INTRODUCCIÓN
Las conductas promotoras de salud son entendidas como distintas acciones automotivadas que contribuyen al bienestar y que disminuyen el riesgo de enfermar1. Incluye actividades diversas como realizar actividad física de manera regular, mantener adecuados hábitos alimentarios, higiene del sueño, hacerse cargo de las responsabilidades respecto a la propia salud, entre otros. Como contraparte, las conductas de riesgo implican efectos dañinos o potencialmente negativos para la salud, e incluyen, entre otras, el hábito tabáquico, consumo excesivo de alcohol, consumo de drogas y prácticas sexuales inseguras.
Una de las etapas del ciclo vital considerada crítica en la consolidación de las conductas de salud y prevención de conductas de riesgo, es la adultez emergente, periodo comprendido aproximadamente entre los 18 y 25 años de edad2. A este grupo etario pertenece la mayoría de la población universitaria, en quienes se concentra numerosa evidencia que da cuenta de patrones conductuales poco saludables, como dieta poco equilibrada3-5, sedentarismo y falta de práctica regular de actividad física3,6-8, inadecuados hábitos de sueño9,10, elevado consumo de bebidas alcohólicas11,12, tabaquismo, consumo de sustancias tóxicas para el organismo, tanto legales como ilegales13,14, consumo de medicamentos sin prescripción14 y conducta sexual de riesgo con consecuencias como enfermedades de transmisión sexual (ETS) y embarazos no deseados15,16.
Una de las propuestas explicativas, tanto en la mantención de conductas de salud como en su modificación, es la autorregulación (AR)17. Desde un énfasis en lo individual, la AR se entiende como la propensión de una persona a invertir recursos cognitivos, emocionales y de comportamiento para lograr un objetivo o resultado deseado, a través de conductas como establecer objetivos, postergar la gratificación inmediata en favor de resultados a largo plazo, superar barreras que limiten el comportamiento dirigido a metas, priorizar y evaluar de forma consciente la importancia relativa de objetivos potencialmente competitivos17. También implica la capacidad para monitorear y modular la cognición, la emoción y la conducta, con el propósito de lograr un objetivo y/o adaptarse a las demandas cognitivas y sociales de situaciones específicas18,19. La AR es considerada clave para desarrollar y mantener hábitos saludables20 parti cularmente en la conducta alimentaria21 y en la práctica de actividad física regular22.
Como es posible apreciar, es importante comprender los determinantes de las conductas promotoras de salud y riesgo, atendiendo a variables cognitivo-motivacionales, como las propuestas por la AR. Sin embargo, también es relevante propender a una perspectiva que integre factores de distinta naturaleza en la adopción y mantención de conductas de salud, pero que, a su vez, tenga suficiente especificidad para aportar a la comprensión de conductas complejas. Una de estas propuestas es la autocompasión (AC), actitud que ha recibido reciente interés en su vinculación con la salud23. Este concepto implica comprender sin prejuicios el propio dolor, y las debilidades y los fracasos de uno mismo, de modo que la propia experiencia sea vista como parte de la experiencia humana más amplia24. La AC incluye aspectos como la conexión con el sufrimiento propio, no emitir juicios contra de sí mismo, ponerse en contacto con el sufrimiento y sentirse motivado por aliviar el sufrimiento propio y el de otros. Según Neff, se compone de tres elementos básicos: (a) bondad hacia uno mismo, o tratarse de modo comprensivo, en lugar de tender al juicio severo, (b) humanidad compartida o reconocer la experiencia propia como parte de la experiencia humana más amplia, en lugar de verla como algo separado y aislado, y (c) mindfulness, o mantener los propios pensamientos y sentimientos dolorosos en una conciencia equilibrada, en lugar de identificarse excesivamente con ellos24.
Algunos autores han encontrado una asociación consistente entre la AC y la práctica de conductas que promueven la salud25,26 y otros han planteado que en ese proceso estaría involucrada la AR27,28.
Ambos procesos, la AR y la AC, pueden ser entendidos como complementarios en su rol, el primero operaría a través de mecanismos cognitivos y el segundo a través de mecanismos de tipo afectivo, y por tanto en conjunto podrían potenciar su efecto en la adopción de conductas de salud. A partir de lo anterior, la presente investigación se propuso describir conductas promotoras de salud y conductas de riesgo de universitarios en Chile y establecer su asociación con la AR y AC. La hipótesis a evaluar es que tanto la AR y AC predicen de manera positiva conductas promotoras de salud (alimentación saludable, práctica regular de actividad física, hábitos saludables de sueño y consulta de salud) y de manera negativa conductas de riesgo (consumo de tabaco y drogas, consumo excesivo de alcohol, consumo de medicamentos sin prescripción y conducta sexual de riesgo). Se espera que estos hallazgos aporten a la comprensión de la salud desde una perspectiva más comprehensiva, que incorpore recursos psicológicos, cognitivos y afectivos, potencialmente modificables y que aporten a la autogestión del cuidado.
MATERIAL Y MÉTODO
Estudio de carácter correlacional descriptivo, de corte transversal29. La población correspondió a estudiantes universitarios de pregrado de universidades chilenas, y el tamaño muestral se estimó usando como criterio el algoritmo de Deminenko. Considerando un Odds Ratio (OR) mínimo de 2 a detectar, con dos variables independientes predictoras, un nivel de significación de 0,05 y un poder de 0,95 se estableció una muestra de 460 participantes30.
Se utilizó un muestreo por conveniencia no probabilístico. La muestra quedó conformada por 544 estudiantes universitarios, 61,8% mujeres con un promedio de 21,42 años de edad, que cumplieron con los criterios de: a) Ser estudiante de pregrado de una universidad chilena y b) tener edad entre 18 a 25 años. Se excluyeron personas con dificultades sensoriomotoras que les impidieran responder un cuestionario de manera autónoma.
Para evaluar las conductas promotoras de salud se creó un cuestionario basado en la Encuesta Nacional de Salud chilena del año 2016-201731, que midió: a) conducta alimentaria, con 11 ítems (ejemplo: ¿Cuántos días come Ud. frutas?; b) actividad física, con 3 ítems (ejemplo de ítem: ¿En el último mes practicó deporte o realizó actividad física fuera de su horario de trabajo, durante 30 minutos o más cada vez?; c) Cantidad de sueño, con 2 ítems (ejemplo de ítem: ¿cuántas horas duerme en un día de semana típico?, d) calidad de sueño, con 3 ítems (ejemplo de ítem: ¿le cuesta trabajo mantenerse despierto/a durante el día, por lo menos tres días a la semana? y e) consulta de salud, con 1 ítem: ¿cuándo fue la última vez que visitó a un/a especialista por alguna consulta de salud? Para la puntuación se consideraron las indicaciones de las guías alimentarias para la población chilena32, las recomendaciones de WHO33 para actividad física y las de Hirshkowitz et al. para cantidad y calidad de sueño34. Para evaluar las conductas de riesgo se aplicó un cuestionario, creado por el equipo de investigación, que evaluó: a) consumo de tabaco, con 2 ítems (ejemplo de ítem: ¿actualmente fuma Ud. cigarrillos o tabaco?), b) consumo de alcohol, con 10 ítems (ejemplo de ítem: ¿qué tan seguido toma Ud. alguna bebida alcohólica?), c) consumo de drogas (marihuana, cocaína, éxtasis, heroína, LSD, hongos, otros alucinógenos, entre otras), con 3 ítems (ejemplo de ítem: alguna vez en su vida, ¿Ha consumido alguna de las siguientes sustancias: marihuana, cocaína, anfetaminas u otro tipo de estimulantes, inhalantes, alucinógenos, opiáceos, etc.?) d) consumo de medicamentos, con 3 ítems (ejemplo de ítem: ¿consume regularmente algún medicamento sin prescripción o receta médica?) y e) conducta sexual de riesgo, con 3 ítems (ejemplo de ítem: en los últimos 12 meses, ¿con cuántas personas ha tenido relaciones sexuales?). Se incluyeron reactivos de la Encuesta Nacional de Salud del 2016-201731, además del Alcohol Use Disorders Identification Test (AUDIT)35 y el Alcohol, Smoking and Substance Involvement Screening Test (ASSIST) elaborado por la OMS en el año 200236).
La AR fue evaluada a través del Short Self-Regulation Questionnaire (SSRQ) de Carey et al.37, que evalúa dos dimensiones de AR: establecimiento de objetivos (Ej. de ítem: En relación al cuidado de mi salud, me pongo metas y monitoreo continuamente mi progreso en relación a estas) y control de impulsos (ej. de ítem: Es difícil darme cuenta cuando "ya he consumido demasiado"alcohol, comida, dulces). Consta de 31 ítems en total, y en la presente investigación fue adaptado para medir AR en el dominio del cuidado de la salud. Los antecedentes de la escala original indican un a=0,96 de confiabilidad y un a=0,92 de consistencia interna36. En este estudio, los resultados indicaron a=0,90 para la subescala establecimiento de objetivos y un a=0,86 para la subescala control de impulsos.
Para evaluar AC se utilizó el Self-Compassion Scale (SCS)38,39, compuesto por seis dimensiones, 26 ítems y una escala de respuesta de 5 puntos, desde 1=casi nunca a 5=casi siempre38. En este estudio los índices de confiabilidad fueron los siguientes: bondad hacia uno mismo: a=0,85, juicio hacia uno mismo: a=0,83, humanidad compartida a=0,65, aislamiento a=0,78, mindfulness a=0,75 y sobreidentificación a=0,77.
Los instrumentos fueron sometidos a evaluación de su comprensión semántica, adecuación de las opciones de respuesta, sensibilidad a algún ítem, deseabilidad social y tiempo de respuesta. Posteriormente, fueron transformados a una encuesta online que fue difundida a través de redes sociales. Adicionalmente, y luego de haber obtenido las autorizaciones respectivas, se realizaron aplicaciones presenciales a estudiantes de dos universidades. La recolección de datos se realizó entre octubre y noviembre del año 2019 y el tiempo de respuesta aproximado fue de 20 min. Previamente el proyecto fue aprobado por el Comité de Ética y Bioética del Departamento de Psicología de la Universidad de Concepción y todos los participantes firmaron un consentimiento informado.
En el análisis de datos se empleó estadística descriptiva e inferencial. Se determinaron los antecedentes de confiabilidad de las escalas por medio de Alpha de Cronbach, los datos de caracterización de la muestra fueron presentados como promedio y desviación estándar para variables continuas, y como porcentaje para variables categóricas. Para establecer la capacidad explicativa de la AC y AR sobre las conductas promotoras de salud y las conductas de riesgo, se realizó un análisis de regresión logística, expresada en Odds Ratio (OR) y su respectivo IC (95%). Para el manejo y análisis de los datos se utilizaron los programas SPSS 23 y R-Studio.
RESULTADOS
Los 544 participantes vivían mayoritariamente con familiares (95%), y en período de clases residían con familiares (67,5%), con amigos (12,7%) o solos (9,6%). La mayoría de la muestra solo estudiaba (80%) y un menor porcentaje estudiaba y trabajaba (19,9%). Un 60,3% de los participantes reportó practicar una religión. Respecto a la ciudad de origen, los participantes provienen mayoritariamente del Gran Concepción (41,4%) y Santiago (10,7%). El 57,2% informó ser beneficiario de beca de alimentación.
La frecuencia de conductas promotoras de salud se presenta en la Tabla 1. El 68,6% de los participantes mostró una conducta alimentaria no saludable, el 25,4% reportó realizar actividad física más de 3 veces a la semana, con mayor frecuencia en hombres que en mujeres (p=0,05). El 70% de los participantes informó dormir entre 7 a 9 h diarias en promedio y el 42,6% informó buena calidad de sueño. El 78,7% de los participantes reportó haber realizado un control de salud en el último año (Tabla 1).
La frecuencia de conductas de riesgo, tal como se indica en la Tabla 2, muestra que el 22,6% de los participantes fumaba, el 41,3% consumía drogas frecuentemente o le han manifestado preocupación por su consumo, con diferencias significativas entre hombres y mujeres (p=0,016). El 79,6% informó consumo de alcohol sin riesgo, y se encontró mayor presencia de consumo riesgoso en hombres que en mujeres (p=0,003).
Los estadísticos descriptivos de media y desviación estándar para las variables AR y AC se presentan en la Tabla 3, los que muestran puntajes promedio superiores a la media de cada escala. En la escala de AR el mínimo, en una escala de 1 a 5, fue para la dimensión control de impulsos (M=3,33, DE=0,68) y máximo para establecimiento de metas (M=3,4, DE=0,74). En la escala de AC, el promedio más alto fue para la dimensión mindfulness (M=3,36, DE=0,83) y el más bajo para autojuicio (M=2,61, DE=0,96), también con puntuaciones de 1 a 5.
En la Tabla 4 se presentan las pruebas de razón de verosimilitud, en las cuales se prueba si las dos dimensiones de AR: control de estímulos y establecimiento de objetivos, y las seis dimensiones de AC predicen cada una de las nueve conductas de salud y riesgo estudiadas. Los resultados indican que AC y AR predicen de manera significativa la conducta alimentaria, actividad física, calidad de sueño y consumo de medicamentos sin prescripción.
El análisis de regresión logística mostró que el control de impulsos, uno de los factores de la AR, se asoció a casi 1,6 veces más probabilidad de conducta alimentaria saludable (OR=1,56; IC 95%: 1,12-2,19; p<0,01) y 1,7 veces mayor probabilidad de presentar mejor calidad de sueño (OR=1,7; IC 95%: 1,24-2,38; p< 0,01) (Tabla 5).
El mindfulness, dimensión de la AC, se asoció a menor probabilidad de realizar actividad física regular (OR=0,69; IC 95%, 0,49-0,95; p<0,01) y a menor probabilidad de presentar consumo riesgoso de medicamentos (OR=0,54; IC 95%, 0,32-0,91; p<0,01) (Tabla 5).
La presencia de autojuicio, otra dimensión de la AC, se asoció a 1,8 veces mayor probabilidad de presentar consumo de medicamentos sin prescripción médica (OR=1,83; IC 95%, 1,03 3,28; p< 0,01) (Tabla 5).
El consumo de alcohol se asoció a control de impulsos. En la Figura 1 se muestra la probabilidad de tipo de consumo de alcohol (sin riesgo, de riesgo, perjudicial y dependencia) según las puntuaciones en control de impulsos (Figura 1). A mayor control de impulsos, disminuyó la probabilidad de consumo de alcohol de riesgo (OR=0,45; IC 95%: 0,30-0,65; p <0,01) (Tabla 6).
DISCUSIÓN
Los hallazgos confirman la baja presencia de conductas promotoras de salud en universitarios chilenos, similar a lo reportado previamente en otros estudios en este grupo, que informan consumo insuficiente de frutas, verduras, pescados y legumbres, así como sedentarismo y promedio de horas de sueño inferiores a lo recomendado3,5,6). Los antecedentes de este fenómeno han sido ampliamente abordados, e incluyen factores como altas demandas académicas y la escasez de tiempo asociada, restricciones económicas, falta de habilidades, por ejemplo, en la preparación de alimentos, baja autoeficacia en el caso de la actividad física y no vivir con la familia de origen40-42.
En relación a las conductas de riesgo, la prevalencia de consumo de tabaco y/o cigarrillo fue menor a lo que reportan otras investigaciones9,43, sin embargo, destaca el alto consumo de drogas, con cifras que coinciden con el reporte de SENDA (2019) que informa una prevalencia de consumo de marihuana de un 50,4% en estudiantes de educación superior chilena, con mayor consumo en hombres que en mujeres44. El consumo de alcohol fue mayoritariamente sin riesgo, con mayor presencia de consumo riesgoso en hombres que en mujeres, con cifras similares a otras investigaciones en el mismo grupo5,9,43.
El análisis de la asociación entre conductas promotoras de salud, conductas de riesgo, AC y AR, indicó que el factor control de impulsos de la AR se asoció a conducta alimentaria saludable, mejor calidad de sueño y menor consumo riesgoso de alcohol. El control de estímulos implica tomar conciencia de los propios hábitos, atender a sus consecuencias en la salud y ejercer control sobre ellos37, y al respecto, existen antecedentes de que adoptar y mantener una dieta saludable, en un contexto obesogénico como el actual, implica autocontrol, particularmente para tomar decisiones adecuadas y resistirse a la amplia disponibilidad de alimentos palatables45. Algo similar ocurriría con la calidad del sueño, ya que una buena higiene del sueño demanda esfuerzo como cumplir con tiempos y horarios de sueño, adecuada planificación de actividades diarias, y evitar la procrastinación46. La asociación entre bajo control de impulsos y consumo riesgoso de alcohol también ha sido reportada en otros estudios47, así como su relación con conductas similares, como recaída en personas que intentan dejar de fumar48 o conducta sexual de riesgo49.
Se ha propuesto que, en la base de la conducta autorregulada, que incluye la capacidad de autocontrol, están las funciones ejecutivas50, noción que integra distintos procesos cognitivos de orden superior implicados en lograr una meta, tales como la planificación, monitoreo de la conducta, control inhibitorio y resistencia a estímulos distractores, todas operaciones que facilitan el cambio conductual. Particularmente en la conducta alimentaria, el control inhibitorio, función cognitiva directamente vinculada al control de impulsos, se considera determinante para persistir en una alimentación saludable, resistir los deseos inmediatos de comer y mantener atención en las metas de alimentación51. Evidencia similar existe acerca del rol predictor del control inhibitorio en el consumo de alcohol52. En la base de las funciones ejecutivas existen factores neurobiológicos y se ha propuesto que en la adolescencia tardía y adultez emergente las capacidades autorregulatorias están aún en progreso, dado un cerebro aún en desarrollo, caracterizado por cierto desbalance entre regiones corticales límbicas y prefrontales que induciría respuestas más emocionales que racionales, así como conductas impulsivas y de riesgo para la salud en este grupo53.
Otro hallazgo de este estudio plantea la asociación entre mindfulness, componente de la AC, y menor probabilidad de realizar actividad física regular y menor consumo de medicamentos sin prescripción médica. Desde la perspectiva de la autocompasión, el mindfulness implica mantener los propios pensamientos y sentimientos dolorosos en una conciencia equilibrada, en lugar de identificarse excesivamente con ellos24. Otros estudios han evidenciado que el mindfulness, en conjunto con los demás componentes de la autocompasión, ha mostrado asociación con conductas promotoras de salud tales como el ejercicio regular, la alimentación saludable, hábitos adecuados de sueño y manejo del estrés25,26. Si bien la asociación inversa entre la actividad física y el mindfulness encontrada es contraintuitiva, se ha demostrado que la relación entre autocompasión y los comportamientos de salud es indirecta, actuando a través de la presencia de altos niveles de afecto positivo y bajos niveles de afecto negativo25 y a través de la percepción del estrés54. Lo anterior permite suponer que el estado de mindfulness tiene efectos similares a los del ejercicio físico o es una de las estrategias empleadas para acceder a beneficios similares a los de la actividad física.
Tanto el mindfulness como el autojuicio se encontraron asociados al consumo de medicamentos sin prescripción. En el caso de mindfulness se asume equilibrio en la experiencia emocional sin sobreestimar ni exacerbar los eventos negativos ni las emociones displacenteras24. El autojuicio, por su parte, implica dureza consigo mismo, crítica excesiva y sesgo negativo hacia la propia persona24) que, en conjunto con bajo mindfulness, suponen estrategias poco adaptativas para la resolución de problemas, frontamiento más emocional que instrumental y consecuentemente menor disposición al autocuidado y mayor inclinación hacia conductas de riesgo, entre las que podría estar el consumo de medicamentos sin prescripción.
Los resultados de este estudio permiten concluir la importancia de factores cognitivo-motivacionales, particularmente el control de impulsos, como predictores de conductas de salud. El ambiente actual ofrece condiciones que no siempre favorecen un estilo de vida saludable, por lo que cumplir con recomendaciones de sueño, actividad física, dieta sana, entre otras, supone esfuerzos para la población en general y particularmente para población joven que se ve enfrentada a las exigencias que implica la transición a la vida adulta. Además de lo anterior, es posible establecer que una actitud autocompasiva se asocia al cuidado de la salud, en tanto es un recurso adaptativo para manejar estresores ambientales, que favorece la regulación emocional y, por lo tanto, que limita el recurrir a conductas potencialmente riesgosas para el alivio emocional. Así también la autocompasión es una disposición útil para enfrentar el posible 'discomfort' inmediato experimentado al implementar cambios en el estilo de vida y en otras acciones de autocuidado28.
La autocompasión se podría plantear también como un facilitador de la autorregulación ya que el afecto positivo y una aproximación no defensiva frente a las dificultades contribuyen al establecimiento de metas respecto de la propia salud, autocontrol frente a estímulos amenazantes, manejo de recaídas, entre otras estrategias de autorregulación que han comprobado ser efectivas para el cambio conductual en salud.
Estos hallazgos ofrecen aplicaciones promisorias en población universitaria, grupo que se ve enfrentado a creciente autonomía en sus decisiones, pero que también está más expuesto a condicionantes externos, como la influencia de pares o exigencias académicas, que inducen elecciones que, a la luz de la evidencia, no son siempre las más adecuadas para la salud. La autorregulación es un recurso efectivo que puede ser intervenido con éxito55, particularmente en el contexto universitario y que tiene aplicaciones que trascienden el ámbito de la salud, por ejemplo, en el proceso de enseñanza-aprendizaje56.
No obstante los aportes de este estudio, se observan limitaciones propias de un diseño transversal y de una muestra a la que se accedió por conveniencia y que puede presentar algún tipo de sesgo.
CONCLUSIONES
Este estudio confirma la falta de conductas promotoras de salud, particularmente la ausencia de hábitos alimentarios saludables y de práctica regular de actividad física, la mala calidad de sueño y presencia de consumo de drogas, todas conductas que van en desmedro de la salud y suponen efectos dañinos en futuras etapas del desarrollo. Adicionalmente, este estudio estableció la importancia del control de impulsos como estrategia de autorregulación en la alimentación y el sueño, ambos dominios que se ven especialmente alterados en la etapa universitaria. La autorregulación es un recurso aprendido que se pone en juego en cualquier conducta dirigida a metas, que opera en diversos ámbitos y que puede ser transferida entre ellos. Por su parte, la autocompasión, o actuar con bondad hacia uno mismo, en una conciencia plena y equilibrada, emerge como una disposición que podría promover el autocuidado toda vez que se asoció a menor probabilidad de consumo de medicamentos sin prescripción médica. La autorregulación y la autocompasión, si bien difieren en tanto enfatizan aspectos cognitivos y afectivos, son capacidades modificables que ofrecen útiles aplicaciones en la promoción de la salud.