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Acta literaria

versión On-line ISSN 0717-6848

Acta lit.  no.58 Concepción  2019

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-68482019000100113 

ARTÍCULOS

OVNIS Y EXTRATERRESTRES EN LA CIENCIA FICCIÓN DE HUGO CORREA: PROBLEMA TEÓRICO Y RECURSO LITERARIO

UFOS AND ETS IN HUGO CORREA'S SCIENCE FICTION: THEORETICAL PROBLEM AND LITERARY RESOURCE

Francisco Pizarro Obaid1 

1Psicólogo, Magíster en Psicología Clínica (UDP), Doctor (Universidad Paris 7, Diderot). Facultad de Psicología; Universidad Diego Portales, Santiago, CHILE. francisco.pizarro@udp.cl.

Resumen:

El presente artículo busca ilustrar la relación teórica y literaria que sostuvo Hugo Correa con el universo de los ovnis y los fenómenos extraterrestres a lo largo de su carrera. A partir de la revisión de sus obras relativas a los fenómenos alienígenas es posible constatar la presencia de teorías ufológicas y tópicos tradicionales de la ciencia ficción, pero, al mismo tiempo, la intervención de mitos, costumbres y folklor campesino chileno, conjunción que dotó a su literatura de un rasgo local, contribuyó a desarrollar su identidad literaria y aportó a la construcción de una ciencia ficción propiamente chilena.

Palabras clave: Hugo Correa; ciencia ficción; ovnis; extraterrestre; campo chileno

Abstract:

This article seeks to illustrate the theoretical and literary relationship that Hugo Correa sustained with the universe of UFOs and extraterrestrial phenomena throughout his career. From the revision of his works related to the alien phenom ena, it is possible to verify the presence of ufological theories and traditional science fiction topics, but, at the same time, the intervention of myths, customs and Chilean peasant folklore, conjunction that provided his work with a local feature, contributed to develop his literary identity and helped in the construction of properly Chilean science fiction.

Keywords: Hugo Correa; science fiction; UFOs; extraterrestrial; Chilean countryside

1. Introducción

Desde los inicios de su carrera literaria, Hugo Correa (1959a; 1959b) tuvo que lidiar con los prejuicios que calificaban a la ciencia ficción como un género menor y la tildaban de literatura inauténtica o extranjera al contexto latinoamericano (Ginway & Brown, 2012). Pese a la adversidad del medio local, nunca renegó de los tópicos fundamentales de la ciencia ficción mundial (anticipación, viajes estelares, vida extraterrestre, disto-pías) y siempre reconoció la influencia que ejercieron en su obra, tanto los autores clásicos (Poe, Dostoievski, Wells, Kafka, Lovecraft), así como los íconos de la bullante escena norteamericana de ciencia ficción de los años 50 (Bradbury, Sturgeon, Asimov). Desafiando las críticas, incorporó, a su vez, los saberes emanados de la naciente exploración espacial rusa y estadounidense, la investigación oficial y no oficial sobre los OVNIS, así como las vicisitudes de la guerra fría. Sin embargo, desde el comienzo de su itinerario, problematizó las relaciones entre la ciencia y la ficción, buscando precisar el estatuto del escritor de ciencia ficción y su propia identidad literaria.

Para Correa (1975a) el arte debía ser concebido como una "síntesis o decantación de muchas inquietudes de la época" (p. 5), por lo que la ciencia ficción no debía ser definida como un ensayo científico, sino más bien, como "la literatura del cambio" (Correa, 1973, p. 40). Incluso, en su afán crítico, sostuvo que la ciencia ficción debería llamarse, en rigor, "realismo-fantástico" (Correa, H. & Montero, A., 1977, p. 70). No es de extrañar, entonces, que la revista Nueva Dimensión (1972), en el número consagrado a su obra, señalara: "Es difícil definir a Hugo Correa dentro de un estilo de narrativa. Su ciencia ficción, a caballo de la fantasía pura, es más humanística que técnica, mucha más ficción que ciencia, y en este aspecto entra de lleno en este lado de la ciencia ficción sudamericana, tan alejada de los patrones anglosajones (p. 5).

Pero el camino no fue fácil. Si sus primeros cuentos y novelas (Correa, 1959a; 1959b; 2016) tuvieron una recepción ambivalente por parte de la crítica nacional, la mixtura con la cultura popular chilena desarrollada a partir de su tercera obra, El que merodea en la lluvia (Correa, 1962), fue vista con suspicacia. Valente (1968) calificó su novela como un "(...) extraño injerto de la ciencia-ficción en la realidad nacional" (p. 3); Montes (1968), por su parte, denunciaba en su trama una "(...) cierta inseguridad creadora del propio autor" (s/p).

No solo el imaginario campesino chileno fue una importante fuente de inspiración en la búsqueda literaria de Correa (1962, 1972), sus obras también se nutrieron de la investigación sobre el fenómeno OVNI, labor que emprendió junto a un grupo de colaboradores y que lo condujo, en 1967, a la fundación de una de las primeras asociaciones consagrada a la exploración de los ovnis y la vida extraterrestre en Chile: UFO-Chile. Bajo el influjo de estas investigaciones, sus escritos comenzaron a incorporar teorías forjadas en el campo de los estudios ufológicos, como quedará de manifiesto en sus cuentos y novelas, y, especialmente, en El amigo de los discos voladores (Correa, 1975b, c, d, e, f, g), historia periódica aparecida en la revista Mampato, donde se puede apreciar la nítida influencia de las teorías ufológicas de Plantier (1953).

A partir de estos antecedentes, el presente artículo indagará la relación teórica y literaria que Correa (1962; 1971; 2016) sostuvo con el campo de los fenómenos extraterrestres, para sostener que es posible apreciar la intervención de tópicos tradicionales del género (viajes interestelares; utopía; anticipación; capacidades físicas y mentales excepcionales), referencias a teorías ufológicas, pero, a su vez, la incorporación del imaginario, las leyendas y los mitos campesino chilenos (Plath, 1983; Cárdenas, 1975; 1978), conjunción que dotó a su literatura de un rasgo local, contribuyó a desplegar su identidad literaria y aportó a la construcción de una ciencia ficción, propiamente, chilena.

2. La labor investigativa de Correa sobre los ovnis

Correa (1983) fue un convencido de la existencia de la vida extraterrestre y la circulación de objetos no identificados provenientes del espacio extra-terrestre, tópicos que, sin duda, influyeron en sus escritos. A comienzos de los ochenta recordaba su temprana curiosidad por la astronomía, pero precisaba su alcance: "(...) desde niño me gustó todo lo relacionado con los fenómenos celestes. Y cuando comenzó este asunto de los OVNIS, alrededor del año 1947, comencé a leer todo lo que pude al respecto. Pero no crea usted que soy un fanático de los OVNIS: me interesa como problema, como fenómeno de la época" (Correa, 1983, p. 4). En concordancia con su concepción de la función del artista y del escritor -"ser un testigo de su época" (Correa, 1994, p. 31)- Correa abordó, sistemáticamente, el problema de los OVNIS a lo largo de su trayectoria.

Efectivamente, los fenómenos vinculados a la presencia de vida extra-terrestre se transformaron en un tema de actualidad en la segunda mitad de los cuarenta1. Chile no fue la excepción y los diarios de la época -El Mercurio; La Nación- reportaban avistamientos en diversos lugares del territorio: Algarrobo; el aeropuerto de Cerrillos, Cerro San Cristóbal; Parque Cousiño, etc. (Prado & Altamirano, 2009, p. 57-59).

Pero el interés de Correa (1967) no tuvo un afán meramente periodístico. En concordancia con el auge de la Ufología internacional, y en sintonía con la producción de boletines que ya tenían una fuerte circulación en los Estados Unidos2, fundó junto a un grupo de heterogéneos colaboradores - Miguel Arteche, Jorge Mas, Pablo Petrowisch- una agrupación destinada al estudio del fenómeno OVNI: UFO-Chile3. El primer boletín de la Asociación, publicado en agosto de 1967, consignaba la historia del grupo y enunciaba los principios que guiaban su itinerario.

La primera reunión tuvo lugar en la casa de Miguel Arteche, amigo personal y estrecho colaborador en su carrera literaria; no poseían estatutos, ni un plan de trabajo definido, pero su objetivo se basaba, como declaraba Correa (1967), en "(...) la curiosidad íntima de sus componentes por saber más sobre UFOS. Y en este sentido, sin duda, se han hecho cosas de importancia, como el haber llevado a las reuniones testigos de fenómenos voladores no identificados" (p. 1). Su evaluación preliminar era prudente, pero satisfactoria, en tanto puntualizaba que "(...) el sólo hecho de que un grupo que busca el conocimiento, como las antiguas gnosis, enriquezca aquel con las experiencias relatadas por personas dignas de crédito, y cuyos antecedentes intelectuales y morales resistirían cualquiera impugnación, significa que está cumpliendo con una finalidad específica y valiosa" (Correa, 1967, p. 1).

Al exponer sus perspectivas de crecimiento y desarrollo, el grupo dejaba abierta las posibilidades y con mesura declaraba que quizás una publicación periódica podría ser su contribución más significativa para quienes no pertenecían a él y "(...) su mejor destino será, en cuanto a sus miembros, el que siga existiendo y buscando nuevos testimonios" (Correa, 1967, p. 1).

En los sucesivos boletines el grupo publicó regularmente testimonios de avistamientos en el territorio nacional; a su vez, seguía con atención los debates internacionales y, en distintos ámbitos de divulgación, Correa (1983) analizaba teorías destinadas a explicar y comprender el fenómeno OVNI. Entre otras, reflexionaba sobre las teorías de Jung (1987)4 o comentaba las hipótesis de Vallée (1972)5, pero, sin lugar a dudas, las teorías de Plantier (1953; 1955) fueron las que tuvieron mayor impacto en su concepción del problema, así como en su creación literaria.

Jean Plantier (1925-2016, Francia), teniente coronel de la fuerza aérea francesa, Caballero de la Legión de Honor, Cruz de Guerra TOE (Indochina), ingeniero aeroespacial, propuso una excepcional teoría sobre los ovnis a comienzos de los 50. Confesaba que el estudio de la evolución de las técnicas humanas lo había llevado a imaginar una "máquina ideal supersónica e interestelar" (Plantier, 1953, p. 214), aparato que le parecía imposible de construir, dado el estado del conocimiento humano de su época. No obstante, agregaba: "(…) no pensé que la veríamos realizada antes de muchos años. Ahora descubrí un día, con asombro, que ya existía: era, por supuesto, el platillo volador" (Plantier, 1953, p. 214).

A partir de los campos de propulsión y la supuesta existencia de una energía cósmica,Plantier (1953) explicaba la forma de los Ovnis, así como su dinámica de movimiento (extrema velocidad, sorprendentes cambios de dirección, luminosidad, diversidad de formas). Más tarde, complementando sus postulados, vinculó sus tesis a los principios atómicos (Plantier, 1955) y precisó que la energía cósmica no es "(...) una entidad concreta y mesurable sino, la posibilidad existente de que nazcan espontáneamente en cualquier lugar del espacio partiendo de la nada para nuestros sentidos y nuestro conocimiento - partículas materiales dotadas de propiedades precisas que las individualicen" (citado en Anglada, 1968, p. 296). Bajo esta perspectiva, los ovnis serían creaciones cósmicas y deberían su génesis a la dinámica energética.

La influencia de Plantier (1953) fue muy significativa para Correa (1969). En una entrevista concedida al diario español ABC en 1969, expuso, en su calidad de presidente de la asociación UFO-Chile, provocadores principios destinados a explicar el origen de los discos voladores que tuvieron a las conjeturas de Plantier (1953) como fundamento.

Desafiando la tesis que atribuía a los planetas la exclusividad en la generación de la vida, postulaba que el fenómeno pudo gestarse, igualmente, en el espacio interplanetario o interestelar: "se han detectado microorganismos anaerobios procedentes del espacio exterior, que viajan por el Cosmos impulsados por la luz, quizá a su misma velocidad. Ahora bien, el descubrimiento de estos microorganismos destaca una condición biológica indispensable para una criatura generada en el Cosmos: su calidad de anaerobia, es decir, de estar capacitada para subsistir sin atmosfera" (Correa, 1969, p. 31).

A partir de este supuesto, Correa (1969) buscaba explicar el origen de los Ovnis y dilucidar sus cualidades -forma de platillo, luminosidad, velocidad, desplazamientos-, rasgos que desde mediados de los años 40 habían sido difundidos a través de testimonios de avistamientos y registros fotográficos. Sostenía que, así como la naturaleza dotó a los organismos con funciones motoras, sería factible que el vacío cósmico haya producido microorganismos anaerobios de mayor magnitud y complejidad, provistos de aparatos propios de locomoción: "estos hipotéticos seres, al igual que los terrestres, también necesitarían de la capacidad de auto desplazarse, tanto para eludir peligros como para buscarse el sustento dentro del sutilísimo medio donde les cupo nacer, cuya densidad se asimila casi al vacío" (p. 31).

Frente al dilema de comprender cómo estos organismos obtendrían su energía, Correa (1969) afirmaba: "Es probable entonces que un ser nacido en el espacio interestelar haya sido dotado de los órganos adecuados para explotar las energías allí dispersas -cósmicas, magnética, gravitatoria- y aprovecharlas para cruzar las distancias interestelares sin ninguna de las limitaciones que aquejan al hombre" (p. 31). En relación a su forma, aspecto distintivo que les valió el apelativo de "discos voladores" o "platillos voladores", Correa (1969) sostenía que cabrían dos alternativas "que haya sido conformada por el medio o que sea funcional respecto a su capacidad de desplazarse" (p. 31). Sin declararlo explícitamente, Correa (1969) dejaba entrever una crítica al creacionismo6 y una extrapolación de los principios evolucionistas de Lamarck (1809) y Darwin (1859) -teoría del "uso o el desuso" y la "selección natural"- a la comprensión del fenómeno extrate-rrestre. La segunda hipótesis, como el mismo Correa (1969) reconocía, se basaba en las teorías de Plantier (1953). Sostenía que era viable concebir al OVNI como un organismo, al suponer que "la gestación de un ente así podría ser tanto orgánica como la de los seres terrestres, o, en conformidad a determinadas teorías cosmogónicas, quizá se formase y creciese por adhesión de células dispersas en el Cosmos hasta llegar a conformar una entidad de considerable tamaño" (Correa, 1969, p. 32).

A partir de las reflexiones llevadas a cabo en la Asociación UFO-Chile y la revisión de las teorías de Plantier (1953, 1955), Correa (1971; 2016) extrajo una serie de principios -energía cósmica, génesis interestelar de la vida, etc.- que tuvieron un tratamiento literario en la trama y los personajes de sus cuentos y novelas. Sin embargo, en el proceso creativo, los conceptos relativos a la génesis y dinámica de los ovnis se vieron subvertidos con la incorporación del imaginario campestre de su niñez y la evocación de mitos, leyendas y folklore chileno. Particular función tuvo la figura del Diablo, tópico que, como declaraba Correa (1989), tenía un origen doble: "por una parte, está esa imaginería de la infancia que recogí en Curepto. En toda esa zona el diablo tiene una presencia muy vívida. Luego, al acercarme muy temprano en la obra de Dostoievsky, fui cobrando conciencia de su realidad" (p. 15).

3. La ciencia ficción y el imaginario campesino chileno en los cuentos y novelas de Correa

Ante el desafío de publicar sus escritos y legitimar su lugar como escritor de ciencia ficción, Correa (1959a; 1971) transitó desde una narrativa fiel al canon anglosajón, a una escritura híbrida, donde el imaginario campesino tuvo una función esencial.

Los cuentos que marcaron su internacionalización proponían escenarios abstractos y anónimos. Así, El último elemento describía "cadenas montañosas desgastadas por una erosión de milenios. Llanuras salpicadas de zonas radiantes, rodeadas por imponentes anillos rocosos. Nubes de gases blancos, extendidas en largas guedejas" (Correa, 2016, p. 214). Meccano, por su parte, figuraba "Un sol achatado, envuelto en un anillo flameante, derramaba un fulgor verdoso sobre la solitaria cabeza, las rocas y colinas oscuras" (Correa, 2016, p. 182). Alter Ego transcurría, íntegramente, en una habitación anónima (Correa, 2016, p. 13-16).

Otros cuentos que adherían al canon anglosajón describían atmósferas donde sus personajes desplegaban tramas inspiradas en conspiraciones políticas, conquistas del espacio, el apocalipsis atómico o el universo de la guerra fría: Vladimir, Jack y el Profesor Petrov recorriendo el Mar de las Lluvias en la Luna, La esfera Lunar (Correa, 2016, p. 163-173); Ilya Kachur, Ivan y Volodia, en las arenas de Marte, Carrusel (Correa, 2016, p. 196-205); Finlay, Morris y Johnson, explorando el desierto rojo de Marte, La bestia marciana (Correa, 2016, p. 269-274); El profesor Blazov, Dimitri, Vania, Alexis, en el Mare Ibrium, El ataque de los selenitas (Correa, 2016, p. 281-294).

No obstante, su tercera novela publicada en Chile, El que merodea en la lluvia (Correa, 1962), incorporaba paisajes rurales del centro-sur, flora y fauna chilenas, mitos y folklore nacional relativo al demonio, inaugurando, así, un novedoso sello que se repetiría en varios de sus cuentos (Correa, 2016) y novelas (Correa, 1972). La obra marcó un punto de inflexión en su concepción de lo fantástico, al reconfigurar tanto los escenarios que daban lugar a la ficción, así como la construcción de los personajes y la trama. El mismo Correa (2015) la definía como la más chilena de sus novelas: "(...) Un relato campesino, con creencias de campo, leyendas y mitos que en este caso ocultan una realidad relacionada con la ciencia ficción y el horror cósmico. Me inspiré en El color que cayó del cielo, de Lovecraft" (s/p). Se abría, así, una vía creativa, a partir de la cual Correa (1969) comenzó a figurar una identidad y una ciencia ficción, propiamente, chilena, a partir de tópicos internacionales.

Su tierra natal, Curepto -voz mapuche que significa viento, aire- al igual que todo el territorio nacional, estaba poblada de mitos y leyendas. Como señala Plath (1983), en las provincias de Talca y el Maule circulaban diversas historias; entre ellas, se cuenta que en una hacienda de Curepto habitaba la viuda de un rico propietario, dama que, a pesar de su bondad, entró en comunión con el diablo (La viuda espirituada, p. 176). También es conocida la historia de El jinete sin cabeza del paso el maqui (p. 177), joven que, tras su horrorosa muerte, aparecía infundiendo pavor entre los habitantes. Célebre devino el barco español Oriflama que en su viaje desde Cádiz rumbo al puerto de Callao se hundió en 1770 frente a la costa de la playa la Trinchera, comuna de Curepto; ahora se cuenta la historia del "Oriflama, cementerio flotante" (p. 187-188). De este modo, el demonio, los fantasmas y las fuerzas ocultas circulaban en el imaginario sureño, tópicos que tuvieron, en la obra de Correa, un tratamiento singular a la luz de los códigos de la ciencia ficción.

Bajo esta perspectiva, El que merodea en la lluvia (Correa, 1962) ponía en juego una conjunción de múltiples elementos fantásticos, buscando producir un relato novedoso y, propiamente, chileno. En efecto, los hechos tienen como escenario el campo chileno y exponen al lector a un misterio: tras explorar el Mar de las Tormentas en la Luna, el cohete Luna VII aterriza en las cercanías de un villorrio, El Guindo, donde comienzan a producirse una serie de hechos enigmáticos -extraños olores; movimientos y sonidos súbitos- y en el cual mueren, bajo circunstancias inexplicables, un par de lugareños. El dilema tendrá como protagonistas a Salvador, amigo de Celinda, sobrina del patrón (Don Carlos); Dmitri Stepanov, joven ingeniero ruso; y al Acechante, el Oculto o el Merodeador, presencia anónima e inaprehensible que estará en el centro del enigma.

La historia se desarrolla en una localidad sureña - "la carretera se bifurcaba yendo a dar la nueva rama a un grupo de casas de barro en mal estado, a medias ocultas por maquis, boldos y canelos, los cuales se alineaban a la vera de la huella (Correa, 1962, p. 33-34); los oficios campestres marcan la identidad de algunos personajes - "(...) el itinerario del carbonero, poco variado - de El Guindo a su horno, y de éste a El Guindo, y una que otra aislada excursión por el bosque" (p. 146); "Don Panta, cazador de conejos de El Guindo, me contó después que los perros estaban aterrorizados, y que por eso se retacaron" (p. 20); también hay alusiones a la fauna que habitaba el lugar donde cayó el Luna VII: "¡Espléndida situación para un monumento! Los conejos y los tiuques tendrían un punto ideal para intercambiar - comentarios sobre la espectacular hazaña" (p. 12).

La tensión, el misterio y la atmósfera narrativa se juegan en el vínculo permanente entre el imaginario campestre asociado al diablo y el deseo de encontrar una explicación racional para los inquietantes fenómenos que se viven en el pueblo. El ser, a quien se atribuyen los hechos, solo se insinúa, pero nunca se muestra concretamente, dejando entonces abierta la pregunta por su verdadera naturaleza. Salvador, "El Elegido" será el protagonista de la investigación y el artífice de su develamiento.

En la misma época en que fueron publicadas sus primeras novelas -Los altísimos (1959a), Alguien mora en el viento (1959b) y El que merodea en la lluvia (1962)- Correa (1971) escribió varios cuentos que trataron sobre el tema extraterrestre y en los cuales el imaginario chileno y la mención del demonio tuvieron una significativa presencia.

El Escondite, reviste especial interés. Buscando huir de sus perseguidores Ignacio vuelve a su pueblo natal cercano a Licantén, donde, finalmen te, reencuentra el escondite predilecto de su niñez; se trataba de un hoyo cubierto por matorrales -"(...) un macizo de maquis, entre cuyas raíces se abría algo como una madriguera de zorros" (Correa, 2016, p. 208)- en cuyas profundidades se alzaba una construcción excepcional. Sin embargo, al comenzar a excavar se produce un hecho inédito: "El objeto se desprendió de la tierra, y ascendió lentamente, rozando la ladera, apartando las remas que cobijaban la secreta entrada al refugio. Y siguió ganando altura, mientras él, tambaleante, retrocedía entre los maquis" (Correa, 2016, p. 212-213). Finalmente, y ante su asombro "La esfera aceleró, y en pocos segundos se perdió en el espacio (...) el objeto que permaneciera tantos años sepultado a no menos de dos metros de él, y que ahora, recuperaba la libertad, empezaba a penetrar en el Cosmos" (Correa, 2016, p. 212-213). Él, en cambio, sucumbía ante sus captores.

En el cuento El Feligrés,Correa (2016) vuelve al tema del bien y el mal, mediante la historia del párroco de la iglesia de El Paso, ubicada en un villorrio de humildes casas en los faldeos montañosos. Chuma y Pancho han avistado un objeto envuelto en una luz verde que descendía desde el cielo, visión que les sugiere la intervención del demonio; sin embargo, se trata de un ser venido del espacio, el cual ofrece al viejo sacerdote llevarlo a un planeta donde no hay enfermedades, guerras o crímenes; su gente goza plena salud. Después de algunas cavilaciones, finalmente, acepta: "Llevaré conmigo al Santísimo Sacramento. No le importa ¿verdad?" (Correa, 2016, p. 232). El cura podría, en su nueva morada, recobrar la juventud.

4. Hugo Correa (Jonas) y "El amigo de los discos voladores"

Si hay un relato en el cual Correa conjuga, de manera muy explícita, su investigación sobre los OVNIS y la creación literaria es "El amigo de los discos voladores", historia publicada en la revista Mampato bajo el seudónimo de Jonas (Correa, 1975b).

En seis capítulos el relato expone las aventuras de Alejandro, su perro Toqui y un disco volador. Parecería ser un relato tradicional, sin embargo, las historias ilustran con nitidez las tesis de Plantier (1953) y poseen, a su vez, una clara identidad chilena, al describir la flora y fauna sureñas -romeros, boldos, espinos, maquis, jotes-, así como sus paisajes -montañas, cerros y campos. El nombre de la mascota, Toqui, tampoco es azarosa, puesto que evoca la designación mapuche para sus líderes militares y, recuerda, también, el río que atraviesa la hacienda Los siete ojos del diablo de su novela Los ojos del diablo (Correa, 1972), cuyo dueño, contaban los lugareños, había pactado con el diablo7.

La historia debuta en un escenario campestre chileno y revela las razones del encuentro con el OVNI. Refutando los dichos de Edelmira -la cocinera que le había sugerido la presencia del diablo en la bodega de la casa-, Alejandro, un niño de diez años, reconstruye las vívidas imágenes oníricas que habían precedido su despertar:

Un disco volador herido (...) Los discos voladores son seres vivos que se generan en el espacio interplanetario. Poseen una gran inteligencia. Carecen de miembros, porque no fueron creados para habitar un planeta. Pero en cambio tienen vísceras para captar la energía cósmica, que les sirve de alimento y medio de propulsión. Son capaces de desplazarse por el espacio a vertiginosas velocidades. Todo eso había soñado (Correa, 1975b, p. 13).

Continuando su reflexión, el platillo dirá: "Los discos voladores son animales: he ahí el secreto. Como han sobrevolado la tierra durante milenios, conocen perfectamente a los hombres e incluso entienden sus diversos lenguajes. Y son capaces de comunicarse mentalmente con ellos" (Correa, 1975b, p. 13). Concluía: "Yo no tengo padres. Cada disco se genera solo en la práctica, en el vacío interplanetario" (Correa, 1975b, p. 16). Así, la historia ilustraba, literariamente, cada una de las tesis de Plantier (1953): los ovnis y los extraterrestres pueden ser considerados seres anaerobios generados en el cosmos, capaces de generar su propia energía.

El disco volador herido por un meteorito había contactado al niño a través de la telepatía, solicitando su ayuda. Alejandro logra extraer el objeto y el disco, a cambio, le ofrece su amistad8 y lo invita a vivir distintas aventuras, ya que entre sus habilidades se encontraba la percepción de llamadas mentales; no todas, pero si las de quienes realmente se hallaban en algún grave peligro y eran inocentes, como le advertirá más tarde.

Pero no solo el imaginario del campo chileno es reconstruido. Si bien la primera aventura relata el rescate de un niño negro del inminente ataque de un león en la selva africana (Correa, 1975c), las posteriores entregas trascurren en América Latina: Argentina, donde Alejandro, junto al ovni, intervienen para favorecer el rescate de un importante personero que ha sido secuestrado por un grupo de guerrilleros (Correa, 1975d); Ecuador, en cuyas costas 2 niños colombianos navegan a la deriva en una balsa, tras el naufragio de un barco turístico; Alejandro y el Ovni los rescatan y los llevan a Perú (Correa, 1975e).

Después de cuatro capítulos la revista Mampato suspendió la historia entre los números 263 y 269; su regreso en el número 270 relata la historia de una mujer viuda con dos hijos pequeños que vive en Ciudad de México y que está pronta a ser apresada; el disco le advierte a Alejandro que la policía busca inculparla en un delito que no ha cometido (como vivió en USA quieren acusarla de espionaje); el padre de la mujer, un gran político mexicano, había acusado al actual jefe de la policía de corrupto y, por ello, cobrarían venganza (Correa, 1975f).

Las aventuras de Alejandro y el disco volador terminan con el viaje más extremo de la historia, al visitar el interior de un volcán situado en la Antártida. En ese inaudito lugar se encuentran con un Variso, enigmáticos pobladores que moran las entrañas de la tierra (Correa, 1975g).

De este modo, tanto la concepción de los personajes -ovni producido por el espacio interestelar- así como la trama -aventuras en el campo y Latinoamérica- confirman la conjunción de teorías ufológicas e imaginario chileno en favor de la creación literaria de ciencia ficción.

Conclusiones

Si bien la novela Los Altísimos (Correa, 1959a) es considerada una obra icónica de la ciencia ficción nacional y latinoamericana, y los cuentos El último elemento, Alter ego y Meccano (Correa, 2016) alcanzaron un significativo reconocimiento internacional, las obras donde Correa (2016) introdujo escenarios, mitos y folklore campesino chileno dotaron a su literatura de un sello identitario y realzaron su originalidad. Conjugando tópicos tradicionales de la ciencia ficción y referencias a los paisajes, flora y fauna chilenas, así como figuraciones campesinas del demonio, las narraciones crearon atmósferas y tramas en las que el miedo, la angustia y la fantasía tuvieron un nuevo tratamiento. De este modo, los ovnis y los fenómenos extraterrestres tuvieron un rol fundamental en el proceso creativo de Correa; no se trató solo de una labor literaria, sino que, a su vez, involucró una labor investigativa, que aportó al desarrollo del movimiento ufológico en Chile, así como a la creación de una ciencia ficción chilena.

Financiamiento

Investigador responsable del Proyecto FONDECYT Regular N°1180629 "Presencia y función de los saberes psi en la "edad de oro" de la literatura de ciencia ficción chilena (1959-1973)"

Referencias

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1En junio de 1947, Kenneth Arnold reportó el avistamiento de un grupo de objetos que volaban sobre las montañas Cascade, en el estado de Washington, incidente que es considerado como el hito que dio comienzo a la era moderna de los UFO. Arnold había informado que los objetos "volaban como lo haría un platillo si saltara en el agua" (Arnold & Palmer, 1952. p. 11), dando, así lugar a la expresión 'platillos voladores'. Algunas semanas más tarde, el 10 de julio de 1947, se registró el bullado caso Roswell en Nuevo México, USA.

2Ricardo Guillón, arquitecto de la Universidad de Chile, fue corresponsal para el prestigioso The A. P. R. O. Bulletin (Aerial Phenomena Research Organization, Tucson, Arizona, USA). En la edición de septiembre-octubre de 1967 se relata la visita de representantes de APRO a Chile y el encuentro en casa de Guillón con miembros de UFO-Chile, entre los que se contaban periodistas y escritores (p. 3). En la edición julio- agosto de 1968 se informaba su dimisión y la incorporación de Pablo Petrowisch, miembro de UFO-Chile, como nuevo corresponsal (p. 2).

3Luis Altamirano, investigador chileno de los OVNIS, señala: "Con el tiempo conocí la gran obra del ingeniero Pablo Petrovic, que confeccionó, en el año 1967, el primer catálogo de avistamientos en Chile. Petrovic, Manuel Sáenz, Willy Wolf y Hugo Correa formaron el grupo UFO-Chile, una de las primeras organizaciones dedicadas al tema. A ellos se les unieron los hermanos Cardemil, el periodista Osvaldo Muray y otros interesados en el tema, eso ocurría entre los años 1965 a 1971" (Prado & Altamirano, 2009, p. 116-117).

4Jung (1987) sostenía: "(...) la fantasía de la proyección trasciende el dominio de las organizaciones y potencias terrestres y se lanza al cielo, es decir, al espacio cósmico de los astros, donde antes tenían su morada los dueños del destino, los dioses" (Jung, 1987, p. 28). A partir de los conceptos de Inconsciente colectivo, símbolo, anima, Jung (1987) proponía que los UFOS "(...) son vehículos de una representación espontánea involuntaria, arquetípica - y por decirlo así mitológica de un contenido inconsciente, de un "rotundum", que expresa la totalidad del individuo" (p. 38).

5Vallée (1972) advertía: "Todo el enigma que estamos discutiendo contiene del primero al último los elementos de un mito que podría utilizarse para fines políticos o sociológicos, lo que está corroborado por el curioso vínculo existente entre el contenido de los propios informes y los progresos de la tecnología humana, desde naves aéreas a platillos volantes, pasando por dirigibles y cohetes fantasmas..., vínculo al que nunca se ha dado una interpretación satisfactoria dentro de un contexto sociológico" (p. 186-187).

6"(...) las características comunes entre sus diversas corrientes de pensamiento: (1) buscar signos de una voluntad divina o trascendencia en manifestaciones armónicas del universo y la vida; (2) una clara negativa (...) de la teoría darwiniana de la evolución" (Heams, Huneman, Lecointre & Silberstein, 2005, p. 881).

7"Allí se levantó una vez el remoto campamento del Toqui, el anónimo cacique araucano cuyo título le diera el nombre al río. Según la leyenda, fue asesinado a comienzos de la conquista por algunos de sus hombres vendidos a los españoles. El cuerpo del araucano, colgado entre dos palos por los conquistadores, permaneció en aquel meandro hasta que sus huesos, blanqueados de sol, se desprendieron de sus ataduras, desparramándose entre las piedras de la orilla. Las constantes crecidas del río terminaron por arrastrarlos corriente abajo" (Correa, 1972, Los ojos del diablo, p. 36).

8El encuentro recuerda la mítica historia de Androcles y el León, relato que recorre los siglos y es tematizado, no solo por los autores de la antigüedad, sino que, entre otros, por Bernard Shaw (1913). Más allá de sus múltiples versiones la historia cuenta cómo un esclavo entabla una profunda amistad con un león, después de haberle extraído una espina de su pata. Tras ser apresado y condenado a las fieras de la Arena por el emperador, el esclavo se encuentra frente a su amigo, quien, en vez de atacarlo, lo acaricia, generando así el perdón de sus captores.

Recibido: 09 de Octubre de 2018; Aprobado: 11 de Mayo de 2019

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