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Acta literaria

versión On-line ISSN 0717-6848

Acta lit.  no.59 Concepción dic. 2019

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-68482019000200135 

RESEÑAS

Hijas de un sueño. Gerardo Rodríguez Salas

Miriam Fernández Santiago1 

1Universidad de Granada. Facultad de Filosofía y Letras. España mirfer@ugr.es

Rodríguez Salas, Gerardo. Hijas de un Sueño. Granada: Esdrújula, 2017. Prólogo de Ángeles Mora, ISBN: 9788417042523. 156p.

¿Hasta qué punto es posible representar al otro sin convertirlo en un objeto estético; hablar por el otro desde la perspectiva imposible, inescapable, de uno mismo para darle al otro una voz propia que no sea un regalo, sino la voz que el otro puede reconocer como propia, más allá de la mera imitación de la voz que le describe? Aunque en este caso, más que del otro, casi habría que decir de la "otra" o "las otras." Cuando una lee Hijas de un sueño y está inmersa en la lectura, resulta difícil recordar a cada párrafo, que esta colección de cuentos está escrita por un hombre.

Desde la portada, el femenino de las hijas del título se perfila en extraño contraste con el nombre de su autor. Una está al borde de sentenciar que ésta será, una vez más, un camino narrativo a través del cual se retratarán y perpetuarán estereotipos femeninos que ya cuentan con una larga tradición literaria, desde la visión, una vez más, de un sujeto narrativo marcado como masculino desde el principio. De hecho, Hijas de un sueño los incluye casi todos. En los relatos que recoge el volumen de Gerardo Rodríguez Salas podemos encontrar mujeres frágiles, rotas bajo la opresión de un sistema patriarcal universal que encuentra su especificidad en lo más oscuro de la Andalucía profunda de postguerra que se perpetúa, mutando, a lo largo de los años de la transición. Encontramos mujeres vengativas, jóvenes enamoradas, madres abnegadas, vírgenes violadas, brujas malvadas, hijas entregadas, comunidades de mujeres que se unen en su rivalidad interna a veces, otras en la esperanza de un sueño común. Y sin embargo, los relatos se resisten, precisamente desde el uso de la perspectiva, a los estereotipos que presentan.

"-Lo que no se recuerda es como si no existiera-," dice Matilde en "Todas las almas," resaltando la importancia que el recuerdo tiene como hilo conductor de esta colección de relatos. Ya sea en primera o tercera persona, la mayoría de las historias que recoge este volumen se presentan como historias que se recuerdan o recuerdan experiencias de mujer que ocurrieron en un tiempo pasado; historias personales pertenecientes a una tradición oral familiar o comunal, que adquieren a través del recuerdo de su especificidad un carácter universal, rozando a veces lo mítico o incluso lo heroico de excepcional en lo cotidiano. Contrastan fuertemente, en este sentido, la sintaxis rota, la interrupción dialógica aleatoria que el recuerdo espontáneo de la anécdota o los detalles hacen en la narración principal, añadiendo realismo dramático a los diálogos de los personajes. El efecto es a veces humorístico, a veces nostálgico, a veces cruel, pero siempre retornando, desde la espontaneidad de este recuerdo de la memoria de la otra, al lirismo suave y profundo del narrador que los recuerda desde el presente. El sabor es, como bien indica en su prólogo Ángeles Mora, el de una especie de surrealismo mágico que enlaza de manera íntima con el siglo veinte literario en la lengua española de las Américas. Y sin embargo, la presencia local de Lorca y el tremendismo de Cela se sienten por todas partes.

¿Cómo puede imaginarse al otro, no solo en la distancia de la perspectiva de género, sino también en la distancia de la historia? Cuando una, como mujer que también ha conocido la realidad rural de la Andalucía de postguerra a través de los relatos de sus abuelas, se acerca a Hijas de un sueño, no puede evitar preguntarle a Rodríguez Salas hasta qué punto las historias que ha inventado son del todo inventadas y no también recordadas. Y si son recordadas, ¿cómo es posible que él las recuerde en su especificidad y detalle; en las identidades femeninas concretas que las recuerdan, tan ajenas a la experiencia de un niño criado en la transición, a un académico versado en la literatura en lengua inglesa en un contexto internacional? Mientras Rodríguez Salas me insiste que casi todo es producto de su imaginación, y a pesar del evidente lirismo que marca su presencia personal en su narrativa, las historias que su imaginación recuerda no se antojan tan realistas como reales.

A las hijas de su sueño las unen lazos familiares y comunales, pero sobre todo narrativos, a través de los cuales se cuentan unas a otras sus historias personales y la historia en la que se enmarcan. En la oralidad de ese recuerdo, no se siente que el relato esté destinado al lector del texto impreso, sino a la amiga, la hija, la vecina, la nieta con la que una se sienta a organizar su vida una vez que ésta ya ha pasado. Hay un punto de voyerismo en la experiencia de sentarse a escucharlas cuando una las lee, como si una fuera esa visita ocasional para quien también se cuenta la historia en la intimidad de una comunidad de mujeres muy restringida. Y es en la experiencia personal de ser una mujer que lee o escucha, que la narrativa de lo femenino personal se hace universal para todas las mujeres. Pero también es en la fuerza narrativa de la historia imaginada que la experiencia de ser mujer se construye en el acto de leer, también para el lector masculino.

Los recuerdos que imagina Hijas de un sueño están en gran medida bañados de nostalgia. Sorprende, porque en muchos casos son recuerdos de un pasado atroz; de una Granada rural opresivamente clasista, religiosa, patriarcal y empobrecida. Pero esta nostalgia también se entiende desde lo imaginario como nostalgia de un sueño no realizado, un sueño que sustituye a la realidad en el recuerdo de lo que fue, de lo que pudo haber sido, de lo que debería ser o haber sido. Es solo desde la realidad del presente que la abuela de "Aceite y jabón" recuerda que de niña soñaba con la abundancia que ahora tiene; la increíble abundancia de tener tanto aceite como para poder meter las manos en él, para poder, literalmente, nadar con sus manos en la suavidad de esa abundancia. La delicadeza de ese sueño, la sensibilidad de una inocencia exquisita en medio de la barbarie de la guerra no puede narrarse sin nostalgia. Desde la perspectiva pasada de sus experiencias en fuerte contraste con la narración presente, la nostalgia emerge como nostalgia de este presente que de alguna forma entonces se soñaba; un presente de mayor justicia social, de mayor libertad política y sexual, de mayor realización profesional y personal. De esta manera, la narración presente siente nostalgia de las realidades imposibles que antes se soñaron.

Esta nostalgia se refleja en una cromografía especial que dibuja la mayoría de las historias, en las que predomina un fondo pastel de rosas y verdes sobre el que destacan fuertemente los rojos, los negros y los blancos, a menudo cargados de profundo simbolismo; pasión, violencia, inocencia, muerte, dolor, humor. La acción narrativa también está marcada por el contraste: el inmovilismo narrativo del momento en que se narra, con personajes sentados, atentos, atados a entornos a veces claustrofóbicos en los que la narración espacia un tiempo de espera, se abre a la acción de un pasado que ocurre en espacios abiertos (el campo, la calle, la carretera) por los que se corre, se juega, se huye o se viaja. Este movimiento narrativo viene marcado por el profundo determinismo de lo que ya ha ocurrido y no puede cambiarse y sin embargo, la acción se detiene a veces para recrearse en una imagen especialmente recurrente en todo el volumen; el movimiento errático de elementos ligeros arrastrados por el viento según caen o se levantan (elementos vegetales, papel, un sombrero...) o el símil del vuelo de la mariposa, con el que se evoca la imagen de lo soñado frente a lo recordado, de lo posible frente a lo real.

Un relato sin embargo, escapa a esta descripción generalizada, e incluso podría decirse que escapa a la etiqueta de relato. Porque "No duerme nadie," más que prosa poética es, por el ritmo y la composición de los motivos, un homenaje poético a Lorca, al que Rodríguez Salas ha querido dar un toque especialmente lírico y lorquiano. Por eso me referiré a este relato como poema, que se sale del volumen no solo por eso, sino porque la voz que en él habla es fuertemente lorquiana, hasta en lo masculino. En él, la prosa poética de Rodríguez Salas expande, a modo de comentario, algunos de los versos más icónicos de Poeta en Nueva York, con un tono tan intimista y personal que pareciera, que como San Juan, el poeta se comentase a sí mismo. También aquí, recordando al poeta, imagina Rodríguez Salas la perspectiva del otro dando la extraña sensación de estarle leyendo directamente. Y también en este relato, en medio de la dimensión universal de la metrópolis y de la sensibilidad homosexual del poeta, irrumpe sin romper con el tono de la narración, la voz femenina de Bernarda; local y patriarcal, con su obtusa masculinidad fuerte y violenta.

Se dan en esta colección de relatos fuertes contrastes que resultan de la aparente imposibilidad narrativa de recordar lo pasado imaginario, de representar lo universal a través de la experiencia íntima y personal, de hablar en primera persona por el otro, que en este caso, son las otras. Y sin embargo, la narrativa es coherente. Me preguntaba al comienzo de esta reseña cómo es esto posible y ahora me respondo cómo puede no serlo. La experiencia de soñar y ser mujer no es solo una experiencia de mujer. La tradición oral que se transmite de madres a hijas también se transmite de madres a hijos; la historia familiar de las mujeres también es la historia familiar de éstos; la experiencia de haber sido mujer en un entorno rural de postguerra es también una experiencia que pueden sentir los nietos como propia, y verbalizarla como suya, porque es herencia del género de familia y de pueblo. El recuerdo y el sueño comparten con la narración la característica común de ser experiencias compartidas en las que la comprensión emerge de encontrarse en la diferencia. Es así como se entiende que los hijos puedan ser también Hijas de un sueño, y puedan compartirlo, recordarlo, narrarlo como un sueño propio

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