helio Hernández y José Guardado (detenido el primero y asesinado el segundo por la autoridad). Cabe aclarar que con lo dicho anteriormente, no se busca plantear que estos otros personajes femeninos no sean conscientes de lo que acontece con la clase campesina en Chalatenango, sino que ellos actuarían siguiendo una conciencia traumatizada por la aflicción debida a la pérdida y/o peligro que atraviesan sus esposos, adquiriendo, por lo tanto, relevancia en la novela gracias a los hechos en los que estos son protagonistas, a diferencia de lo que acontece con Adolfina, quien parece establecer su propio agenciamiento y reflejar una conciencia política y/o de clase independiente de los lazos familiares. En este sentido, viene al caso entender que "la conciencia de clase permanece ligada [...] a un sentimiento comunitario que, a su vez, se vincula con lazos de nacionalidad y organización política, pero no se asocia a ese otro tipo de sentimiento de comunidad cuyo modelo estructural es la familia" (Spivak, 1998, p. 10). De la distinción anterior se desprenden dos modelos de identidad femenina presentes en la obra: 1) Adolfina (mujer nueva e independiente) y 2) Guadalupe Guardado, María Pía y la madre de María Romelia (mujeres dependientes de una ideología patriarcal). Esto último podría adquirir mayor sustento con la reflexión que realiza Lupe, en relación al concepto de conciencia como vínculo emocional que la une a su marido:

Al principio no lo entendía porque nos dejaba abandonados; no es que se fuera, sino que no nos prestaba atención, pues para él solo existían las tareas. Él nos explicaba las razones. Esta cosa es la conciencia, me dice. Y ya se ve que es algo complicado, que no se puede definir con una sola palabra. La conciencia son todas las acciones que hacemos en provecho de los demás sin andar buscando el interés personal. Yo digo: Chepe es mi conciencia. (Argueta, 2008, p. 136)17

La conciencia de Lupe le pertenece a Chepe, la conciencia de Adolfina solo a ella. Resulta interesante la discusión sobre los modelos de identidad femenina representados en la novela, pues, a pesar de que Adolfina vivencia la misma dominación sexo-genérica que su abuela -propia de la época y del contexto sociocultural en el que se ambienta la novela-, encargándose de realizar las labores domésticas de una mujer del campo (cocinar, lavar, limpiar, atender y velar por el cuidado de sus tíos y hermanos), no está traumatizada como ella; y aunque pueda sufrir por la muerte de sus congéneres, comprende que la acción política (la protesta, la toma de un edificio, la marcha de un grupo de gente en las calles de la ciudad) es la única solución a los problemas que la afectan como individuo dentro del tejido social en el que interviene. No obstante, y pese a que la tentación de querer categorizar este personaje con el epíteto de "feminista" es susceptible de examen, si se considera intencionalmente algunas de sus características, dicha conceptualización, empero, no se puede aseverar con seguridad, si el estudio se basa en lo que la obra relata y describe acerca de este personaje. La representación que hace Argueta sobre Adolfina no alcanza a ser feminista, pues ella aún no visualiza que el mundo en el que está creciendo la subyuga, primero, por su condición de género -cuestión que en todo caso tampoco reconocen los otros personajes femeninos de la novela- y, luego, por su condición social. Toda opresión vivida, en consecuencia, es reducida a la dicotomía de clases: la autoridad perjudica, reprime y asesina a los campesinos; ergo, la autoridad está del lado de los dueños de la tierra. El patrón pisotea al peón; entonces, el peón debe movilizarse. ¿La noción de la mujer como un individuo subalternizado, particularmente, ocupa un espacio dentro de las vejaciones que esclavizan al grupo? No, la mujer es una compañera, una campesina, sea esposa, hija, hermana, tía o cuñada, que convive con los mismos sufrimientos de toda su clase. No obstante, Adolfina ha elegido una identidad diferente al de las mujeres mayores que la rodean. Es valiente, atrevida, y, aunque la muerte, en cuanto estratagema, quiera asecharla y vulnerarla de cerca, su herida no determina su existencia.

5. El desquite llegará tarde o temprano

En los capítulos finales de la novela, la autoridad llega al domicilio de Lupe para interrogar a Adolfina sobre la identidad de un hombre al que han de tenido. La muchacha tendrá primero una tensa conversación con el cabo Martínez -a quien reconoce como uno de los policías involucrados en la desaparición de su abuelo-, en la cual no demostrará temor alguno, e intentará dejarlo en evidencia como uno de los homicidas y torturadores de la gente del Kilómetro:

Ustedes no andan haciendo diferencias, miren cómo agarraron a patadas a mi mamá y yo sé que usted tuvo que ver señor cabo, lo sé muy bien, es más, conozco a su mamá, doña Patricia, no me va a decir que es mentira. Yo soy la hija de Helio Hernández que ustedes no quieren decir donde (sic) está. (p. 129)

Lupe deberá intervenir en el diálogo para evitar que Adolfina sea llevada por los hombres. La polifonía de las voces apresura el ritmo del relato. Todos hablan: Lupe, Adolfina, Martínez y el otro policía, apodado como "el metiche" o "el mequetrefe". Ellos insultan y humillan con su palabra, las mujeres imperturbables y unidas ante la experiencia macabra. Los hombres no dejan de insistir en hablar a solas con Adolfina, Lupe no deja de insistir en salvaguardarla a toda costa:

Hasta que ellos hablaron:

-A esta vieja ya le va a dar patatus (sic). -Vieja más escandalosa. -Vas a dejar ir a la cipota o la llevamos a la fuerza, contra tu gusto. Esta vieja sí que jodió. Esto nos pasa por ser buena gente. Entonces habló Adolfina: -Yo no iría con ustedes, no me muevo de aquí, no sé a quién quieren que yo vaya a ver, mejor llévennos a todos, aunque sea despacio llegamos, si no es para tanto, más caminan estos cipotes, y llevamos chineando al pequeño. No veo el problema. […] La pobre, hablándoles con tanta naturalidad que ni siquiera se daban cuenta que estaba llorando a no ser por la pasada del trapo en la cara y los ojos como chibola de vidrio de tan llenos de llanto. (pp. 132-133)

Adolfina se enfrentará verbalmente con el otro uniformado, a quién también asocia como uno de los golpeadores de su madre. Cuando el sujeto estaba a punto de perder la paciencia con la joven, Lupe se interpone y la tranquiliza. Esta interacción es útil para Adolfina, pues los hombres comienzan a llamar por radio para traer al herido a la casa, evitando así llevársela. El relato se modifica, pues entre la narración se cuelan recuerdos de Lupe. Ella piensa en el concepto de conciencia. Sí, es indudablemente una conciencia política a lo que se refiere, pero esta no le concierne del todo:

La conciencia, me dice, es sacrificarse por los explotados. Yo [afirma Lupe] no hubiera sabido nunca el significado de esa palabra si no me la explica Chepe. Me costó que me entrara la palabra, entender por qué somos explotados. Porque para mí todo era parte de la naturaleza. El que es, es. Cada quien traía su destino. En estas cosas creía [...]. (p. 135)

Lupe observa en Adolfina una actitud diferente a la suya con respecto a la situación que experimenta el campesinado. Una fortaleza interior que le adjudica a las nuevas generaciones. Aquí, nuevamente, la hipótesis sobre los dos modelos de identidad femenina presentes en el texto adquiere sentido; ahora bien, en este caso, respaldada por una cuestión etaria:

No sé en lo que anda mi nieta, sólo sé que es una cipota con otras ambiciones porque nosotros los viejos estamos medios muertos, nos dejamos matar por ustedes lentamente, y no nos dimos cuenta que ya era demasiado tarde, mi nieta está viva y ustedes no la van a matar a muerte lenta. Yo lo sé, y es lo que no les gusta a ustedes, ella vive por todos nosotros, ella respira por nosotros, ella nace mientras nosotros agonizamos, posiblemente ella también nos salvará. (p. 151)

Ya finalizando la novela, Lupe descubrirá a su esposo, José Guardado, en ese cuerpo masculino mutilado y torturado monstruosamente por la autoridad; pero deberá guardar silencio. Un silencio doloroso que, no obstante, le permite proteger tanto su vida como la de sus hijos y nieta. Los posteriores deseos de desquite que surgen en la imaginación de Adolfina, en contra del Cabo Martínez, no se producen, sin embargo, por el reconocimiento de la imagen de su abuelo en ese hombre cercano a la muerte, sino porque este podría tratarse de cualquier campesino/a de Chalatenango:

Me dice: en la imaginación, se me vino como un luzazo18, [el cabo Martínez] tenía los ojos y la boca abierta y por más que le cerraban los párpados, se volvían a abrir y por más que le jalaban los dedos gordos del pie, no se le cerraba la boca, alrededor de su cuerpo las hermanas y la mamá llorando. Y como no le podían cerrar la boca, le pusieron limón, para que no se le metieran las moscas, para que no se engusanara por dentro. [...] Y le digo: Huy hija, esa es una pesadilla. Me dice: Más bien pienso que es una verdad, tiene que ser una verdad. (p. 166)

Se trata de la reafirmación de una causa común, la conciencia de clase. Esta prorrumpe, por razón de la violencia y la tortura atávica, en aquellos/ as que nada han hecho para merecer tan intensos males y tanto han anhelado conseguir un trato que les confiera legítima dignidad; y transmite, mediante su proliferación, un mensaje osado: el desquite llegará tarde o temprano.

Conclusión

En este artículo, se desarrolló un análisis textual sobre la representación del personaje de Adolfina que se realiza en la novela Un día en la vida (1980) de Manlio Argueta. Para ello, se utilizó como respaldo teórico, el debate en torno a las dos dimensiones semánticas del significante representación en el idioma alemán (representación/vertreten y representación/ darstellen), que sostiene la teórica india Gayatri Chakravorty Spivak en su estudio denominado "Can the Subaltern Speak?" (1998), para defender la hipótesis de que en la novela se propone la representación de una mujer campesina (Adolfina) que expresa una conciencia política o de clase. A partir de lo anterior, se extraen algunas conclusiones del estudio: 1) la discusión que desarrolla Spivak en torno al vocablo representación en alemán y sus críticas al posestructuralismo francés fueron útiles para producir la argumentación sobre la representación del personaje de Adolfina, ya que este último es afín a todas las características de los sujetos del tercer mundo, oprimidos simultáneamente por la colonización moderna y su maquinaria epistemológica. 2) Si bien estas dos dimensiones semánticas son importantes, para efectos de este trabajo -y producto de que la representación de un personaje en literatura, aunque esta se enmarque en el realismo, siempre está determinada por la jerarquía creativa del escritor- se optó por valorar que Argueta haya dado a conocer la historia del personaje de Adolfina, independiente de si este se basó o no para su construcción en una persona real. 3) Un día en la vida constituye una excepción a la regla dentro del corpus de textos narrativos que tratan los movimientos campesinos de insurgencia y contrainsurgencia en Latinoamérica durante el siglo XX, pues en su trama se otorga un espacio central a los personajes femeninos. 4) Se evidencian dos tipos de conciencia al interior de la novela (conciencia política y conciencia traumatizada). La primera está representada por los personajes jóvenes: Adolfina y María Romelia, y la segunda por los personajes femeninos adultos: Lupe Guardado, María Pía y la madre de María Romelia. 5) Argueta sugiere dos modelos de identidad femenina: 1) una mujer nueva e independiente (Adolfina) y 2) mujeres dependientes de una ideología patriarcal (Lupe, María Pía y la madre de María Romelia).

Financiamiento:

Artículo asociado al proyecto de investigación FONDECYT REGULAR 1190517: "Origen y formación de la crónica periodística chilena en el siglo XIX (1840-1870)".

Referencias bibliográficas

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1En la entrevista "Un día en la vida de Manlio Argueta: conciencia de su pueblo" (1984), realizada por Julián González al autor salvadoreño, Argueta deja en claro la tremenda importancia que ha tenido su país en el desarrollo de su carrera literaria: "[c]reo que mi mejor logro y de lo cual no me siento avergonzado a hablar es sobre la honestidad con que he vivido. Me siento realizado más sobre cuando lo que quiero expresar en mi obra responde a una realidad de mi país El Salvador. Ha sido mi musa, mi inspiración, mi razón de ser: el pueblo salvadoreño […] Creo que el respeto que le merece el mundo a mi obra, es el mismo respeto que ha ganado mi pueblo. Sin ello no hubiera podido escribir ninguno de mis poemas o de mis novelas". (p.6)

2Si bien los capítulos del libro no tienen un título como tal, pues están numerados por la cronología de un día en la vida de Lupe Guardado, estos se han rastreado para efectos de la comprobación de la hipótesis de este artículo. En este sentido, aquí la mayoría de las citas extraídas pertenecen a los capítulos: 7.a.m., 10.a.m., 11.50 a.m. y 3.p.m.

3"¿Puede hablar el sujeto subalterno?".

4Algunos teóricos que han sido mencionados por las características de sus obras como pertenecientes a esta corriente epistemológica son Roland Barthes, Jacques Derrida, Michel Foucault, Gilles Deleuze y Julia Kristeva.

5El texto citado por Spivak, y a partir del cual desarrolla su argumentación, se titula "Intellectuals and power: a conversation between Michel Foucault and Gilles Deleuze" ("Los intelectuales y el poder: una conversación entre Michel Foucault y Gilles Deleuze").

6El filósofo marxista Antonio Gramsci (1891-1937) ha planteado, en la misma dirección de la discusión que sostiene Spivak, el concepto de Hegemonía de la cultura occidental sobre el resto del mundo. No obstante, a diferencia de la teórica india, Gramsci continúa posicionando como protagonista del debate al sujeto eurocéntrico, pues plantea que: "admitiendo que otras culturas han tenido también importancia y significación en el proceso de "unificación jerárquica" de la civilización mundial [...], cabe decir que han tenido valor universal en la medida en que se han convertido en elementos constitutivos de la cultura europea; la única que ha sido histórica y concretamente universal; es decir, en la medida en que han contribuido al proceso del pensamiento europeo y han sido asimiladas por [e]ste". (p. 115) Viene al caso mencionar que esta afirmación es problemática, pues desconoce el valor, por sí mismo, de las demás culturas y su aporte al conocimiento filosófico y epistemológico global.

7La argumentación que Spivak realiza en torno a este tema se construye a partir del ejemplo del ritual de inmolación de las viudas (sati) que fue prohibido por la legislación británica en la India.

8Previa consulta del secretario general de Naciones Unidas de esa época, Javier Felipe Ricardo Pérez de Cuéllar de la Guerra (1920-2020), El Consejo de Seguridad nombró como mediador especial en el conflicto al diplomático e internacionalista peruano Álvaro de Soto (1943).

9Cabe mencionar que existe un amplio corpus de novelas que, junto a la obra de Argueta, narran los conflictos producidos entre las oligarquías gobernantes y los diferentes movimientos de insurgencia y contrainsurgencia, de estratos campesinos y obreros, en Centro América y México a lo largo del siglo XX. Entre las más destacadas se puede mencionar a Tomochic (1906) de Heriberto Frías, Los de abajo (1916) de Mariano Azuela, Recuerdos del porvenir (1963) de Elena Garro, Trágame Tierra (1971) de Lizandro Chávez Alfaro y Los compañeros (1976) de Marco Antonio Flores, por mencionar solo algunas de ellas.

10Según el diccionario de la Lengua española en Hond. y Nic. niño (persona que está en la niñez).

11Cabe aclarar que desde los años setenta se produjeron varias tomas del edificio de la catedral de El Salvador, incluyendo la toma por parte del Bloque Popular Revolucionario (BPR) en 1975, la "masacre de las gradas de catedral" (1979) y el asesinato de cuarenta y cuatro personas durante el entierro de Óscar Arnulfo Romero y Galdámez (1917-1980), arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980).

12Si bien este hecho, en particular, no aparece retratado en la novela, en este artículo se recoge, debido a que permite entender el agitado contexto social que se vivenciaba en el Salvador durante la época en la que se ambienta el texto.

13"Pero no sólo fueron balazos. Los muchachos y muchachas que quisieron en su desesperada huida saltar los muros de los predios del ISSS, recibieron machetazos en la cabeza y otras partes del cuerpo, hasta desmembrarlos, quedando en el lugar trágicas señales de la carnicería; pedazos de cráneo, cuero cabelludo y masa cerebral, huellas de manos ensangrentadas que aún podían observarse al siguiente día". (Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Capítulo, 1978, párr. 18).

14"[Quien durante] la tarde del asesinato había estado en [la] casa presidencial, llamado sobre la información que había en contra de él, por unas clases que dictaba en un colegio de la capital, [no obstante] [,] [...] a los pocos minutos de llegar [a su casa] unos cuatro hombres llamaron, [...] allí mismo segaron su vida, siete balazos sin salida dejaron en su cuerpo [...]". (Comisión Interamericana de Derechos Humanos Capítulo, 1978, párr. 31)

15Manlio Argueta ha dejado en claro en el documental Manlio Argueta - Un Día En La Vida //Zona Franca TVX (2014) que Un día en la vida no es un reportaje, sino una historia de ficción realizada a partir de la entrevista que hizo de Guadalupe Mejía y otras mujeres de Chalatenango, quienes participaban de una gira en Costa Rica en la que daban a conocer su testimonio sobre las violaciones a los derechos humanos acontecidos en la Guerra Civil de El Salvador. Asimismo, Argueta manifiesta que el único personaje que conservó su verdadero nombre en la novela fue Guadalupe Mejía (Guadalupe Guardado en el libro), sin embargo, cambió el resto de nombres para proteger a la familia de la protagonista de la historia. Lo anterior, no obstante, no permite saber si Adolfina existió o solo fue una invención del autor.

16Cabe declarar que ambas dimensiones exploradas por Spivak en alemán conviven dentro de la representación que hace Argueta del personaje de Adolfina y se articulan como herramientas discursivas para transmitir un mensaje con un contenido poderoso: el impacto de la violencia de la guerra sobre las vidas de un grupo de mujeres.

17Resulta pertinente expresar que la hipótesis defendida aquí sobre la carencia de conciencia política de Lupe se sustenta en la representación ficticia que presenta la novela sobre este personaje, ya que la verdadera Guadalupe Mejía fue una activa participante de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL); así lo describe ella en su libro Mi razón para vivir (2015): "Después de que lo asesinaran me incorporé yo. Nos daban entrenamiento también, llegaba un compañero a darnos entrenamiento militar. De todas maneras, antes de ser yo de las FPL y de que mataran a mi esposo llegaba un compadre a darnos entrenamiento a gente de la comunidad. Al poco tiempo empezó la organización de la UTC, que era la Unión de Trabajadores del campo". (p. 25)

18Según el Diccionario de americanismos de la RAE, este concepto significa "ráfaga de luz".

Recibido: 18 de Marzo de 2022; Aprobado: 16 de Junio de 2022

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