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Acta literaria

versión On-line ISSN 0717-6848

Acta lit.  no.52 Concepción jul. 2016

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-68482016000100012 

RESEÑAS

 

Carolina Pizarro Cortés. Nuevos cronistas de Indias. Historia y liberación en la narrativa latinoamericana contemporánea. Santiago: Colección IDEA, Universidad de Santiago de Chile, 2015, 473 pp.

 

Germán Morong Reyes
Universidad Bernardo O'Higgins. Santiago, Chile 
german.morong@ubo.cl


 

Carolina Pizarros nos ofrece una obra de gran valor, en el contexto de una discusión que ha tendido progresivamente a la legitimidad hermenéutica de los enfoques interdisciplinarios entre historia y literatura. Sabido es que al abordar el conjunto de tipologías signadas de crónicas, cartas relaciones, los historiadores les han imputado a los literatos su descuido por la precisión de los datos y la inexistencia de referencias documentales precisas y estos últimos han señalado un mal manejo filológico y un descuido de la obra en tanto corpus (tipos narrativos, edición, transcripción, autoría, etc.) por parte de los primeros, entre muchos otros aspectos específicos.

Nuevos cronistas de Indias analiza y pone en evidencia las operaciones narrativas que la Nueva Novela Histórica (NNH) ha utilizado, permitiendo orientar un ejercicio literario con fuerte referencia a hechos y contextos históricos y con una preponderancia a visibilizar a los sujetos dominados y compelidos por el poder -en amplio sentido-, en contextos históricos precisos (con fuerte énfasis en el periodo de la conquista y la colonización, las independencias americanas y la sociedad finisecular). La emergencia de la NNH se ha visto justificada por la precariedad del discurso histórico oficial hegemónico de dar protagonismo a sujetos que la crítica poscolonial ha signado de subalternos (categoría aglutinadora de disímiles grupos e identidades expoliados a lo largo de la colonia y la república en Latinoamérica). En una clara posición reivindicativa con los pasados catastróficos de las sociedades latinoamericanas subalternizadas (indios, negros, mestizos), la NNH ha tendido al descentramiento del rol otorgado a los conquistadores, letrados y cronistas en general, verdaderos artífices de una supuesta verdad oficial y dueños de los procedimientos narrativos que otorgan verosimilitud a sus relatos. En este sentido, la crónica hispana de interés indiano exigía a sus autores un proceso de lo narrable más complejo -como por ejemplo ser letrado, declarar las fuentes y utilizar principios de autoridad como lo oído y lo visto-, clausurando de pronto la capacidad de otros sujetos de escribir "historias". A contrapelo, la NNH ha generado una inflexión discursiva al inscribir en los sujetos dominados por el colonialismo una función etnográfica de primera mano, particular e insubordinada a nivel ficcional. Desde una aproximación subjetivamente más humana, la comprensión de los acontecimientos desde el anonimato de un sujeto cualquiera, posicionado como un narrador homodiegético o heterodiegético, han conducido a una interpretación de los sucesos y una clasificación moral de los personajes históricos que toma distancia con las versiones oficiales. Este descentramiento no apunta exclusivamente a exorcizar al discurso histórico de sus supuestos estructurales, sino a visibilizar un arsenal de historias testimoniales que, premunidas también de un fuerte referente histórico, permiten invertir los valores civilizadores, las gestas heroicas y las construcciones identitarias operadas por la propia crónica (en cuanto texto producido en el siglo XVI) y, consecuentemente, por el discurso de una historia oficial (con fuerte hegemonía en los siglos XIX y principios del XX). Se trata, como advierte la autora, de un ejercicio deconstructivo al desmantelar los fundamentos a través de los cuáles una disciplina mantiene su fuerza y se arroga la producción de verdad.

El carácter reivindicativo de la NNH, en el contexto de un paradigma liberador, ha permitido subvertir los prejuicios, estereotipos y las características eurocéntricas de las construcciones narrativas que constituyeron los procesos de conquista y colonización como objetos de discurso. Así, se han logrado recrear, ficcional e históricamente, todos aquellos espacios que redundan en una apreciación más humana del periplo de la conquista, pero también con un tinte más dramático y desgarrador. Las 21 novelas que se analizan en la obra1, producidas entre 1978 y 2003, anuncian las voces múltiples de todos los espacios y hechos silentes y dibujan la personalidad de sus conquistadores más allá de su flamante estampa o de su artificiosa imagen, plasmada en cuanta probanza de méritos fue emitida a la corona española (pienso en los soliloquios, las confesiones y la reflexión introspectiva que se permiten Lope de Aguirre, Diego de Almagro y el mismísimo Cristóbal Colón, desnudando una condición humana más real y más creíble, con clara opacidad en los textos "oficiales").

En razón de lo que hemos señalado, sorprende gratamente la edición de Nuevos Cronistas de Indias en varios aspectos. La primera importancia, en sentido epistemológico, es que le impone un derrotero sustantivo al discurso historiográfico; se trata de la relación recíproca y conflictiva entre texto y realidad. Es decir, el apuntalamiento a la historiografía -incluso ocurrido desde la misma historia en su posición postmoderna o sus vertientes más sociales y culturales- que ha asentado su práctica sobre un terreno inestable; la pretensión de creer y asumir que el relato histórico sería transparente a una realidad factual desaparecida e inaprensible. Ya en la década de los 70, Michel de Certeau2 sostenía dos sentidos para la construcción histórica; considerarla a la vez como un discurso en el que intervienen construcciones, composiciones, figuras que son las de la escritura narrativa , por lo tanto de la ficción, y como una producción de enunciados que aspiran a un estatus de verdad y verificabilidad, por lo tanto científicos, si la ciencia consiste en la posibilidad de establecer un conjunto de reglas que permitan controlar operaciones proporcionadas a la producción de objetos determinados. Pizarro adhiere claramente al primer sentido. Por ello, pone en tensión los procedimientos de la escritura de la historia asumiendo su carácter narrativo y, consecuentemente, su precariedad relativa para operar un proceso "reconstructivo", limitado a la posibilidad de producir un "efecto de realidad" en función de ciertas estrategias narrativas. Una segunda importancia, es la interesante contextualización que propone para leer y ponderar la producción de la NNH en el escenario altamente ideologizado del V centenario, orientado, desde la crítica literaria y de un fuerte revisionismo histórico/historiográfico, a poner en evidencia la miopía con que fue analizado el proceso de conquista y la arbitrariedad para constituir espacios y sujetos predilectos desde una función política e ideológica (notoriamente matizada con los peregrinos aportes etnohistóricos de Nathan Wachtel, Miguel León Portilla o Pierre Duviols en los '70)3. Un tercer elemento es queNuevos cronistas de Indias inscribe su locus enunciativo en un escenario epistemológico que, valiéndose de la "ficción", "le disputa a la historia su capacidad de interpretar el pasado" (37). Para tal labor, Carolina Pizarro ha vinculado la producción de una crítica literaria contemporánea a dos grandes posturas que le sirven de modelo explicativo "para las características que asumen las novelas actuales de tema histórico gestadas en el continente: se trata de la posmodernidad y la poscolonialidad" (37). Empero, la consideración de una tercera vía analítica devenida de la filosofía y la teología, el llamado pensamiento de la liberación. Estos metarrelatos, a mi juicio, permiten liberar la producción histórico-literaria de la NNH de los dispositivos hermenéuticos a través de los cuales la historiografía clásica ha aspirado a producir "verdad", desde el occidente moderno. La insubordinación flagrante a una forma hegemónica de visibilización del sujeto histórico "otro" y la necesidad de conformar un correlato al discurso histórico clásico -y por extensión a la propia cronística del siglo XVI-ubican la perspectiva analítica de Pizarro en los regazos del pensamiento liberador, al observar con cuidado las correspondencias estratégicas entre la NNH y este último.

La obra consta de cinco capítulos cuyo tópico central es el análisis transversal de las 21 novelas escogidas. La propuesta implica, en primer término, reactualizar el término cronistas de indias en función del uso acotado al corpus que ha delimitado, es decir, a "las obras narrativas contemporáneas que dialogan con los procesos históricos fundantes de la dominación colonial y que -muy a su modo- los describen" (95). En el primer capítulo, "El lugar de enunciación", contextualiza pormenorizadamente la tensión epistemológica que existe entre historia y literatura, impugnándole al discurso histórico oficial su pretensión hegemónica sobre el pasado colonial. Auxiliada por un conjunto de pensadores de conocida autoridad en el ámbito de la discusión posmoderna y postcolonial, sitúa el pensamiento liberador como el correlato primario a la emergencia de la NNH. La relación entre ambos anuncia una doble liberación; por un lado, la construcción de un relato ficcional con referencias históricas precisas y documentadas que aspira a "disputarle el status de interpretación verídica a la historia desde los terrenos de la ficción" (72) y, por otro, la constatación de que los autores han despejado de su creación literaria las matrices hegemónicas de lo necesariamente narrable, propios de la crónica oficial o simplemente de los procedimientos heurísticos de la historiografía clásica, lo que constituiría -parafraseando a Mignolo- un tipo de producción geopolítica del conocimiento.

Tras anunciar una liberación narrativa al declarar la "necesidad de superar las categorías de pensamiento y los modos de historización de la cultura europea, para dejar manifestarse una perspectiva latinoamericana" (99), desarrolla los siguientes cuatro capítulos en que desarrolla un análisis transversal de todo el corpus a partir de cuatro ejes fundamentales: a) La recurrencia de determinados tipos discursivos (que comportaría coincidencias en el modo de presentación de las voces narrativas; crónicas oficiales, documentos privados, memorias, diarios de vida y las confesiones), b) El especial uso de la intertextualidad, momento en que las Nuevas Crónicas dialogan con la historia y la filosofía a partir de una serie de referencias en claro auxilio en la precisión de los hechos y procesos históricos o en la formulación crítica de un tipo de razonamiento por parte del narrador, c) La carnavalización literaria y las manifestaciones concretas del carnaval, que supone una subversión deconstructiva al invertir y desmontar los regímenes categoriales del pensamiento europeo, a saber; conquistador/ conquistado; civilización/barbarie; español/indio (siguiendo de cerca los sugerentes alcances de M. Bajtin) y d) La reelaboración de los conceptos de tiempo y espacio. Se analiza el hecho de que en Nuevas cronistas de Indias opera un distanciamiento de las categorías de temporalidad canónicas; se trata de verdaderas redefiniciones a la idea de tiempo lineal y secuencial, la negación del devenir, la vuelta del pasado, la propuesta de una circularidad temporal, etc.

Con todo, estamos frente a una obra de gran espesor teórico y de gran utilidad analítica, en términos de constituirse en una propuesta teórico-metodológica que sugiere la presencia de un subgénero literario que, frente al desconcierto por la cuestionada fiabilidad del discurso histórico, ha emprendido la labor de reescribir la historia, en el entendido de que ambas disciplinas se valen de un soporte narrativo.

Notas

1 Daimón, Los perros del paraíso El largo atardecer del caminante del argentino Abel Posse; 1492. Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla Memorias del Nuevo Mundo del mexicano Homero Aridjis; Diario maldito de Nuño de Guzmán, Las puertas del mundo, Invasores del Paraíso Lluvia para la tumba de un loco del mexicano Herminio Martínez; El arpa y la sombra del cubano Alejo Carpentier; Lope de Aguirre. Príncipe de la libertad del venezolano Miguel Otero Silva; Vigilia del Almirante del paraguayo Augusto Roa Bastos; El último manuscrito de Hernando Colón del español Vicente Muñoz Puelles; Maluco (la novela de los descubridores) del uruguayo Napoleón Baccino Ponce de León; El mar de las lentejas del cubano Antonio Benítez Rojo; Ay Mama Inés (crónica testimonial) del chileno Jorge Guzmán; Crónica del descubrimiento del uruguayo Alejandro Paternain; Hijo de mí del chileno Antonio Gil; El entenado del argentino Juan José Saer; Esa maldita lujuria del argentino Elio Brailowsky y La invasión a un mundo antiguo de la chilena Rosa Miquel.

2 Cfr. Michel de Certeau. (1985). La operación histórica. En J. Le Goff y P. Nora (eds.), Hacer la historia (pp. 3-41). Tomo I Nuevos problemas. Barcelona: Ed. Laia.

3 Cfr. Nathan Wachtel (1976), La visión de los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570). Madrid: Alianza Editorial; Miguel León Portilla (1959), Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista. México: Universidad Nacional Autónoma de México, y Pierre Duviols (1977), La destrucción de las religiones andinas. Conquista y colonia. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

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