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Acta literaria

versión On-line ISSN 0717-6848

Acta lit.  no.59 Concepción dic. 2019

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-68482019000200075 

ARTÍCULOS

TUÑÓN CONTRA BORGES: LA DIVISIÓN DEL CAMPO ANTIPERONISTA EN LA SEGUNDA MITAD DE LA DÉCADA DE 1950

TUÑÓN AGAINST BORGES: THE DIVISION OF THE ANTI-PERONIST CAMP IN THE SECOND HALF OF THE 1950S

María Fernanda Alle1 

1Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH) Universidad Nacional de Rosario (UNR). Argentina. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) mariafernandaalle@gmail.com

RESUMEN

Resumen: El objetivo de este trabajo es rastrear, a partir de algunas afirmaciones puntuales en torno al peronismo que Raúl González Tuñón realiza en la entrevista que mantiene en 1973 con Horacio Salas, la distancia que el poeta plantea respecto de los posicionamientos antiperonistas de Borges y otros representantes políticos del liberalismo argentino. Interesa revisar los diversos argumentos -políticos, literarios, estéticos- que sostienen la oposición al peronismo en Tuñón y en Borges, en la me dida en que esos argumentos ponen a funcionar una concepción de pueblo distante, diferente y hasta opuesta, que separa y vuelve irreconciliables sus posiciones intelectuales ante el fenómeno peronista. Asimismo, se ubica la posición antiperonista de Tuñón en el marco de los nuevos debates en torno al peronismo que se abren tras su caída en 1955.

Palabras clave: Raúl González Tuñón - Jorge Luis Borges - Antiperonismo - Pueblo - Comunismo

ABSTRACT

Abstract: The objective of this paper is to locate, based on some specific assertions about the Peronism that Tuñón makes in the interview that he maintains in 1973 with Horacio Salas, the distance that the poet sets out with respect to the Borges' anti-Peronist positions and other political representatives of the Argentine liberalism. It's interesting to review the various arguments -political, literary, aesthetic- that maintain the opposition to Peronism in Tuñón and Borges, according to these arguments put to work a conception of "people" distant, different and even opposite that separates and makes irreconcilable their intellectual positions before the Peronism. As well, is located the Tuñón's position of Peronism within the time frame of the new debates around Peronism that are opened after its fall in 1955.

Keywords: Raúl González Tuñón - Jorge Luis Borges - Anti-Peronism - People -Communism

Introducción

Desde su surgimiento en la década del 40 y, por lo menos, hasta la última dictadura militar (1976-1983), el peronismo fue el eje articulador de los antagonismos y de las polaridades políticas argentinas. Sin embargo, como señala Carlos Altamirano, si entre 1945 y 1955 el peronismo "había dividido la opinión en dos campos inconciliables", que podrían resumirse en los términos de "peronistas versus antiperonistas", tras la Revolución Libertadora, volvería a dividir las aguas del pensamiento pero "la nueva división no reproducirá las líneas de la anterior sino que bifurcará las filas del campo antiperonista" (2001a: 40). Al mismo tiempo, esta división en torno a los modos de significar al peronismo, no se producirá solo en el ámbito político sino que impactará, de modo fundamental, en las discusiones y polémicas del campo intelectual.

Así, mientras que el primero de febrero de 1946, ante la inminencia de la elecciones presidenciales, Raúl González Tuñón -quien desde mediados de la década del 30 era un convencido militante del Partido Comunista Argentino (PCA)1- puede firmar la "Declaración de escritores en apoyo a la Unión Democrática"2, junto con Victoria Ocampo, Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, después del triunfo de Perón y, posteriormente, tras su caída, ya no podrán convivir todos ellos bajo una rúbrica común porque los ejes interpretativos desde los cuales se recusa al peronismo tomarán tonalidades diferentes y, muchas veces, inconciliables. En efecto, ni siquiera el grupo conformado en torno a Sur saldrá ileso de esas divergencias, como lo demuestra la polémica entre Borges y Sábato, en el marco de la revista Ficción; una polémica en la que no sólo estaba en juego la definición del "fenómeno peronista" en vistas a pensar el futuro político, social y cultural del país, sino que también se entrecruzó "con la lucha por la autoridad en el campo de los intelectuales" (40).

Esa unión entre González Tuñón y los intelectuales de Sur estaba condenada a ser efímera y ceñida a esa circunstancia bien puntual relacionada con la amenaza que significó la irrupción de Perón. Si, para Tuñón, Sur fue siempre, desde su experiencia como director de la revista Contra en 1933, el blanco preferido de sus contiendas intelectuales3, lo cierto es que la Guerra Civil Española le brindó la oportunidad de un acercamiento transitorio -y más que cauteloso y desconfiado- al grupo nucleado en torno a la figura de Victoria Ocampo, bajo la bandera común de la "Defensa de la Cultura" en la lucha contra el fascismo4. Ahora bien, el surgimiento de Perón, que fue pensado en sus orígenes como una copia vernácula de Hitler, ofreció la posibilidad de un segundo encuentro entre Tuñón y Sur en lo que parecía un nuevo momento de esa lucha antifascista, ahora centralizada en el ámbito nacional, pero que no perduraría más allá de las elecciones.

El objetivo de este trabajo es rastrear, a partir de algunas afirmaciones puntuales en torno al peronismo que Tuñón realiza en la entrevista que mantiene en 1973 con Horacio Salas, la distancia que el poeta plantea respecto de los posicionamientos antiperonistas de Borges y otros representantes políticos del liberalismo argentino. En esta dirección, interesa revisar los diversos argumentos -políticos, literarios, estéticos- que sostienen la oposición al peronismo de cada uno de ellos, en la medida en que esos argumentos ponen a funcionar una concepción de pueblo distante, diferente y hasta opuesta que separa y vuelve irreconciliables sus posiciones intelectuales ante el fenómeno peronista. Podría decirse, en última instancia, que el golpe de 1955 y los nuevos debates en torno al peronismo que se abren tras su caída profundizan y amplían una distancia política y literaria que, con intermitencias, comienza a gestarse hacia los años 30 (Alle, 2017).

El comunismo argentino ante el fenómeno peronista

Si a partir del Golpe militar contra el gobierno de Ramón Castillo en junio de 1943, la figura de Juan Domingo Perón había ido cobrando progresiva importancia en la esfera pública y captando de modo creciente la atención y el apoyo de las masas de trabajadores, en el año 1945 se convierte en protagonista indiscutible de la vida política argentina5. La fecha clave para pensar ese protagonismo es, sin dudas, el 17 de octubre; fecha en torno a la cual, en palabras de Alejandro Cattaruzza, el peronismo construiría posteriormente su "propio mito de los orígenes" (2007: 192).

Como señala Mariano Plotkin, la masiva movilización de esa fecha, llevada a cabo con el objetivo de exigir la liberación de Perón, completó el "rito de pasaje" iniciado en su discurso de renuncia a su cargo de vicepresidente, pronunciado el día 10 de ese mes, cuando, en un esfuerzo por "distanciarse del gobierno al cual había pertenecido hasta el día anterior", se dirigía a sus interlocutores como un "'simple ciudadano' que participaba en las luchas de la clase obrera por la obtención de beneficios sociales" (1994: 89). En su discurso del 17 de octubre, dice Plotkin, "Perón era ya indiscutiblemente parte del 'pueblo', permaneciendo, al mismo tiempo, por encima de él" (93). Esa movilización popular fijó, así, la dinámica de las relaciones que, de allí en más, caracterizaría la relación de Perón con los trabajadores. Posteriormente, el aparato de propaganda montado por el peronismo "reformularía los hechos del 17 de octubre a efectos de transformarlos en la fuente originaria de legitimidad del poder de Perón" (94).

Para el comunismo argentino, las movilizaciones de esa fecha significaron un gran golpe puesto que anunciaron de algún modo una pérdida de convocatoria frente al populismo emergente. Si durante el período de entreguerras el PCA había logrado una importante presencia en la vida cultural, política y social del país, el ascenso del peronismo marca un fracaso en la disputa por la representación de las demandas de los trabajadores en la que el PC había ejercido un lugar de relevancia en la década del 30 (Camarero, 2007: XIII).

De modo similar a las demás fuerzas políticas que desde la década anterior se habían nucleado en torno de la bandera común del antifascismo6, el comunismo local interpretó el golpe de junio, tal como se sostiene en el Esbozo de Historia del Partido Comunista de la Argentina, la primera "historia oficial" del PCA (escrita al calor de los mismos acontecimientos), como un golpe de carácter "reaccionario pro-fascista" (Comisión del Comité Central del PC 1947: 109). En ese marco general de análisis, el creciente ascenso de Perón, a partir de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión en 1944, formaba parte, según los comunistas, de una campaña "para impedir las luchas de los obreros y de las masas populares por sus reivindicaciones económico sociales y por el régimen democrático" (114). En este sentido, la agitación "demagógica" de "consignas sentidas por la clase obrera y el pueblo" no era, de acuerdo a los comunistas, sino una entre una serie más amplia de estrategias -entre ellas, la represión- con las cuales Perón "trató de arrancar a las masas de la influencia de los partidos democráticos en general y del Partido Comunista en particular" (110).

Ante la pérdida de convocatoria que significó para los comunistas la emergencia de Perón, insistieron en llamar a la unión de un frente común contra lo que pensaron como una avanzada fascista. Y, luego, tras la derrota de la Unión Democrática en 1946 y, más adelante, con el golpe de 1955, el PCA se embarca en un proceso de sucesivas relecturas y modificaciones de su valoración del fenómeno peronista en vistas de reorientar sus posiciones respecto de las masas que lo apoyan y de elaborar sus tácticas alternativas. Tal como sostiene Adriana Petra, las oscilaciones en la caracterización del peronismo que experimentó el PCA -que fueron desde el combate contra la "nazificación" propuesta por Héctor Agosti en 1946, hasta la convocatoria, en 1954, a la conformación de un "'frente nacionalista', que combatiera la barbarie imperialista provocada por un estado 'corporativo-fascista'", pasando por el período de acercamiento al gobierno propiciado por Juan José Real en 1952- resultaron "letales" para la permanencia del partido en el amplio espacio antiperonista, pero simultáneamente favorecieron su proceso de autonomización de las instituciones culturales del liberalismo (2013: 28). En esta dirección, lo cierto es que, como afirma Altamirano, "el gobierno de Perón no será nunca objeto de una caracterización general concluyente" (2001b: 20) por parte del PC que, al mismo tiempo, tampoco lograría revertir el apoyo de las masas al peronismo ni sumar adhesiones obreras, quedando, así, sumamente debilitado en la escena política como el partido de representación clasista que pretendió ser desde sus orígenes.

Esta incapacidad del partido para lograr canalizar las reivindicaciones históricas de la clase obrera será uno de los principales blancos de la crítica de los jóvenes de la "nueva izquierda"7, quienes, después de 1955, comienzan a revisar el fenómeno peronista desde puntos de vista que chocan con la línea ortodoxa del partido tradicional y la ponen en cuestión. No obstante, siguiendo a Altamirano, esta fractura en el interior del campo de la izquierda no se relaciona sólo con "la resignificación del peronismo" sino que "se encadenó a una actividad de resignificación más general" que terminaría por corroer y desplazar "hacia el pasado o hacia el reino del error, representaciones durante mucho tiempo dominantes en ese campo" (2001a: 55). En lo que respecta estrictamente a la relectura del peronismo, estos cuestionamientos a la línea tradicional estarán dirigidos, fundamentalmente, al sentido que cabría atribuir a la Unión Democrática. Según Altamirano, el tema central en torno del cual se fijaría la "representación de la incapacidad irremediable de los partidos de la izquierda tradicional para expresar a las clases populares de la Argentina fue el de la Unión Democrática", un símbolo de la "reacción del viejo orden", al que adhirieron los partidos de la izquierda, cometiendo su gran "error histórico" (2001a: 75).

Raúl González Tuñón, antiperonista pero no "gorila"

La posición intelectual de Tuñón en los 60 -cercana en muchos aspectos a la de los jóvenes intelectuales de la nueva izquierda, quienes en muchos casos lo rescatan como "maestro" o "poeta de la revolución"8-, seguirá siendo, en lo que respecta al peronismo, más o menos la misma que tenía en 1945, cuando en plena campaña electoral publicaba Primer canto argentino, aunque se expresará desde un lugar menos combativo o, más bien, menos propagandístico.

En efecto, podría decirse que Primer canto es un poemario que tiene como objetivo principal, en última instancia, intervenir de modo persuasivo, a través de un mensaje convocante, exaltado y optimista, en las decisiones electorales. El poemario funciona como una respuesta poética a la base programática del PC fijada en función de las elecciones de febrero de 1946. Así, en un intento de reajuste de los lazos con la masa de trabajadores, en 1945 Primer canto opone a la creciente importancia que iba cobrando la figura de Perón en el espacio político una mirada triunfante de las fuerzas democráticas del país, anclado en un relato de la historia tanto como en la exaltación de las bondades de la tierra, el trabajo de los hombres, las mezclas raciales propiciadas por la inmigración y la unión latinoamericana. Mientras los acontecimientos actuales, fundamentalmente después de lo que significó la masiva movilización del 17 de octubre, mostraban que un nuevo modelo político se estaba gestando de la mano de Perón, los poemas de Tuñón narran una versión de la historia, desde una mirada que se posiciona desde el ángulo de interpretación que le ofrece la perspectiva construida por el partido, signada por el triunfo de las fuerzas democráticas y patrióticas frente a las fuerzas naziperonistas:

Vino un día de Junio...Los traidores vinieron / y ella estaba dormida... Pero no estaba muerta. / ¡Ved a mi pueblo ahora! ¡Vedlo cómo despierta! / Un racimo de muertos os podemos mostrar. // Vino un día de Junio.No mataréis mi pueblo / libertador de pueblos y el más amante hermano. / San Martín os maldice y os maldice Belgrano. / Mármol vuelve a escribir su anatema brutal (1945: 55)9.

Además, cabe señalar que en su poesía posterior a 1955 desaparece prácticamente cualquier referencia al peronismo, salvo, por ejemplo, en el poema que da inicio a Demanda contra el olvido (1963); un poema en el que son los muertos del partido los que toman la palabra, para denunciar la violencia ejercida sobre sus cuerpos -y sus ideas- y de fundar una memoria colectiva en torno a ellos. Entre esos muertos, Tuñón recupera la voz de Rubén Natarevich -un militante asesinado el 8 de diciembre del 45 durante el lanzamiento de la campaña electoral, en un enfrentamiento entre la Alianza Libertadora Nacionalista y la Unión Democrática- y a Enrique Blanstein, un joven estudiante asesinado por un francotirador en una manifestación estudiantil de ese mismo año. Sin embargo, después de aquel poemario del 45, en ningún caso la poesía será el espacio desde donde se ejerza una confrontación explícita al peronismo.

Su interpretación de esos años respecto a Perón aparece, en cambio, en la entrevista que mantiene con Horacio Salas en el año 1973. Allí, después de transitar por diversos recuerdos de todos los acontecimientos sociales, culturales y políticos de los que fue actor y testigo directo, Salas le pregunta por el 17 de octubre. La respuesta de Tuñón merece ser citada extensamente:

Precisamente ese mismo día vi pasar cerca de mi casa una multitud camino a Plaza de Mayo. Advertí que la mayoría eran obreros, pero advertí también la presencia de personas de clase media y de algunos jóvenes nacionalistas, como pude ver por lo que decían y por la forma apitucada de vestir, y también marchaban algunos elementos visiblemente declasados, el lumpen, ¿sabés? Y algo me chocó enormemente: un grito que jamás había oído, ni en mi infancia, en las grandes manifestaciones obreras que partían desde la plaza Once, ni mucho después; un grito que en los últimos tiempos nadie oyó jamás, en verdad, sobre todo durante los gobiernos dictatoriales y desde luego no hubiera podido oírse durante la Semana Trágica ni en la Patagonia de los fusilamientos: los más exaltados gritaban por donde se veían, sin intervenir para nada, a los agentes y oficiales policiales: "Viva la Policía" (...) Luego supe que la marcha a la Plaza de Mayo no fue espontánea sino planeada (...) (1975: 125).

Ante la insistencia de Salas por conocer sus ideas actuales acerca del peronismo, Tuñón señala que, a pesar de lo "ocurrido el 12 de marzo", es decir, del triunfo arrasador de Cámpora en las elecciones presidenciales, el 17 de octubre no puede ser "celebrado como un día de victoria porque las masas trabajadoras (...) fueron a la larga defraudadas: la verdadera revolución nunca se hizo" porque, como agrega después, el peronismo "carece de un programa decididamente concreto y claro", según demuestran "ciertos acontecimientos últimos". Si tenemos en cuenta que, como Salas afirma en la nota introductoria a la entrevista, esas conversaciones fueron grabadas entre enero y junio de 1973, es posible que Tuñón se esté refiriendo a la masacre de Ezeiza y a la progresiva conflictividad entre la izquierda y la derecha peronista, cuando, en palabras un tanto elusivas, habla de "ciertos acontecimientos últimos".

Después de estas declaraciones, Salas, en un gesto que, conociendo su simpatía hacia Tuñón, más que una incitación a la polémica puede leerse como un guiño irónico, interviene: "Lo que decís me suena un tanto gorila". Pero Tuñón, en un intento por distanciarse de este calificativo, retrueca: "Creo que no necesito decirte que si estoy contra Perón, no estoy contra la masa peronista a la manera de Borges, del almirante Rojas o de Ernesto Sanmartino, quienes hablan en forma tan innoble de la chinada, la negrada y el aluvión zoológico" (126).

Y, más adelante, concluye, para pasar a otro tema, que "el error consiste en aplicar el denominador común de naziperonistas, cuando el nazi era Perón" (126).

La valoración de Tuñón en torno al peronismo coincide en muchos aspectos con la visión que se desprende de Primer canto -donde se refería a Perón, sin nombrarlo, como "un Rosas pasado por Berlín" o "el heredero de Hitler"-, pero si allí se trataba de convocar, a través de un mensaje optimista y triunfante, a la unión contra el "enemigo nazifascista", ahora sus argumentos expresan la necesidad de marcar las distancias respecto a otras modalidades interpretativas que adoptó el antiperonismo. Es necesario situar, entonces, sus puntos de vista sobre el peronismo en el contexto de la división del campo antiperonista. Al mismo tiempo, estas opiniones de Tuñón requieren ser pensadas en filigrana con la relectura del peronismo que realiza la nueva izquierda y su crítica a los lineamientos ortodoxos del partido tradicional.

Tuñón contra Borges o los diversos modos de concebir al "pueblo"

Una posible clave de análisis para estas tensiones en torno a la interpretación del fenómeno peronista puede hallarse en las distancias entre la concepción populista del pueblo que sostiene el peronismo y aquella que construye el PC. Como afirma Ernesto Laclau, el populismo tiende a la articulación de un conjunto de demandas particulares y heterogéneas en una "cadena equivalencial" construida en torno a una serie de "significantes vacíos" cuyo "rol semántico" no es "expresar algún contenido positivo sino funcionar como denominaciones de una plenitud que está constitutivamente ausente" (2011: 125). De acuerdo a Laclau, entonces, el populismo condensa una identidad popular en torno a una serie de significantes que no son abstractos sino vacíos (125), de manera tal que "el momento de unidad de los sujetos populares se da en el nivel nominal y no en el conceptual" (151). En cambio, en un movimiento inverso al del populismo, la construc ción comunista del pueblo va del nombre al concepto: "Si la constitución de un pueblo significaba pasar del concepto al nombre, aquí tenemos el movimiento opuesto, del nombre al concepto: cada partido comunista debía ser lo más idéntico posible al resto y todos debían ser subsumibles bajo un mismo rótulo inequívocamente definido" (229)10. En este sentido, el pueblo comunista viene a coincidir en líneas generales con la definición del prole tariado esclarecido y revolucionario.

Ya desde sus libros asociados a la Guerra Civil Española, González Tuñón delimita una concepción del "pueblo", por oposición a una "elite", como "parte vital de la masa" en la que resuena el concepto marxista de "proletariado", como clase social destinada a llevar adelante la revolución comunista:

el escritor no escribió nunca ni escribe para una elite determinada sino para el pueblo, entendiendo por pueblo la parte vital de la masa que es capaz de recoger la herencia cultural y defenderla, y también para la otra parte de la masa que si no comprende ahora a los artistas será elevada a ellos por la revolución que le imponga otros sistemas de vida, más a tono con la condición humana (1936: 29).

En la crónica "Regreso a América", de Las puertas del fuego, Tuñón vuelve a delimitar al pueblo que "ama" el poeta a partir de una serie de términos que remiten a la definición marxista-leninista del proletariado:

El pueblo que él ama no es la masa tornadiza y brutal, creada por la burguesía, que adora a los ases de la radio y el deporte, la radio vendida y corrompida y el deporte también corrompido como la prensa en general que lo comenta.

El pueblo que él ama es la parte vital y creadora del pueblo, con o sin cultura pero siempre intuitivo, cierto, de instinto seguro; la clase consciente, avanzada, ubicada históricamente allí donde se encuentra la línea de dos mundos, de dos sistemas (1938: 188).

Ese pueblo que Tuñón configura como horizonte de lectores al que el poeta debe dirigirse se construye, en resumidas cuentas, a partir del concepto comunista del "proletariado" como clase esclarecida que ha podido despojarse de la alienación burguesa y que lucha por dar origen a "un nuevo mundo", una clase que ha hecho consciente su lugar de "vanguardia" de la revolución. Incluso, podría decirse que su definición de pueblo se acerca a la concepción del partido como "vanguardia" del proletariado, que Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista caracterizaban como "el sector más resuelto de los partidos obreros (…)", aquel que "teóricamente, tiene sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario" (73-74). Posteriormente, Lenin retomará estos conceptos y definirá al partido como "la vanguardia consciente de toda la clase obrera" (Lenin, Stalin, 1942:87).

En esta dirección, podría decirse que cuando Tuñón, en la entrevista con Salas, se refiere a esa "revolución inconclusa" que "defraudó" a las masas reconoce el fuerte apoyo popular del peronismo pero, simultáneamente, concibe al pueblo con una voluntad revolucionaria que estaba destinada a chocar con los verdaderos intereses de Perón y de los "pitucos" que también se movilizaron en su apoyo, de allí que su programa no sea lo suficientemente "concreto y claro". Lo que Tuñón detecta negativamente es la "imprecisión y el vacío" en los que, siguiendo las teorizaciones de Laclau, se funda el populismo. Ese grito desconcertante e inusitado que Tuñón dice haber escuchado esa tarde del 17 de octubre entre la multitud, "Viva la policía", se constituye como signo de ese suelo barroso que conformó sus bases. Además, es interesante destacar su comparación con otras masivas movilizaciones de trabajadores de las que fue testigo, como las manifestaciones obreras de la plaza Once a las que asistía en su infancia o los hechos de La Semana Trágica, donde ese grito hubiera sido imposible en tanto en ellas sí habría existido, desde su óptica de análisis, una base clasista "concreta y clara" que sustentaba sus protestas. El apoyo popular al peronismo, parece decir Tuñón, fue una suerte de miscelánea destinada a eclosionar con los intereses revolucionarios de la masa trabajadora, "seducida por la simpatía del líder".

La distancia en el modo de concebir el pueblo que sostiene Tuñón se clarifica todavía más cuando, en la entrevista, apela a una anécdota familiar:

Perón fue superado por los acontecimientos (…) nacionalista burgués, militar de casta, no cambió las estructuras. Y es más, en 1955, te diré que dos primos míos, obreros zapateros, ex socialistas, seducidos en su hora por la simpatía personal de Perón, fueron a pedir armas en dos oportunidades e invariablemente les contestaron: "El general no quiere que corra sangre de argentinos" (126).

Los argumentos que esgrime Tuñón se dirigen, claro está, a invalidar esa relectura del peronismo como movimiento progresista que realizan los jóvenes de la nueva izquierda. En esta misma línea habría que situar su insistencia en sostener que sólo Perón era el nazi y no las masas populares que lo apoyaron. Esta diferenciación, en efecto, es parte de un esforzado intento de Tuñón por singularizar su posición antiperonista desde afuera del despectivo atributo de "gorila", que Salas trae a colación y que, como señala Carlos Altamirano, fue un término frecuente de la crítica al rol de las clases medias como obstructoras del progresismo representado por Perón que la relectura del peronismo en el campo de la izquierda no tradicional puso en primer plano de su polémica (2001a: 102). El cuento "Cabecita negra" de Germán Rozenmacher (1962), leído en contraste con "Casa tomada" de Julio Cortázar, clarificaría, precisamente, esta representación de la clase media "gorila" que ve con terror el avance del "populacho".

La respuesta de Tuñón es contundente: es antiperonista pero no como Borges, al que sí parece posible atribuir ese calificativo. Podría decirse, en este sentido, que esa concepción del pueblo que sostiene Tuñón, cuyo rasgo más identificable sería su carácter revolucionario, lo mantiene a una distancia más o menos equidistante tanto del populismo peronista como del antiperonismo liberal. La distancia que Tuñón remarca entre su posición y el calificativo de "gorila" debe ser pensada en este marco: su antiperonismo, parece decir Tuñón, no es el de un burgués que, cómodamente instalado en un acogedor departamento, observa de modo hostil a la turba de "cabecitas negras" que invaden la ciudad y el mismo interior resguardado del hogar, tal como queda ficcionalizada esa representación en el cuento de Rozenmacher. La estrategia de Tuñón consiste en separar los motivos eminentemente revolucionarios de su antiperonismo de los motivos elitistas y burgueses de Sanmartino y, fundamentalmente, de los motivos elitistas, burgueses y -hay que subrayarlo- estéticos de Borges. Tuñón deslinda, de este modo, dos ámbitos bien diferentes de oposición: por un lado, el de quienes homologan a Perón con las masas y, por otro, el de quienes pueden establecer una diferenciación entre la índole fascista del régimen en sí y el pueblo que fue engañado en su demanda revolucionaria.

Ante todo, conviene pensar este par opositivo entre Tuñón y Borges a partir del cuento de Borges y Adolfo Bioy Casares, "La fiesta del monstruo", publicado en la revista Marcha de Montevideo apenas unos días después de la caída de Perón. Allí, como afirma Susana Rosano (2006: 118), sus autores actualizan la cuestión del divorcio entre "letrados y plebeyos" a partir de una trama narrativa que, como se sabe, culmina en la muerte de un jo ven letrado judío a manos de una turba de seguidores del líder. En el cuento, narrado en primera persona, la figura del Monstruo da rienda suelta a la irrefrenable ferocidad, crueldad y resentimiento de las masas populares. La intertextualidad que entabla el cuento con El Matadero de Esteban Echeverría habilita la interpretación del peronismo como una vuelta del rosismo. Asimismo, el peronismo es caracterizado en el cuento como heredero del nazismo, de allí que el resentimiento hacia el joven sea doblemente significativo pues no se trata solo de un intelectual opositor al Monstruo sino de un judío, en clara referencia a la filiación nazi del peronismo. María Teresa Gramuglio, quien compara "La fiesta del Monstruo" con el resto de los relatos escritos en colaboración por ambos autores, señala que, desde "el sistema de valores implícitos", la voz narrativa, "que ocupa, monolíticamente, toda la superficie del texto", es "un otro absoluto". De este modo, "El relato arma su escena textual y representa la escena política con un monologismo total, absoluto y represivo, que cancela el dialogismo propio de los procedimientos del discurso doble y adopta el registro de un humor negro, siniestro" (1989: 16).

Algunos de los ejes a partir de los cuales "La fiesta" define el antiperonismo de sus autores se repiten en muchos otros textos borgeanos. Así, en "L'Illusion comique", publicado en el número de Sur de finales de 1955 dedicado a la caída de Perón, la adhesión de las masas al peronismo se explica no solo por "la rudeza del auditorio" (en Sarlo, 2001: 123) sino, fundamentalmente, en los términos de un contrato de lectura ficcional, es decir, como una "voluntaria suspensión de la incredulidad". Y, más tarde, en el cuento "El simulacro", incluido en El hacedor de 1960, un simulacro del velorio de Eva Perón con una muñeca rubia pone a funcionar la misma representación del peronismo y del pueblo que lo apoya como mascarada grotesca.

La interpretación de Borges y de Bioy coincide, en parte, con la de González Tuñón en Primer canto, donde califica a Perón como un "Rosas pasado por Berlín" y, en este sentido, para no correr el riesgo de quedar atrapado en las fauces del antiperonismo borgeano, Tuñón necesita insistir en señalar el error de usar el denominador común de "nazifascista" cuando "el nazi era Perón". Pero, mientras que en los argumentos esteticistas de Borges el pueblo tiene siempre, como ese enlutado que representa a Perón en "El simulacro", la cara "de opa o de máscara" (1960: 20), para Tuñon, ya desde Primer canto (en realidad, desde comienzos de la década del 30), la representación del pueblo está ligada a su filiación partidaria y, por ende, las masas populares aparecen como un cuerpo social de clase cuyo poder es suficiente para derrotar a los traidores de la Patria:

Alza el pueblo su mano, / su antigua mano pura, / y hace temblar el suelo de verano. / Toda la arquitectura / hace temblar el pueblo con su mano. // Cuando la rebelión está madura / ya nada la detiene, / (...) / el pueblo calla / mas si quieren batalla, / el pueblo va, el primero, / y tiro contra tiro / estalla, estalla, estalla! (1945: 67-68).

A diferencia de Borges -y, en términos más generales, del antiperonismo liberal- el pueblo, en la poética de Tuñón, que en general coincide con la imagen del proletariado esclarecido y consciente de su tarea revolucionaria, nunca es el otro, jamás aparece opuesto al intelectual, que asume, en cambio, su lugar en esa lucha a través del ejercicio de sus propias prácticas. La imagen del pueblo, ligada a los estereotipos soviéticos del ejército rojo y el obrero con el puño alzado, es lo suficientemente fuerte como para que Tuñón sostenga que no debe confundirse con "la chinada, la negrada y el aluvión zoológico" de la que hablan Borges y los demás "gorilas" y para que interprete al peronismo como un movimiento que, finalmente, defraudó a sus bases populares. Pues éstas, a diferencia del líder y los "pitucos", sí estaban dispuestas, según Tuñón, a hacer la revolución.

Referencias

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1 Para un estudio sobre los vínculos entre literatura y comunismo en la producción del autor de los años 30, me permito remitir a Alle (2017)

2La Unión Democrática fue una alianza electoral antiperonista de la que el Partido Co munista Argentino (PCA) participó junto con otros partidos políticos, entre ellos, la Unión Cívica Radical (UCR), el Partido Socialista (PS), el Partido Demócrata Progresista (PDP). La fórmula presidencial estuvo integrada por José Tamborini y Enrique Mosca, ambos del radicalismo. La declaración a la que me refiero, publicada en el diario La prensa, fue firmada por escritores que provenían de muy diversos espacios intelectuales. En ella denunciaban la falta de libertad de expresión y la censura a la que eran sometidos los intelectuales bajo el régimen militar y llamaban al voto por la Unión Democrática: "En las próximas elecciones habrá que optar entre una tendencia que proscribe y escarnece la libertad de expresión y de pensamiento y otra que la hace posible" (en Altamirano, 2001b: 183).

3Para Tuñón, desde su lugar de intelectual comunista, el grupo nucleado en torno a la revista Sur representaba el ala "derecha" del campo intelectual, tanto por el origen "aristocrático" de su directora como por la "neutralidad" de las posiciones estéticas que se defendían desde la revista. Además, es necesario ubicar su disputa con Sur, en la primera mitad de la década del 30, en relación con los intereses que representó la revista Contra, que, como señala Beatriz Sarlo, buscó continuar el momento extremista de la renovación estética martinfierrista, "pero desplazándolo hacia la izquierda" (2001: 144). En la medida en que Sur había consolidado la estética rupturista del martinfierrismo, la confrontación de Contra con Sur es, en definitiva, una "disputa por la herencia" del modelo de Martín Fierro (Saítta, 2001: 21).

4Como afirma Sylvia Saítta, fue el antifascismo "el aglutinante que contribuyó a dirimir las polémicas internas y que dio coherencia al compromiso de intelectuales que provenían de sectores que, muy poco antes, habían estado enfrentados" (2001: 421). Ahora bien, ese acercamiento de Tuñón al grupo de Ocampo bajo la lucha antifascista no estuvo despojado de ambivalencias, sospechas, desconfianza e, incluso, cierta incomodidad. Esta cautela de González Tuñón hacia el antifascismo de Sur se expresa claramente en 8 documentos de hoy (1936) donde, como señala Julia Miranda, si, por un lado, Ocampo "le merece cierta confianza por su actuación en el congreso [de los Pen Clubs realizado en Buenos Aires] (...)", por otro, "el descrédito es absoluto (...) con motivo de la visita de Waldo Frank" a la Argentina (2011: 22). González Tuñón se arriesga, incluso, a trazarle a Ocampo y a Mallea un programa de acción en su labor de delegados del Congreso de los Pen Clubs que supere el nivel de las meras declaraciones explícitas en contra del fascismo y sea capaz de dar respuesta a la consigna de la defensa de la cultura (1936: 43).

5De acuerdo a Carlos Altamirano, el golpe de 1943 "le abrió camino al coronel Juan D. Perón, el mejor cerebro político del GOU, la logia secreta de oficiales que por un tiempo funcionó como el mayor centro de poder e influencia dentro del 'gobierno de los coroneles'" (2001b: 19). Ahora bien, como señala Bisso, será fundamentalmente en el marco del "clima de festejo internacional y resistencia nacional" abierto por la derrota del eje en la guerra cuando "comenzó con mayor fuerza a identificarse al coronel Perón, vicepresidente nacio nal, como el verdadero conductor del experimento militar detrás de Farrell. La mención a su figura iría reproduciéndose de manera cada vez más asidua en la prensa y, luego de los sucesos de octubre -que significaron su inicial confinamiento y posterior liberación- se convertirá en el foco principal de identificación con el fascismo criollo" (2007: 45; cursivas en el original).

6En 1935, en el marco del ascenso del fascismo, el PC promueve, a escala internacional, la estrategia de los "Frentes Populares", lo que supone una búsqueda de alianzas con otros sectores políticos y sociales, como el socialismo -y el radicalismo, en el caso argentino-, a los cuales había combatido en el período anterior, dominado por la estrategia de "Clase contra Clase". En el ámbito intelectual argentino, específicamente, ese cambio de estrategia redundó en una cercanía de los intelectuales comunistas a los espacios culturales del liberalismo. Como sostiene Ricardo Pasolini, la consigna de la "defensa de la cultura" levantada por todas las asociaciones de intelectuales antifascistas resumía, a nivel nacional, la tarea de "conservar la matriz ideológica liberal" (2013: 47) que sus integrantes habían definido como prioridad ante la amenaza fascista.

7Oscar Terán señala que "nueva izquierda" es el "rótulo con el cual se designa a aquella que o bien rompía o bien nacía desde el vamos separada del tronco de la izquierda tradicional conformado básicamente por los partidos Socialista y Comunista" y cuyo nacimiento "está encuadrado por la ampliación de los modelos que ahora podía brindar el socialismo internacional" (1991: 103-107).

8El grupo de poesía "El pan duro" y la revista y empresa editorial La rosa blindada -que nuclean a jóvenes intelectuales, poetas y escritores que van a romper, a mediados de los años 60 con el PCA, partido en el que la mayoría de ellos comenzó militando- descubren en la figura y en la poesía de Tuñón de los años 30 una tradición a partir de la cual podrán definir sus proyectos culturales, un punto de anclaje desde donde legitimar sus propias prácticas. Para un estudio más exhaustivo de la producción literaria de Tuñón en los 60 y sus vínculos con la nueva izquierda, remito a Alle (2016).

9Para un estudio de este poemario en particular y sus múltiples instancias de gestación, remito a Alle (2014).

10Continúa Laclau: "Lejos de ser alentados a constituir singularidades históricas a través de la articulación de demandas heterogéneas, fueron concebidos tan sólo como sucursales que debían aplicar automáticamente las políticas planificadas desde un centro. Recordemos la decisión del Komintern relativa a la "bolchevización" de los partidos comunistas en la década de 1920. Todos debían tener, independientemente de sus características nacionales, la misma estructura y las mismas reglas de funcionamiento. En estas condiciones, la constitución de un pueblo era imposible" (2011: 229).

Recibido: 09 de Octubre de 2018; Aprobado: 28 de Noviembre de 2019

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