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Acta literaria

versión On-line ISSN 0717-6848

Acta lit.  n.33 Concepción  2006

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-68482006000200011 

 

Acta Literaria Nº 33 (145-151), 2006 ISSN 0716-0909

NOTAS

 

El oficio en el panóptico. Hacia una configuración del campo de la crítica literaria en América Latina

Craft in the panopticon. Towards a configuration of field in literary criticism in Latin America

 

CLARA MARÍA PARRA TRIANA

Universidad de Concepción. Concepción, Chile
E-mail: claraparra @udec.cl

 

De igual modo que, en el lado de la producción, ya no hay lugar para los ingenuos más que como artistas objeto, tampoco hay ya lugar para una recepción ingenua de primer grado: la obra producida según la lógica de un campo poderosamente autónomo, exige una percepción diferencial, distintiva, atenta a las desviaciones respecto a las demás obras contemporáneas o pasadas.

PIERRE BOURDIEU, Razones prácticas

 

 

De acuerdo con la teoría de los campos de Pierre Bourdieu, los campos de producción cultural poseen unas reglas de juego en las que se instalan los agentes que buscan el reconocimiento a través de sus productos (tomas de posición). Con ellos cada uno consolida una apuesta particular que enriquece la estructura del campo. Aquel reconocimiento se da gracias al grado de consagración que sus pares le adjudiquen, más que las concesiones que pueda hacerle al gran público (Bourdieu, 1995: 323). Dentro de dicho reconocimiento se incluyen también las opiniones y conceptos que establece el público especializado, que en muchas ocasiones actúa como una suerte de "sacerdote" que "evangeliza" al gran público con "la buena nueva" literaria o artística, desarrollando al mismo tiempo su habilidad en lo que se refiere a la comunicación de sus hallazgos y aportes al campo artístico, ayudando a la consagración de los agentes y la suya propia, por ser un trabajo reconocido por sus pares.

Esto último ha hecho que, anexo a los campos de producción cultural, se consolide el campo del público especializado o, para mejor decir, el campo de la crítica y la teoría, el cual legitima su existencia gracias al mercado de bienes simbólicos, establecido por las producciones artísticas. En este sentido, concebimos el campo de los estudios literarios como un espacio que ostenta sus propias reglas de funcionamiento, por poseer un círculo definido para la lucha de fuerzas. Recordemos la definición de campo literario que nos ofrece P. Bourdieu (1995):

Es un campo de fuerzas que se ejercen, sobre todo, aquellos que penetran en él y de forma diferencial según la posición que ocupan (por ejemplo, tomando puntos muy alejados, la de un dramaturgo de éxito, la de un poeta de vanguardia), al tiempo que es un campo de luchas de competencia que tienden a conservar ese campo de fuerzas. Y las tomas de posición (obras, manifiestos, manifestaciones políticas, etc.) que se pueden y deben tratar como un "sistema" de oposiciones para las necesidades de análisis, no son el resultado cualquiera de acuerdo objetivo sino el producto y envite de un conflicto permanente (p. 345).

En Las reglas del arte (2005), Bourdieu plantea que cuando los escritores (agentes de producción literaria) se hicieron conscientes de la posición diferencial que encarnaban sus obras, la lucha de fuerzas se declaró abiertamente y el campo adquirió mayor definición, pasando a preocuparse por su autonomía; sin embargo, la claridad y el conocimiento de los agentes a cerca de su posición en gran parte es otorgada por el público especializado, por ser quienes reconocen los aportes, rupturas y/o continuidades. Así que se hace innegable el papel fundamental que posen los estudiosos en el juego de apuestas que realizan los productores, tanto para el gran público como para el campo en general1.

El campo de los estudios literarios fundamenta sus tareas en la necesidad de tomar a la obra literaria como un objeto que, perteneciendo simbólicamente a una realidad histórico-social, ofrece una toma de posición del hombre en el mundo, y que como tal habla de su condición reflexiva y crítica; a su vez los estudios literarios, en su dimensión teórica, se han propuesto la creación de modos de acercamiento a los productos estéticos (modelos de análisis e interpretación), metodologías enmarcadas dentro de las ciencias humanas; en su dimensión crítica estos estudios proponen valoraciones estéticas de dichos productos; las condiciones anteriores los ubican dentro del gran circuito de distribución del objeto estético, y paralelamente actúan como filtros de autoridad para la lectura.

Pero los principales lectores de los estudios literarios no es el gran público que "consume" las obras, sino los agentes productores de este tipo de discursos; lo que nos lleva a plantear la problemática que nos ocupa: las preocupaciones del estudioso (ya sea crítico, analista o teórico) abundan en la medida en que piensa su trabajo dentro del campo de la lucha de fuerzas que constituye el campo de la crítica, ya que sus tomas de posición (discusiones y elaboraciones), de forma explícita o no, se ubican como reacciones, respuestas, contrapartes, cuestionamientos, etc., de tomas de posición anteriores en pos de evidenciar el paso significativo que los justifica. Su posición se asemeja a la del hombre del panóptico, debido a que su condición es la de aquel que actúa sabiéndose observado, y a su vez observa el comportamiento de sus iguales. Recordemos la imagen del panóptico que nos describe Michel Foucault (1989), a propósito de la obra de Bentham:

El principio era: en la periferia un edificio circular; en el centro una torre; ésta aparece atravesada por amplias ventanas que se abren sobre la cara interior del círculo. El edificio periférico está dividido en celdas cada una de las cuales ocupa todo el espesor del edificio. Estas celdas tienen dos ventanas: una abierta hacia el interior que se corresponde con las ventanas de la torre; y otra hacia el exterior que deja pasar la luz de un lado al otro de la celda. Basta pues situar a un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un alumno. Mediante el efecto de contra-luz se pueden captar desde la torre las siluetas prisioneras en las celdas de la periferia proyectadas y recortadas en la luz. En suma, se invierte el principio de la mazmorra. La plena luz y la mirada de un vigilante captan mejor que la sombra que en último término cumplía una función protectora (p. 10).

Esta visibilidad nos indica que al menos existe un ser que ve desde una posición privilegiada, quien a su vez tiene acceso a cualquier movimiento que se lleve a cabo al interior de las celdas, éste ostenta una posición de dominio. El problema que plantea Foucault, y que nos es útil para utilizar la metáfora del panóptico para el campo de los estudios literarios, es que en este lugar tal dominio es ilusorio, porque todos son o se sienten observados:

En el panóptico, cada uno según su puesto está vigilado por todos los demás o al menos por alguno de ellos; se está en presencia de un aparato de desconfianza total y circulante, porque carece de un punto absoluto. La perfección de la vigilancia es la suma de individuos (Foucault, 1989: 20).

Ahora pensemos en el panóptico como metáfora del campo de los estudios literarios. Al hacer parte de un espacio "poderosamente autónomo" en la medida en que posee y plantea de manera constante sus propias reglas de juego, genera al mismo tiempo la orientación hacia la vigilancia; pero ésta no hay que entenderla en el sentido peyorativo. Se vigila porque es necesario conocer, actualizarse, estar al día. Por lo tanto, el crítico literario puede ser considerado como aquel habitante del panóptico: su condición y su oficio se hallan definidos por su licencia para observar, al tiempo que está siendo observado por otros, vigilado2.

Frente a esta situación de vigilancia, ¿cuál es la reacción del estudioso? De antemano sabemos que la no producción equivale a la muerte dentro del campo, más aún si no se ha cumplido con una cuota de innovación o de planteamiento de ruptura con los antecesores. Por lo tanto, tiene a su alcance dos opciones: la de ligarse a una escuela o tendencia de pensamiento establecida, o la de desarrollar nuevas discusiones; esto último podría poner en riesgo su posición dentro del campo o, en el mejor de los casos, despertaría nuevas inquietudes en sus pares, gozando de acogida hasta alcanzar el reconocimiento.

Pasando al caso de América Latina, ¿de qué manera se configuran estos espacios para los estudios literarios? Nuestros estudios difieren en gran medida de los europeos y anglosajones. Mientras que estos últimos gozan de un gran capital teórico y conceptual heredado de la tradición epistemológica y filosófica de las ciencias humanas, los estudios literarios en América Latina carecen de esta dimensión, lo que ha hecho que las perspectivas teóricas a las que recurre el profesional sean las escuelas alemana, francesa, italiana, incluso el aporte ruso para argumentar desde una autoridad sus reflexiones.

Su mayor despliegue y recorrido lo han desarrollado a nivel de la crítica el análisis y la interpretación. A través de lecturas (ya sea hermenéuticas, fenomenológicas, semiológicas, sociológicas, etc.) los estudios literarios latinoamericanos han luchado por consolidar miradas que pongan al objeto estético a dialogar con los diversos espacios culturales, procurando implementar modos de interpretación transdisciplinares, al vincular elementos historiográficos, sociológicos, antropológicos, incluso lingüísticos.

En la ciudad letrada (2004) Angel Rama rastreó sociohistóricamente las búsquedas de las letras latinoamericanas por legitimar su discurso y oponerse de forma autónoma a las letras europeas, en el plano de la creación principalmente. Aun así el espacio de los estudios literarios latinoamericanos, visto como campo de reglas diferenciales y particularmente establecidas frente a los de la producción estética en sentido estricto, no ha sido revisado. Ya Rama entregó un gran mapa de lo que significó históricamente el letrado en América Latina desde la colonia, "un subversivo". No pretendemos modificar dicho concepto, que por lo demás ha sido uno de nuestros puntos de partida; quisiéramos cortar una rebanada de "los letrados del campo latinoamericano" y concentrarnos en el campo de los estudiosos de la producción literaria, en lo que se refiere a sus estrategias de participación y vinculación a un discurso que de forma directa y explícita busca ser reconocida institucional y simbólicamente.

De esta manera hemos llegado a plantearnos algunas interrogantes que, una vez respondidas, podrían arrojar una idea clara de lo que es posible hallar en el campo de los estudios literarios en América Latina, como espacio que se construye sobre la mirada constante y la pregunta abierta:

- ¿Cuál es el grado de autonomía de los estudios literarios en América Latina?
- ¿Qué dinámicas histórico-sociales (incluso políticas) han favorecido la consolidación del "grado de autonomía" de nuestros estudios literarios?
- ¿Bajo qué condiciones es posible establecer las reglas de juego que actúan al interior del campo?
- ¿Cuál es la condición que más le favorece al campo, el fortalecimiento de su autonomía o la búsqueda de un estatuto heterónomo, claramente definido?3
 
Las preguntas formuladas anteriormente, es posible atenderlas teniendo en cuenta:
   
- La puesta en perspectiva de los textos clásicos de los estudios literarios latinoamericanos y de sus autores, que gracias a ellos lograron el reconocimiento (ostentadores de capital simbólico)4.
- La revisión de los temas y problemas de los que se han ocupado los estudios reconocidos, atendiendo a su metodología, bases epistemológicas, conceptualización, etc.
- La determinación de la recepción de los temas y problemas por parte de los pares y otros estamentos institucionalizados (concursos, investigaciones, etc.).
- La delimitación de los lugares de reflexión como: la crítica, el análisis, la teorización, el comentario, que hacen parte del campo o buscan serlo.
- El establecimiento de las apuestas y las propuestas que demarcan las inclusiones significativas dentro del campo.
 
Y, llevando la discusión al plano de la creación, podría verse:
   
- La ubicación del escritor como agente consciente de su oficio literario y del oficio del crítico, y la visión que éste ofrece de los estudios literarios en mínimo dos dimensiones: dentro de su obra y en trabajos de crítica y reflexión.

El presente esquema de tareas se orienta a ocupar una problemática transversal en nuestros estudios como discursos académica e institucionalmente establecidos y reconocidos.

Concebir el campo a través de la metáfora del panóptico, supone el acto de plena conciencia del oficio de los estudios literarios, los cuales trabajan sobre las propuestas de sus homólogos, y a su vez desarrollan debates propios para hacer del campo un lugar vivo de reorientación constante de su discurso. Con el anterior esquema de trabajo podrían marcarse las bases para la comprensión y explicación del estatuto actual de la ciencia literaria en América Latina, como espacio de creación y autorreflexión desde el interior mismo de sus preocupaciones fundamentales.

 

NOTAS

1 De acuerdo con esta postura Edward Said (2004) señala que gracias a la "mundaneidad" de la crítica en general y del crítico en particular, el oficio de los estudios literarios tiene como labor principal la de entrelazar la complejidad de nexos que poseen los textos con la realidad (al mismo tiempo que crean nuevas circunstancias a partir de su discurso). Dado que el crítico parte de la idea de que es necesaria su interpretación para crear un vínculo entre el texto y el lector, su lectura especializada llega a complementar aquel vasto horizonte que en muchas ocasiones dificulta el acceso al tejido de sentidos.

2 Aunque es legible y justificable una visión del campo de los estudios literarios latinoamericanos desde el poder gracias a la metáfora del panóptico, nuestra propuesta no se orienta a aplicar el concepto de Foucault. El trabajo del teórico nos podría ser útil en la medida en que habla de las esferas del poder no como represión (sentido clásico) sino como una maquinaria cotidiana y provocativa (sentido moderno): "El poder ya no se identifica sustancialmente con un individuo que lo ejercería o lo poseería en virtud de su nacimiento, se convierte en una maquinaria de la que nadie es titular. Sin duda en esta maquinaria nadie ocupa el mismo puesto, sin duda ciertos puestos son preponderantes y permiten la producción de efectos de supremacía. De esta forma estos puestos pueden asegurar una dominación de clase en la misma medida en que disocian el poder de la potestad individual" (p. 20).

3 El principio heterónomo descrito por Bourdieu se opone al principio autónomo. El primero sugiere una estabilidad y posicionamiento ganado gracias a la presencia e influencia de otros campos como el económico o el político dentro del campo en cuestión. El segundo se remite más a unas reglas de juego que busquen la pureza en la consagración.

4 Al respecto habría que pensar si la noción de canon logra trasladarse al plano de los estudios literarios y de qué tipo sería su propuesta.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Bourdieu, Pierre. 1991. La distinción. Criterio y clase social del gusto. Madrid: Taurus (Original en francés, 1979).

____________. 1995. Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. Barcelona: Anagrama (Original en francés, 1992).

____________. 1997. Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama (Original en francés, 1994).

Foucault, Michel. 1989. "El ojo del poder". En: El panóptico. Madrid: Ediciones La Piqueta.

Gutiérrez G., Rafael. 1989. Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana. Bogotá: Ediciones Lave Canes.

El oficio en el panóptico. Hacia una configuración del campo de la crítica... / C. Parra T.

Rama, Angel. 2004. La ciudad letrada. Santiago: Tajamar Ediciones (Primera edición, 1984).

Said, Edward. 2004. El mundo, el texto, el crítico. Buenos Aires: Debate (Original en inglés, 1983).

 

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